domingo, 7 de agosto de 2011

LA COCTELERA

Perlas del fin de semana:
"Era un atuendo aceptable, según todas las normas  teológicas y geométricas, aunque resultase algo abstruso, y sugería una rica vida interior"
"¿Cuánto vais a tardar? Aproximadamente: poco tiempo"
"A Alcobendas les mandaba yo en bicicleta"
"Si estuvieras aqui, te mataba"
"Para mi perder la cabeza, es tomarme la vida en serio"
"Vamos a hacer la prueba de la carta, leela..."
"Supe lo que era una almorrana, con una canción de los Mojinos Escozios"
"¿El coral es un color?"

viernes, 5 de agosto de 2011

LA LISTA DE LA COMPRA

   El es así. Le gustan los supermercados y tomarse su tiempo para hacer la lista de la compra. No conozco a nadie más que presuma de ello. Disfruta contándomelo. La lista la hace los viernes por la tarde, se sienta enfrente de la nevera y comienza el ritual: la abre y la cierra, buscando aquello que le falta, para poder tomar nota. A continuación, hace lo mismo, con el resto del mobiliario de la cocina. Me dice muy serio que tiene suerte de no tener una cocina muy grande, ni trastero, si no esta operación le llevaría horas.

    Con la lista de la compra escrita en una hojita de papel reciclado (es defensor a ultranza de la moda del reciclaje). Se dirige con alegría al centro comercial, cambiando su vehículo por el carro. Ahora le brillan los ojos, describiéndome la sensación de conquista que tiene, cuando avanza por los pasillos llenos de productos, y toma uno que no está en su lista, para darle una oportunidad y llevarlo a casa. Mi cara evidencia sorpresa. Me pregunta y le digo que mi experiencia en las grandes superficies se aleja bastante de la suya, que es menos placentera.

    -Anda, no te vayas a creer que siempre es así, eh?- me dice. En ocasiones, no tienen el producto que tengo en la lista, cuando otras veces lo he comprado en el mismo lugar. Y en esos casos, no me queda otro remedio que mandarles un e-mail al departamento de atención al cliente.
    -¡Ah! ¿Pero eso se puede hacer?- pregunto atónita.
    -¿Nunca lo has hecho?- pregunta más atónito que yo.

    Le contesto que jamás se me hubiera ocurrido hacer algo así, que si no encuentro algo, lo busco en otro lado y ya está. Se toma su tiempo, respira profundamente, me mirá con benevolencia, como perdonándome por no conocer los secretos de las grandes superficies. Y me explica, que efectivamente, existe una dirección electrónica de atención al cliente, donde él, en un tono muy correcto, les informa de su lista de la compra y de los productos en concreto que no ha podido adquirir y la fecha en la que los adquirió recientemente en ese mismo lugar. Me explica, ante mi batería de preguntas, que sus e-mails suelen ser largos, que se molesta en transmitir al departamento en cuestión, su insatisfacción como cliente, cuando eso ocurre; para que tomen buena nota de ello y en el futuro mejoren su calidad en el servicio.

    No puedo evitar reírme. Le digo que me imagino al típico empleado del citado departamento, abriendo el correo y diciendo en voz alta.- ¿Adivinad quien ha escrito? -!No me digas más!- el colega de la lista, ¿a qué si?- contestando el compañero.- Algún día le tendremos que responder, ¿no?

    Le está cambiando la cara, primero ha sido una mirada que traduzco como:"pero tú que sabrás”, ahora es diferente, se ríe, le ha hecho gracia mi conversación entre empleados. Nos reímos, miramos el mar, y me dice:
   - ¿Sabes? Mañana es viernes... tengo que hacer....
   - LA LISTA DE LA COMPRA- respondemos al unísono.




miércoles, 3 de agosto de 2011

EL BASURERO

Recupero una de mis historias de hace tiempo, en concreto, la seleccionada en el último maratón literario al que asistí....a  long time ago.. que dirían los ingleses.La frase en negrita era la que nos daban escrita, el resto cosecha propia, of course.

  Qué algunos de vosotros, so pasmados, lo registren! ¡ Y los demás subid a por el… bote de vaselina!” . Todavía retumbada en su cabeza la frase, quince años después de la noche en que cambió su vida.
Ahora tenía una vida tranquila, sin sobresaltos, de vez en cuando alguna pesadilla le hacía volver a los pasillos largos, las noches frías, el olor del colchón, la suciedad del pijama…
   Se levantó con dolor de cabeza, la noche anterior le había tocado soñar o mejor dicho revivir de nuevo su ingreso. Tenía un nudo en el estómago, se tomó un almax intentando que el protector estomacal se extendiese por el resto de su organismo hasta llegar a su alma. No ocurrió.
   Con la mala noche que pasó, no descansó y a pesar de no tener que trabajar se levantó temprano, se encontraba nervioso, intranquilo, sintiendo que tenía que hacer algo sin vislumbrar lo que podía ser…y allí estaba el portátil invitándole a conectarse con el mundo exterior. Navegó durante horas por la red, dejándose embaucar por los links más llamativos, apenas comió, pendiente de la búsqueda de antiguos alumnos de su instituto.
   No supo explicarse el impulso que lo llevó a hacerlo, simplemente esperaba ansioso el resultado. Aparecieron gran número de páginas que contenían la información, respiró con satisfacción, se quedó mirando la pantalla idiotizado.
Decidió iniciar una nueva búsqueda, tecleó las primeras letras, dudó entre dar al SUP o al ENTER, optó por esta última. No había marcha atrás. Lo vio, fueron segundos más que suficientes para comprobar que su bestia negra seguía existiendo. No tuvo más valor, apagó el ordenador con rabia.
   El resto de la tarde la pasó vegetando, sus neuronas se negaban a guardar en el cajón de los recuerdos lo que sus pupilas habían visto. Sabía que tendría que volver a leer ese nombre.
   Acordó que una copa podría ser una excelente compañera de viaje, luego pensó que una era impar y al menos cuatro era un buen número, además su número de la suerte.
   Los hielos apenas mantenían su forma, la boca algo adormilada eran síntomas claros de que había llegado la hora. Volvió a encender el ordenador e iniciar la búsqueda, esta vez sin dudarlo hizo doble click. Quince años después veía de nuevo el decorado de sus pesadillas ¡Tan nítido! ¡tan real!... Existía de eso no había duda. La maleza había acabado con el que en otros tiempos fuese un jardín exuberante, el camino de baldosas se había desdibujado y la escalera principal no lucía tan majestuosa. El tiempo había castigado su estructura como había hecho con su personal.
   Una extraña sensación de paz le invadió, aquello que durante tantos años había odiado y le había atormentado, haciendo olvidarse de lo que era, de su vida, teniendo que escapar de su patria, ahora lo tenía atrapado sin hacer otra cosas que mirar fijamente la pantalla, consiguiendo hacer llegar a sus pupilar a la dilatación.
   Allí estaba el Hospital Psiquiátrico infantil, en su país, Argentina, conocido como “El Basurero”, bonito nombre, pensaba con amargura, teniendo en cuenta que se trataba de una institución benéfica para que chicos problemáticos fuesen reinsertados en la sociedad productiva.
   ¡Menuda reinserción habían hecho con él! Cuántos malos tratos! ¡Cuántas noches en vela, esperando que el celador de turno, no se acordase de su existencia! ¡Cuánta rabia contenida! ¡Cuánto dolor!... la listas de “cuántos” era interminable.
   La Caja de Pandora se abrió y desató la tormenta en su interior, volviendo a revivir su estancia en “El Basurero”, durante tres años. Tres años en los que un joven con problemas de socialización, fue ingresado por unos padres preocupados, recibiendo un hijo convertido en un despojo, al que tuvieron que repudiar y enviar a España.
   -Allí lo acogerán, ellos comprenderán la vergüenza- se decían los padres intentando exculparse.
   Así fue, Federico, un chico algo tímido y reservado convertido en alguien irreconocible, un subproducto social.
   La bestia negra seguía en la pantalla del portátil cuando se oyó el disparo.

martes, 2 de agosto de 2011

AMOR PLAYERO

Besos furtivos, ojos vidriosos, piernas largas y bronceadas, cientos de piedras y el sonido del mar. Una ola viene, otra se va, una ola viene, otra se va.
Hamacas de colores, botes de crema, revistas de hojas hinchadas por la humedad. Una ola viene, otra se va, una ola viene, otra se va.
Cuerpos fibrosos, tangas imposibles, toallas de publicidad, neveras sin sandías. Una ola viene, otra se va, una ola viene, otra se va.
¿Tienes fuego? Si. ¿Tienes un boli? Si. ¿Puedo saber tu móvil? Si. Silencio. Una ola viene, otra se va, una ola viene otra se va.
¡Reacción!, ¡Risas!, ¡Acción! Y la pregunta: ¿Y me lo das? No. Risas al compás. ¿Y tu número? Si, claro que si. Una ola viene, otra se va, una ola viene, otra se va.

lunes, 1 de agosto de 2011

COSTUMBRES

   Casi todos los días me toca, sus manos recorren mi cuerpo haciéndome sentir vivo, sólo sus manos !para que más!. Mi vida es sencilla, siempre me tiene a su alcance. Soy sumiso.
   Me gusta la espera, me da placer saber que sin decir una sola palabra me buscará y me usará a su gusto. Sé que disfruta de mi tacto, de mi suavidad, sé que fuera de la cocina sólo seré un trapo.
   Sé lo que soy, un secamanos.

© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall