miércoles, 27 de octubre de 2010

MAS CHULA QUE UN OCHO

Soy más chula que un ocho, tanto como para atreverme a darle a una conocida escritora uno de mis escritos, concretamente el que a continuación os dejo. Lo escribí hace tiempo y la casualidad o la causalidad, ¿quien sabe? hizo que una compañera de trabajo me dijera que estaba en Valencia, presentando su último libro y que seguramente firmaría luego ejemplares. Allá que nos fuimos las dos.
La sala estaba llena de gente y hacía mucho calor, después de hablar de su proyecto literario y atender a la rueda de preguntas de los allí presentes, comenzó la firma de ejemplares. Se formó una fila anárquica, como siempre ocurre, y con paciencia y mucho calor allí estábamos, esperando nuestro turno.
Y llegó el momento en que nos vimos frente a frente, le pedí si podía hacerme una foto con ella, a lo que accedió y cuando iba a firmar mi ejemplar, le dije que me había tomado la libertad de entregarle algo que había escrito.
De nuevo la casualidad o causalidad, hizo que un desconocido me diese fuego, sin cruzar palabra, mientras trasteaba buscando el mechero en el bolso, con  el móvil en la oreja, para a continuación encontrarme con M. y unos amigos. Me sentí como Umbral: "He venido aqui a hablar de mi libro". La noche acabó con risas y cervezas.

Ahí os dejo, la foto y el escrito. Espero que lo disfrutéis tanto, como yo lo hice al escribirlo.


¿Qué pasaría si… al despertarme un día fuese Almudena Grandes?
 
Me daría un susto tremendo al mirarme al espejo, aunque me reconocería, estoy segura, mi pelo seguiría siendo moreno, más largo desde luego y mi cara tendría más arrugas de expresión; con seguridad diría:
-       ¡Coño!, Soy Almudena Grandes.
 
Y con este nuevo aspecto, metida en su piel, disfrutaría de sus ojos para ver historias en cualquier detalle, en cualquier persona y me lanzaría a las calles de Madrid: a empaparme de sus gentes; a pisar el suelo donde tantas cosas han pasado; a disfrutar de unas cañas y unas tapas, rememorando los tiempos en donde el viajero era agasajado con un trozo de queso para que no sufriese de los desmayos propios de la ingesta de alcohol en ayunas; a recorrer las estaciones de metro que sirvieron de refugio en la cercana guerra civil; a pasear entre los árboles centenarios del Retiro y buscar las pocas ardillas que quedan; a ver la Cibeles y Neptuno e imaginar unos esponsales que nunca llegan; a recorrer los muros de las Descalzas Reales imaginando amores imposibles; a mezclarme con las cientos de nacionalidades del barrio de Lavapies; a perseguir una imagen de San Miguel entre las almonedas calorras del Rastro; a criticar a Gallardón y su Madrid faraónico; a invocar a los muertos en el mágico templo de Debod; a sentarme en una de las terrazas de Pintor Rosales escuchando conversaciones ajenas y luego volver a casa andando, por esa ciudad caótica, dejando reposar los detalles, las sensaciones, el impulso de querer saber más…dejarlo macerar como unos buenos boquerones en vinagre y pasado tres días, enfrentarme al papel en blanco,  pidiendo ser usado…
    
     Poco a poco aparecen unas letras: redondas, claras, legibles al principio, a medida que avanzan por el inmaculado papel se convierten en garabatos picudos, esbozos de caligrafía, signos y abreviaturas ilegibles al profano; que van adquiriendo significado unos detrás de otros. Y tras el primer folio, un descanso, para tomar perspectiva, intentando saber si tengo una historia o solo un boceto más que guardar durante meses, para luego ser desterrado del cajón de las ideas y acabar en el contenedor de papel reciclado.
 
     A veces ocurre que al otear los folios escritos, mis líneas se convierten en olas arribando a una playa tranquila y desierta; movidas por una corriente suave. Y sólo entonces pienso que mi próxima historia está ahí, en ese mar de palabras donde los personajes ya se han bautizado y pasito a pasito comienzan a moverse con facilidad por el fluido lingüístico que les he creado y ellos, en compensación, me crean a mí, haciendo que me sumerja en lugares donde quizás no haya estado nunca, sienta emociones que todavía no me ha tocado vivir, sufra y disfrute con ellos, creciendo a su ritmo, unas veces con más acierto que otras; inundando de sustantivos, adjetivos y verbos, los folios en las semanas siguientes. Y volver a los autobuses atestados de gente, escuchar el silencio sonoro del jardín del Museo Sorolla, andar entre los sarcófagos en el Arqueológico, perderme en los paisajes surrealistas de los cuadros de Dalí, sólo por el puro placer de despistar a los personajes, de que crezcan en mi ausencia y maduren sin mi mano protectora… para encontrarlos ansiosos por mostrarme sus logros, por sorprenderme con sus andanzas… así hasta llegar al fin de sus días, cuando sus bocas no tengan nada que decir y no me necesiten. Cuando vivan y muera por mí, con la misma intensidad que yo lo hago con ellos.
 
     Y después sólo después… despertarme un día siendo Eva María Sánchez López.

martes, 26 de octubre de 2010

LOS PLACERES DE LA CARNE

     Este año le estoy dando a la aguja, !no penséis mal! acompañada de hilo y es que he recuperado una de esas cosas, que te enseñan de pequeña, que es coser. A mi madre le gustaba coser, vienen a mi memoria, vestidos infantiles en tres tallas diferentes, disfraces desde el traje de chulapa hasta de fresón, bolsos, mochilas... . En mi caso, mi aventura es mucho más humilde, son broches, sencillos y resultones.

     Quiero presentaros uno de ellos, que nació de los placeres de la carne, en este caso, de la carne a precio de mercado, con salidas y domicilio, con elegancia y discreción y descuentos los días del espectador... y no hablo del cine.



     Y me he acordado de Caye, la protagonista de una canción de Manu Chao y de la película de la que era su banda sonora. E inmediatamente ha venido a mi mente otra Caye, a la que no conocí, pero que en muchas ocasiones ví. Ahí os la dejo, deseándonos buenas noches.


CAYE

     Frente al espejo comenzó a arreglarse: sus ojos verdes acentuados con una sombra malva, sus pestañas rizadas hasta lo imposible y sus labios carnosos de carmín, resaltaban su piel morena. Se vistió despacio: una camisa entreabierta, unos pantalones que marcaban las caderas y unos zapatos de tacón, conformaban el conjunto. Sin desearlo, estaba guapa.
     Miró el reloj, tenía que pensar en irse, de lo contrario llegaría tarde a su cita. Durante el trayecto en el metro, recordaba su tierra y a sus padres, a los que tuvo que convencer con mil argumentos para que consintieran en dejarla cruzar el charco y venir a Madrid, a intentar cambiar su negro destino.
     Llegó a la estación: LAGO. Las copas de los árboles se mecían en el aire, era septiembre, la noche estaba tranquila y había poco tráfico. Se detuvo un coche, su ocupante hizo un guiño; ella sopesó la situación y tras un breve vistazo, se decidió y subió al coche.
     Sabía que lo que vendría después no duraría mucho; mientras su cuerpo trabajaba, sólo podía pensar en esa negrura que no la abandonada

miércoles, 20 de octubre de 2010

LA COMUNIDAD

   Me encanta mi comunidad. Rectifico, me gustan algunos de mis vecinos. Llegar a casa y encontrarte gente dispuesta a echarte una mano con una puñetera pieza que no hay forma de encajar, con una llave Renault poseedora del secreto de la dichosa pieza, es un lujo. Esto acaba de ocurrir.





Aunque siempre superable, sin ir más lejos ayer, donde descubrí unas cervecitas a la luz de las estrellas, con algo de frio, eso sí,  que fue mitigado con el calor de unas brasas y toda una oda al colesterol:¡Viva la panceta, el chorizo, la morcilla, los churrascos y la salsa chimichurri!; aderezado con buena compañía y trufas de postre. Gracias S. y J., R. y C. ¿Cómo no me van a gustar mis vecinos? Y si no, mi hada madrina, vecina también, que me cuida, mima; a partir de Enero jugaremos a ver quien de las dos tiene más regalos franceses;  y su hijo, que fue alumno mio, proyecto de hombre en estos momentos, que juega a ser mayor cuando habla conmigo.

   También hay otro tipo de vecinos, algo siniestros, como Andrés, al que conocí en mi barrio, en mi adolescencia. Sus ojos negros te miraban fijamente cada vez que pasabas por su portal, aparecía y desaparecía a temporadas, con el tiempo supe porqué. Os dejo su historia.

ANDRES

   Madre dice que no diga tonterías, que me deje de pamplinas, pero yo se que soy hermano de Felipe, que de pequeño me abandonaron y madre me cuidó y me sacó adelante, que mi verdadero padre es Juan Carlos. A madre no le gusta que diga esas cosas, se pone triste, y es que me altero mucho si alguien me lo discute y a veces hago daño.

   Ahora duermo todos los días con madre, desde que han cerrado El Recreo ya no tengo que compartir mi habitación con otros; me gusta estar en el barrio, otra vez, han cambiado muchas las cosas, menos las escaleras de mi portal, me gustan mucho.

   Allí tengo todo lo que necesito. Me tranquiliza el olor de la madera vieja, pasar la mano por la superficie irregular de los escalones gastados, gritar mi nombre por el hueco para que las paredes me lo devuelvan, hacer preguntas esperando respuestas. La loquera dice que tengo que hacer lo que me guste sin molestar a los vecinos, que si se entera de que hago daño me llevará otra con los otros y eso no quiero.

   Hoy la he visto, tengo que enseñarle mi castillo, cualquier día se lo digo. Estoy bien, madre está más tranquila, aunque a veces mira buscando algo en mis ojos, me pone muy nervioso, y me dan ganas de pegarle, pero luego se me olvida todo. La quiera mucho.

   Nos hemos cruzado, mientras subía a su casa, bueno, ya no vive aquí pero viene a ver a sus padres, ella tampoco ha cambiado casi, lleva el pelo de otro color, eso si.

   He soñado con ella y esto es lo que le decía:
   -Dime algo que no le hayas dicho nunca a nadie.
   -No sé, Andrés, no sé que decirte.
   -Vale, entonces, ¿Quieres ver mi castillo?
   -¿Qué castillo?
   -Ven, ven, sígueme.
   -Es muy bonito, Andrés.
Y entonces me he despertado. Creo que es una señal, cuando la vuelva a ver se lo diré.

   Llevó tres días pegado a la mirilla. Vigilando para verla, madre me dice que no es bueno que me obsesione con las cosas, pero ella no lo entiende. No molesto a nadie y sólo quiero que vea mi castillo, ya está.

  
   - Ya sabes, es jueves, y voy al barrio a ver a mis padres. Quedamos otro día, ¿vale?
   - Vale, venga hablamos mañana y lo celebramos.
    Celia, colgó el teléfono. Tenía ganas de celebrar con sus padres el ascenso. No les había avisado para darles una sorpresa. Con una bandeja de pasteles en la mano, metió la llave en el portal. El ascensor recién puesto todavía no funcionaba, con las ganas que tengo de estrenarlo-pensó. Y es que no quería encontrarse con Andrés. Le conocía de toda la vida, no podía decir que le tuviese miedo, aunque si respeto. Desde que había vuelto, estaba más inquieto, cada vez que se lo encontraba evitaba mirarle a la cara, no podía soportar el sentirse observada, ver cómo le desnudaban esos ojos, y la cantinela de “dime algo que no le hayas dicho nunca a nadie, dime algo que no le hayas dicho nunca a nadie”. Su madre, una pobre mujer, siempre le disculpaba. Celia, mujer, tranquila, que es inofensivo, con la medicación está controlado-le decía.


   La ambulancia tardó en venir. El aviso recibido desde la emisora había dicho que se trataba de un 3-0-3.
   - ¿Se encuentra bien?
   - Muy nerviosa, agente, y es que todo ha sido tan rápido, que no sé como ha ocurrido.
   - Tranquila, es normal, siéntese y cuénteme
   - Verá, iba a casa de mis padres, suelo ir una vez a la semana, son mayores ¿sabe? Y …
   - Tenga, un poco de agua le vendrá bien.
   - Gracias. Es que ha sido todo tan rápido. Al entrar en el portal ya le he visto asomado por el hueco. Mientras yo subía por las escaleras, él decía mi nombre. Nos conocemos de toda la vida, sabíamos que no está bien, pero no era peligroso… Cuando he llegado al tercero, se ha puesto un poco nervioso y no paraba de decir que quería enseñarme su castillo. No sabía que decirle, he intentado tranquilizarle, pero insistía tanto… estaba fuera de sí… y
   - Respire profundamente, tranquila.
   - Pues.. con el alboroto su madre ha salido y entonces él me ha cogido por el cuello y un cuchillo ha empezado a decirnos que no estaba loco, que por qué nadie le decía la verdad, que dónde estaban sus verdaderos padres, que no quería hacerme daño, que sólo quería enseñarme su castillo… su madre intentaba calmarle, pero él cada vez se ponía más nervioso y entonces… no se cómo pero me ha soltado y se ha tirado por el hueco de la escalera…


   Aquí estoy bien, me gusta el suelo frío, me gusta ver las escaleras, no me gusta que madre llore, no me gusta que Celia esté así. Me gusta la paz que tengo, aunque no haya podido enseñarle mi castillo.

martes, 19 de octubre de 2010

LA VIDA ES CAPRICHOSA

Es mi frase.

   Ya no sé si la inventé o ya lo estaba y la hice mía, da igual, el resultado es el mismo: es una verdad como un templo. Y si no,¿ por qué no he podido ir a mi primera clase de teatro? ¿por qué alguien ha decidido morir en las vías de un tren, hoy? ¿Por qué he puesto una nota en un deportivo con  asientos de piel? ¿por qué invité a un desconocido a tomar café a casa? ¿Por qué un africano enseña a bailar salsa a una sudamericana?  ¿Por qué actúan los Lori Meyers por cuatro euros?  Caprichos, casualidades, señales... llamadlo cómo queráis, pero están ahí delante de vosotros.

   Ahí va la lista: De los visibles: el juego de café que jamás me hubieran regalado de no haber venido a Valencia; la cafetera con la receta secreta de la italiana E. la única ausente; las cucharas que después de dos años descubrí que hacían juego con los estores de la cocina; las tazas azules del cumple en el que todos decidieron regalarme bolsos, en un garito en Oporto; los posa vasos de Rodilla que automáticamente relaciono con las bizcoletas de Viena Capellanes (probadlas!); el universo "Hacendado" en forma de sacarina (pido royalties desde aquí), los pies de S. (soriana de un corazón enorme) a la que conocí cuando S. decidió volver; la tónica de A. y el móvil de G. (hermanas que me han enseñado lo que significa que te acaricien el alma), a las que conocí por S.; los pies de B. ( el hombre por descubrir) al que conocí por E; los pies de A. (un diamante en bruto)  la que conocí por E; los pies de E. (mi tocaya, hablamos el mismo idioma)  a la que conocí por V., los pies de S.(mi Amigo) al que conocí por AB, la taza de N. (la dulzura personificada) a la que conocí por E., el vaso con las hierbas ibicencas de cuando tenía otro estado civil, y en el anonimato la taza de A.(el que será mi profe de teatro, si otra muerte no lo impide), el palet de obra de barrio pijo convertido en mesa.

   De los invisibles: el éxito del fuego a pesar de las piezas que sobraron al montar la barbacoa y la hierbabuena seca, el chill-out camaleón, el postre de Ampa, la sesión de trivial, primero el petardo (regalado por petardas también)  y después el serio (regalo de los Reyes y de mis hermanas), el universo porno,  la picaresca española hecha verbo, las clases de salsa sin mujeres, la coña del mechero-ligón, el poder de Africa...

   Y después de todo esto, ¿quien se atreve a decir que la vida no es caprichosa? ¿qué los que compartimos horas, comida, risas, bebidas, juegos, conversaciones, proyectos, ideas, muchas ideas.... no somos más que caprichos?

  


jueves, 14 de octubre de 2010

MIS HOMBRES

  

 Tengo muchos hombres en mi vida, y esta noche me apetece hablar de ellos. No tengo hermanos,  he estudiado en un colegio de monjas,  asi que mi relación con ellos ha sido tardía. Amigos, amigos, lo que se dice amigos, llegaron en la facultad, y a día de hoy, puedo decir que tengo muy buenos amigos, algunos los veo más que a otros, pero todos están presentes en mi día. Hoy sin ir más lejos, V. y A. me han dado los buenos días y me han puesto al corriente de sus fines de semana-puente, con ellos hablo a diario. Con V. me río un montón, aprendo muchas cosas aunque él lo dude. A A., la timidez le puede, aunque no le impide mostrarme su mejor yo.

   Luego está P.,  la voz de la experiencia, con frases tan geniales como: "mi hijo me ha enseñado dos frases en inglés que me sirven para todo: "I don´t speek english" y "Oh my God, I can´t believe it", no se si ha sido la pronunciación o la explicación de la segunda frase, la que me ha producido un ataque de risa. Está S., ya no comemos juntos, ha vuelto a su/mi ciudad de origen, pero seguimos teniendo nuestras charlitas y nuestras preguntas sin respuestas.  P. me gusta por haberme hecho participe de su universo soñador,  darme un par de alas y un hueco en su web. A C. le veo poco, (nos debemos una comida) aunque como buen mafioso está vigilante y es un diamante que brillaría más si estuviese en Argentina.  JL. me gusta también, por los pecados de la carne y sus silencios.

   De los más importantes, JS, el que me dió de la vida, el que sigue buscando la forma de acercarse a unas hijas sin madre. Y K, mi panadero, el mejor para la mejor.  Y V. la experiencia hecha un grado y la falta de vergüenza para llamar a las cosas por su nombre. Y L. y su melancolía italiana. Y T. con su chulería madrileña. Por no hablar de R. con su verborrea policial. M. el que quería trabajar en la trabajadería y M.A. con su tranquilidad a prueba de bomba, JL. el que mejor combina la ropa y B. el más cariñoso, mi ahijado.

   Muchos, muchos hombres tengo en mi vida y no los quiero perder. Va por ellos, esta historia de la que son protagonistas en abstracto.

UN PAR DE NARICES

   He conocido muchos hombres. No ha sido tarea fácil. Les he dedicado tiempo y energía... era mi trabajo. Nunca imaginé que acabaría haciéndolo. Los comienzos fueros duros: me faltaban tablas, no conocía el universo masculino en su totalidad y me implicaba demasiado con los clientes. Aprendí de manera paulatina, mis maestras me guiaron durante los meses del adiestramiento, enseñándome las técnicas necesarias para satisfacerlos. Recordándolo sonrío. Lo más difícil, siempre fue conseguir que el cliente exudara voluntariamente, es decir, sin necesidad de mi intervención; en mi larga carrera sólo lo ví en dos ocasiones.

  El procedimiento no era igual para todos, se establecían a priorí unos parámetros en los que ambos pudiéramos movernos con naturalidad, de modo que la materia prima obtenida fuera de la mejor calidad. Les sometía, desde la primera cita, a un imperceptible cuestionario para conocer mejor sus preferencias y así facilitarme el trabajo, con el tiempo conseguí óptimos resultados en apenas unos minutos. Me tomaba muy en serio mi trabajo. Siempre me tacharon de perfeccionista. Y es que... mi trabajo me gustaba.

  A mis sesenta años, puedo presumir de tener la mejor colección de aromas masculinos, referente mundial en la elaboración de la gran mayoría de perfumes y aguas de colonia. Mi labor y el de todas mis compañeras durante todos estos años, catalogando el aroma de los hombres, jamás ha sido reconocido por la sociedad, desconocedora de nuestro trabajo de campo, riguroso y serio acerca del universo olfativo masculino.






martes, 12 de octubre de 2010

EL MAR CASERO


  

 Aquí estoy en casa, viendo como cae la lluvia, que siempre queda muy bucólico. Ayer fue un día extraño, pasado por agua también, pero en forma de clase de aquaerobic, con una novedad  y es que un chico se ha atrevido a probar nuestras clases, no le doy más de un mes dando saltitos al ritmo de la música. El caso es que cuando iba para la piscina, casi me atropellan, faltó un pelo para que no pudiera acudir a mi cita. Con el susto en el cuerpo y las piernas temblando llegué al vestuario, me cambié y en una vez en el líquido elemento, mi cuerpo se tranquilizó por completo.

   Hoy, me he estado peleando con la lavadora, la muy ingrata, ha decidido estropearse en la fecha límite de la garantía, ha decidido probar mi paciencia, con una pieza de la puerta, ¿cómo se puede arrancar de cuajo, el mecanismo de apertura? pues sí, ya os digo que se puede arrancar y añado: ¿cómo un mecanismo aparentemente fácil es como el cubo de kubrik?. Después de conseguir unir la pieza y montarla, hay algo que falla y no se cierra la muy puñetera. Mañana seguiré metiéndole mano. Y después de esta historia, os contaré otra, como no relacionada con el agua.

EL MAR CASERO

Todo está en calma, es de noche. El rumor del agua apenas se hace audible. En el horizonte de la ventana crece el día y se produce el mar casero. Como en la desembocadura de un río, el agua dulce de manera lenta, tranquila, constante entra en el contacto con el mar, allí la reciben sus habitantes, girando, dando vueltas, arriba, abajo, derecha, izquierda, más vueltas.
De repente la masa de agua queda en calma ¿qué ocurre?. Sus habitantes perplejos apenas se mueven, el líquido que los contiene no tiene actividad. Algo cambia, una gran sacudida los agita bruscamente, ¿es un maremoto?. No, es diferente, de nuevo una entrada de agua los invade con fuerza, provocando otra vez una sacudida en sus cuerpos, estableciéndose una lucha por mantener el equilibrio y sin embargo, siguen dando vueltas, más vueltas, remolinos, giros centrípetos….
Silencio. Un clic metálico indica el final, la lavadora ha terminado su programa

viernes, 8 de octubre de 2010

MI ALTER EGO

   

Cuando me preguntan por mi alter ego (Tafim), suelo contestar que es un nombre inventado de la bailarina de danza oriental que durante una temporada quise ser...y en parte es así. Aunque la verdad verdadera (si es que existe), es que nació de un juego, tomando café en el Círculo de Bellas Artes, con un compañero de criminología que acabó siendo ex. El juego muy sencillo, sobre una servilleta escritas al azar: letras y vocales y una invitación: Elígete un nombre. Yo elegí TAFIM, una de las protagonista de la historia que os cuento a continuación.. y la historia apareció entre los vapores de los Baños Arabes,  cercanos a la Plaza Jacinto Benavente, de Madrid.

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

Tenía calor, mucho calor, su pelo empapado caía sobre sus mejillas causa de la humedad, el ambiente le calaba. Le gustaba esa sensación, quizás era que no había conocido otra cosa. Se crió en el harén, con el cometido exclusivo del hamman.
El olor a aceite, el ruido del agua y la luz tamizándose por las celosías formaban parte de su paisaje diario, a veces tenía la sensación de encontrarse en un gran decorado, descubriendo en cualquier momento su irrealidad, aunque también sabía que llevaba demasiados años para creerlo.
¿Cuántos años tenía? ¡Cómo saberlo ni si siquiera conocía la fecha de su nacimiento! ¿veinte? ¿diecisiete? Su pecho no desarrollado, apenas del tamaño de mandarinas, su pubis ligeramente velludo, no eran factores determinantes para asegurar con certeza su edad.
Pero ¡qué estoy pensado, con las cosas que tengo que hacer! Preparar los afeites, calentar la pileta del vapor, la túnica, los abalorios.... demasiadas cosas. ¡Despierta!

Apareció desnuda dispuesta a dejarse hacer, acarició su cuerpo con el agua caliente, notó como sus poros se iban abriendo; era la parte que más le gustaba, sabía que ahora tendría que introducirse en la pileta de agua fría: su piel adormilada antes, ahora en tensión, sus músculos contraídos al máximo. De nuevo envuelta en el calor húmedo del vapor relaja todos sus sentidos y sueña...
Tafim se acerca suavemente, intenta no hacer mucho ruido, pone la mano sobre su hombro y le susurra que ya es la hora, debe acabar el baño. Unos ojos negros la miran fijamente y la siguen hasta el diván. Allí envuelta en los efluvios del aroma a  jazmín, encuentra unas manos que recorren la espalda, como un pequeño ejercito ocupando toda su superficie.
Los dedos fuertes, sabios buscando los rincones donde se hacen necesarios, útiles para el descanso y relajo de músculos, vértebras, nervios...A pesar de ser un recorrido de sobra conocido, siempre cambia, encontrando alguna sorpresa en su camino.

¡Cómo le gusta el tatuaje que porta! Esa media luna con el símbolo del sultán, del tamaño de un dátil, en el inicio de la nuca y cubierta por el nacimiento del pelo. Desea tanto tener uno así. No es el efecto arrebatador que produce lo que quiere, sino lo que significa: formar parte de ese grupo de mujeres a las que dedica toda su existencia.
Cuentan sus antecesoras como una de ellas consiguió llegar a ocupar el lugar más privilegiado: ser la favorita del sultán. Pero de eso hacía demasiados años, sólo una historia, nadie vivo que pudiera afirmarlo o desmentirlo. Quizás un sueño que había ido forjándose en real a largo de décadas.
La tensión de las muñecas la hizo volver en sí, llevaba demasiado tiempo dando el masaje, era hora de acabar. Con la suavidad del paño de algodón caliente arrastrando los restos de aceite finalizó. La ayudó a incorporarse y a cubrir su cuerpo con la túnica de seda verde esmeralda.

¡Alá, bendiga esos dedos! Una sola de sus caricias hace despertar en mi los más ardientes deseos. Si el sultán me tocara así, sería capaz de alcanzar la séptima puerta.
Siguió dejando trabajar esas manos, abandonándose al éxtasis que le producían. Notó el tejido del paño, sabía que todo había acabado, la parte que más le llenaba del día, terminaba. La miró agradeciéndole sin palabras todo su trabajo, unos ojos almendrados y una sonrisa picarona, dieron su aprobación.
El sonido del “almohacin” llamando a los fieles puso la nota final al baño. Con las manos extendidas hacia Tafim, deja que las dibuje con henna, decorándolas profusamente.

Es curioso que todo lo que ocurre en mi vida es fruto de mi pasividad, siempre dejo que me hagan: que me despierten, me bañen, me alimenten, me dominen en la cama....no soy dueña de mi destino, eso lo se; ni siquiera señora de lo más elemental. ¡Me gustaría tanto ser por un día, como ella!, sabiendo que una vez cumplidas las obligaciones puede elegir qué hacer.
Envuelta todavía en los vapores del agua, Tafim se afana en guardar de nuevo los utensilios. En su mente solo una imagen: el negro del tatuaje
¿Cómo corresponder a todos sus cuidados? Se debate entre el saber que forma parte de la manera en que se gana el sustento y la remota posibilidad de que disfrute mientras trabaja. Lo ha visto en sus ojos, a veces la sorprende sonriendo con tanta facilidad....
Piensa cuidadosamente la manera de responder a todas las atenciones recibidas hasta ahora  y sólo encuentra una solución: es su cuerpo, lo único que posee, el instrumento elegido.
El resto del día lo dedicó a idear la forma de llevar a cabo la ofrenda. Se preocupó de hacer una inspección en el ala reservada a las esclavas y como si de un general antes de un combate se tratase, examinó el terreno buscando los puntos a favor y en contra.
La estancia que ocupaba Tafim, estaba al final del largo pasillo, sin duda, facilitaba la intimidad y la huida rápida en caso necesario. La forma de penetrar en el recinto le preocupaba más, pasar sin levantar sospechas, de otro modo dificultaría su cometido. ¡Un disfraz!, es la clave. Se haría con una de esas túnicas oscuras en la hora del baño y uno de esos pañuelos de aspecto tosco para cubrir su larga caballera.
¡Estoy orgullosa¡ Por fin soy dueña de mis actos y de sus consecuencias. A decir verdad, soy una gran estratega, no he dejado ni una sola cosa al azar. De algo tienen que servirme las interminables partidas de ajedrez con mi señor. Se descubrió canturreando.

En el bazar no cabía ni un alfiler, sorteando a unos y a otros, alcanzó al vendedor ambulante.
   - ¡Alá te proteja¡ Tafim
   - A ti y a los tuyos, Melthiab.
   - ¿Con que esencia de mi humilde comercio vas a sorprender a la sultana?
   - Es increíble, siempre adivinas mis pensamientos. Quisiera una esencia tan dulce, como la vainilla, pero más sorprendente.
   - Tengo lo que buscas y a un módico precio.
   - Hoy no tengo tiempo de regatear, lo que me digas, te pagaré.
   - Esta bien. Has de saber que me dejas sin unas de las tareas más placenteras de mi humilde labor.
Gracias por comprenderlo.
   De camino, iba oliendo el perfume que Melthiab le había dado. Unas notas de canela, clavo y una pizca de hierbabuena componían tal sugerente esencia. Imagina la aprobación de la sultana al dejar empapar sus cabellos con ella.
   Tumbada en la cama intenta conciliar el sueño, en su cabeza solo hay espacio para el aroma de la esencia adquirida. No puedo resistirse a probarla en su propio cuerpo. Se desnuda lentamente y comienza a empapar sus cabellos, sus axilas y su pubis con tan ansiado líquido. Se encuentra distinta, inmensamente más bella. Por un momento ocupa el lugar de la sultana e imagina.

   El pasillo no lo recordaba tan largo y oscuro, hasta ahora tiene suerte, ni un solo ruido ni una sola presencia han salido a su encuentro. Al alcance de su mano, tiene la puerta.... ¿Y si está despierta? ¿Y si la asustó y grita? .No puedo abandonar, es algo que desea hacer. Se anima.
    Deja deslizar suavemente la bisagra y penetra en la alcoba. Un olor intenso y desconocido satura sus fosas nasales. Ella duerme.
   Me acercaré con cuidado, no quiero despertarla, todavía no. El aire está impregnado de ese aroma que no la deja pensar con claridad, va hacia ella, escucha su respiración, observa su cuerpo desnudo descansando, decide acostarse a su lado, quiere sentirla cerca, roza su pelo con las yemas de los dedos. No quiere ser descubierta.
    Tafim no advierte su presencia, se hace fuerte. Todavía con las yemas de los dedos recorre su espalda, sus glúteos, sus piernas. Quiere más. La induce a cambiar de postura, lo consigue, la visión es espectacular, necesita estar más cerca, las yemas no le sirven, con el dorso de las manos realiza la expedición: los brazos, clavícula, senos, vientre, pubis, piernas.... se abandona a sus sentidos. De pronto se detiene, nota su respiración más agitada, no quiere que la encuentre allí. Continúa, no puede controlarse, ahora recorre su cara redonda, su frente pequeña, sus ojos, sus infinitas pestañas, sus labios carnosos...... ¡Cómo no probarlos! Se aproxima, los lame, los mordisquea y ellos aceptan la ofrenda entregándose con pasión.
   Los cuerpos se entrelazan, los brazos y piernas se enmarañan, los poros de su piel expelen sudor y satisfacción. Ambas han alcanzado la séptima puerta.
  


jueves, 7 de octubre de 2010

BUSCO A NACHO




   Os presento a Nacho. Nacho, lleva conmigo desde el 2005,  lo parí en Madrid,  mas bien Getafe, cuando iba al Centro de Poesía José Hierro las tardes de los miércoles. Ya os dije, que la Caja de Pandora se había abierto.... y ahí está, el primero que quiere salir, que lleva ya mucho tiempo en el armario.

   Nacho, me gusta mucho. Tanto, que creo que el origen de Regala Historias (https://www.regalahistorias.com/) está en él, en su carta.  Hechas las presentaciones oficiales, ahí dejo su historia y mi deseo: encontrar otros Nachos.

NACHO

 "Mi amor, hoy es la primera vez que utilizo este viejo sistema de comunicación, la primera y última. Acierto pensando que conoces mis motivos, pues en ti encuentran su origen, adivino tu cara en estos momentos con tan solo leer las primeras líneas, por favor, regálame un poco de tu tiempo y tu paciencia, amiga, al menos tu paciencia....No es fácil ¿sabes? Sentirse atrapada en el cuerpo de una mujer cuando ansías ser hombre. Quizás no lo comprendas, pero has sido tú, María, sin duda el origen de  la gota que ha colmado mi vaso para darme cuenta, para sentir realmente lo que soy: un hombre. Y desde esa nueva perspectiva te escribo, te nombro, te sueño, te deseo y te olvido.
   Todo te lo debo a ti...Y adivino en tu cara un gesto de desdén,, por favor no seas sarcástica,  y sigue leyendo.. No te voy a recordar ahora cuando tiempo hace que formas parte de mi mundo, aunque si te diré como tu  amistad acabó dando paso al deseo y posterior amor. Hasta para eso soy hombre, primero apareció la impaciencia de sentir tu cuerpo contra el mío, buscándote en despistes ocasionales, palpándote en probadores minúsculos...luego mucho más tarde el corazón, desbocándose sin control cuando te veía a lo lejos, anticipándote, celebrándote con ansía....
   Hasta el final de mi camino, hoy, a pocas horas de mi ingreso en el Hospital, en cuyo  veré la luz ququirófanoe me rescate del túnel en el que he vivido durante estos años. Un poquito, apenas un foco, ni siquiera pido un cañón como esos de los espectáculos. Un poquito para vivir con un cuerpo nuevo que la naturaleza me negó, para consentir ser uno en cuerpo y mente, para llegar a tu puerta y poder decir bis a bis y si tú me lo permites lo que te quiero y deseo.
   Hasta pronto,
               Hombre"

María dejó caer la carta entre sus piernas, los mocos y lágrimas apenas le dejaban respirar, no estaba segura de lo que había leído. Tenía que serenarse. Necesito una copa-pensó, y cuando se me pase el sofoco volverla a leer.  Fueron cesando los hipos y nublándosele la vista por el alcohol hasta perder el control. Nunca volvió a leer la carta.

Llegó a la hora convenida, de su mochila salieron con prisa: pedazos de acero, plástico y papel, convirtiéndose en una práctica mesa con silla incorporada y su identificación sobre ella. Le gustaba que su lugar de trabajo estuviese en orden y a punto. Allí estaba, en uno de los paseos más concurridos de El Retiro, al pie del cañón,  a pesar de ser uno de los inviernos más fríos que se recordaban; dispuesta a encontrar un cliente o que éste la encontrase, como siempre sucedía.

 Clara, se limitó a ver los cambios en su “oficina”, el frío había dejado su huella, helando todo a su paso. A lo lejos se acercaba un grupo de jóvenes, sabía que pronto tendría guasa. Se limitó a pasar inadvertida. Alguien se acercó, tomando asiento.
-         Buenas tardes
-         Buenas, ¿qué desea?
-         Umm.... una carta ¿no?

    Advirtió la sutil ironía, tomando la decisión de ser hiriente en sus preguntas a modo de venganza. Comenzó la batería de preguntas necesarias para hacerse una idea del tipo de cliente y carta que debía redactar. Bastaron un par de ellas para que su intención inicial desapareciera. Utilizó la técnica de la empatía que tan buenos resultados le daba y comenzó a escribir de manera automática. Apenas levantaba la vista del papel para ver como unas pestañas interminables preguntaban con urgencia: ¿puedo leer ya?

    Tardó unos segundos más en levantar la vista, esta vez de manera definitiva. Nacho tomó entre sus dedos la carta y comenzó a leer: “Mi amor, hoy es la primera vez que utilizo.....”


miércoles, 6 de octubre de 2010

LA CAJA DE PANDORA

   Estoy en casa, floja, medio drogada por la amoxilicina (o será efecto placebo?), el caso es que la Caja de Pandora se ha abierto, así sin más, de un día para otro, entre que hace una semana estuve moviendo muebles y hoy me han removido a mi, lo inevitable ha sucedido. Asaltan a mis ojos folios escritos con historias, ideas cogidas al vuelo en la libreta que E. me regaló en mi último cumpleaños, con el boli que un día me regaló J. y medio adormilada recupero fotos de otros tiempos. Ayer como estaba nerviosa, me dediqué a hacer fotos (si, es lo que tienen los móviles última generación) de las dedicatorias que tenía en muchos de los libros que me han regalado. Ayer empecé por la que más cariño tengo, quizás por eso mismo, por no tenerla. Y hoy, me apetece recuperar una de hace tiempo:conocidas de infancia, amigas de adolescencia y mujeres hechas y derechas hoy en día. Sigo sabiendo de ellas, por una "amiga,ex-amiga,amiga,ex-amiga,amiga,ex-amiga,amiga". Y me ha entrado morriña de cuando hacíamos cabañas en higueras, cuando nos peleamos con uñas y dientes con los chicos de la urba, cuando nos íbamos andando a Villa o en moto, haciendo unos cuantos viajes, cuando moneamos en el pilón (nunca un trozo de césped vivió tantas cosas), cuando íbamos descubriendo nuestro lugar en el mundo (si, lo sé, tiendo a la tragedia, eso si griega, que es algo más animada). Pues eso, que ahí dejo la muestra y quizás la miguita de pan, para que de nuevo vuelvan a estar en mi día a día.


   La Caja de Pandora tiene un efecto demoledor, de hecho creo recordar que la mitología griega la hace responsable de todos los males de la tierra, bueno, como existe San Google, podéis comprobar con un click si es así o no. A veces comparo su apertura, con la moda,!Sí! !Cómo lo ois! o acaso la moda no la meten en una caja, la dejan un par de años y !voilá! la vuelven a abrir y todo lo que allí se encontraba vuelve a la pasarela y si encima le añades la etiqueta "vintage",  te conviertes en lo más de lo más. Así somos, necesitamos tiempo para volvernos a fijar de nuevo en las cosas (peazo frase filosófica, eh?).


   Aquí lo dejo, no sea que el virus filosófico se manifieste bajo los efectos de la química.

martes, 5 de octubre de 2010

GUION DE UN CAFÉ

  
Mañana es un día importante para mí y tengo miedo. De camino a casa, me he acordado de ella, de cómo la conocí y cómo en tan poco tiempo pude aprender tanto de la vida. He recordado sus pestañas, sus ojos grandes, su acento extranjero y su palmera, esa que tampoco está, aunque si su recuerdo. Comparto su dedicatoria en las últimas navidades juntas y mi pequeño homenaje. 

GUION DE UN CAFÉ.
   Cámara fija en la barra de una cafetería de barrio medio, con decoración profusa, mesitas que invitan al almuerzo y a la charla de grupos de mujeres a la salida del gimnasio o de la compra, sorprendentemente limpio.

   Dos hombres hablan en una cafetería de la salud del ausente, sintiéndose aliviados de no ser ellos quienes sufran su dolencia, dando gracias a no se sabe qué por no haber sido elegidos por la enfermedad, celebrando entre vinos su buena salud y repitiéndose: "...si es que no somos nadie, !joder!, nos puede pasar a todos, tenemos que disfrutar el momento..."Frases vacías de tanto repetirlas.

   Un cliente los observa curioso, hace amago de intervenir en la conversación, duda, carraspea para aclarar la voz, pero se repliega, fundiéndose nuevamente en la lectura del libro. Ya no puede prestarles atención, su cabeza se dispara y se ve acosada por recuerdos recientes. Hace ya dos meses que conoce la fatal noticia, lo ha asimilado con normalidad, sus compañeros de trabajo se sorprenden y hacen aspavientos. Para ella, sólo es una vuelta más de tuerca, volver al mismo camino que había dejado hace dos años. Nos hacemos tan cómodos, piensa ¿cómo imaginar que podía volver a suceder, con los buenos resultados de los últimos análisis?

   Su enfermedad, mejor dicho “su dolencia”, como le gusta decir, produce extraños efectos a su alrededor. No saben cómo tratarla: se debaten entre el excesivo cariño y la indiferencia. A veces tiene la impresión de ser invisible, que huyen de su lado para evitar saber lo que su cuerpo sufre, tener que ser testigo de su decadencia progresiva... ¡qué bien se vive en la ignorancia!

Se lamenta por saber demasiado, no quiere conocer cada una de las fases por las que tendrá que pasar de nuevo, no desea recordar los temblores, el dolor de riñones, los vómitos incontrolados, su cuerpo tensionado al máximo.

¡Basta!, ¡Basta ya! Repite. Su monólogo interior se hace insoportable.

Vuelve al libro; el párrafo que comienza a leer la sumerge en otra realidad mucho más llevadera. Está intrigada con la historia de amor, que tan bien sabe narrar su escritora favorita, Almudena Grandes. Y nuevamente pierde el interés, comienza a pensar en las diferentes formas de amar que ha conocido por ella y lo extraño que a veces resulta el sentimiento del amor...
Se remueve en la silla, buscando de nuevo la concentración para llenarse de los aires y playas de Cádiz. “Los aires difíciles”, así se titula el libro. Personajes alejados de sus ciudades de origen, buscando respuestas a sus vidas...como ella.

Cierra el libro, con un gesto llama al camarero, le pide la cuenta; Se levanta, paga su café y le regala una sonrisa. Sale a la calle con un único pensamiento: Un día más está en el mundo de los vivos.


EL COMIENZO

  



 Si, mi nombre es Eva, como la primera mujer, la del pecado original. Y aquí será donde purgue en lugar de mis pecados, mis historias, las que se corretean por la mente, las que tecleo entre mis dedos cuando las creo y las que espero cobren vida en este rincón.


   El origen del blog, fue una página web, hoy sin contenido pero con alma. El site creció por otros caminos y otras almas entraron en juego, el origen se fue diluyendo hasta casi desaparecer. Y es aquí, donde se encuentra el germen, con otro nombre, con la misma ilusión y con las mismas ganas de seguir escribiendo historias, propias y ajenas (por encargo), donde el protagonista puedas ser tu.
© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall