jueves, 14 de diciembre de 2017

STAR WARS


STAR WARS

Cajas y más cajas ocupaban la entrada del apartamento. Algunas perfectamente etiquetadas se agrupaban en la esquina derecha. Cada vez que Begoña entraba daba un traspié en alguna, acordándose de toda la familia de Amador.
Llevaban casi dos meses empaquetando sus vidas. Un piso grande era el culpable. A las cosas que se llevaron cuando se fueron a vivir juntos, sumaban las de los últimos siete años.
-Sí, claro hemos quedado como amigos. ¡Cómo vamos a olvidarnos de todo este tiempo! ¿sabes? Lo peor es decidir quién se queda las cosas… aunque Amador lo está haciendo muy fácil. Venga, luego nos vemos y te cuento.
Había pasado un mes desde la conversación y entre ellos se había instalado una viscosa sensación de agobio. Estaban condenados a compartir todavía el espacio. No habían encontrado un comprador tan rápido cómo pensaban. Los detalles que hasta ahora no tenían importancia ni molestaban, como dejar la cortina de la ducha sin estirar, se transformaban en ráfagas de ironía.
Begoña se ocupaba de gestionar los anuncios de los portales inmobiliarios. Cansada de no tener respuestas y viendo todos los días las cajas de Amador abiertas, tuvo una idea arriesgada. No lo consultó con él, cansada de sus comentarios sarcásticos.
Celebraron con recelo la venta de la casa y fijaron con el comprador la fecha de la escritura y la notaría. Begoña tendría que hacer entrega de lo prometido.
Acudieron juntos y puntuales a la cita. Cuando habían firmado todos los documentos, el comprador preguntó cuándo podría disfrutar de la colección de Star Wars. Se produjo un silencio denso, incómodo. Amador miraba a Begoña con un interrogante, ella trataba de calmarlo bajando la mirada, cuando eran pareja era un truco que jamás le fallaba. El comprador sólo esperaba a que le dieran su ansiado tesoro y desaparecer.
Amador se despidió del nuevo propietario de muy mala ostia, Begoña detrás suplicándole perdón en la escalera, en el ascensor, hasta en el coche y prometiéndole pagar la colección de la que le había obligado a desprenderse.

Ya en casa, Amador cansado de la cantinela de Begoña, rompe su silencio:
-Cállate, me aburres con tu mierda
-Nunca escuchas lo que te digo
-¿Eres sorda? ¡Qué te calles coño!
-¿Qué nos ha pasado? Éramos felices
-Me voy a dar una vuelta. No dices más que gilipolleces
-¡No te vayas por favor!
-Haberlo pensado antes de hacer lo que hiciste…

Amador coge sus llaves y su abrigo y sale del apartamento cerrando suavemente la puerta, las cajas de la entrada le impiden dan un portazo.

jueves, 23 de noviembre de 2017

RUMBERO





“La idea no es vivir para siempre, la idea es crear algo que si lo haga” – ANDY WARHOL

El sonido del móvil acabó con sus sueños. De su mesilla hacía tiempo que había desaparecido el despertador. Se levantó como un autómata: comprobó sus mensajes, sus emails, sus redes sociales antes de poner un píe en el suelo, estaba cansado de hacerlo día tras día, no le gustaba pero continuaba con la rutina.

Esa mañana en el trabajo alguien comentó en la pausa del café: “no somos más que muertos vivientes en internet”. Ramón se quedó pensando el resto del día en la frase.

 Fue de madrugada cuando se despertó sobresaltado con una idea: convertirse en el muerto viviente más rumbero, y ¿donde acudió? Pues a internet. Tecleó “cómo ser rumbero” y apareció la canción de Rubén Blades, leyó con interés la letra: “para ser rumbero, tú tienes que haber llorado, tú tienes que haber vivido, tú tienes que haber soñado, y haber reído, tienes que sentir por dentro, emociones dulces que agiten tu sentimiento, tienes que amar a la gente, y tener el alma tan clara cual sol de oriente, tú tienes que ser sincero…” Sonrió satisfecho, cumplía todos los requisitos menos el último.

Decidió que empezaría de un modo gradual: primero rehízo su curriculum en Linkedin rectificando su nivel de inglés y quitando que hablaba alemán. Luego revisó su perfil de Badoo, sustituyendo lo de “soy sensible y me gustan las películas  románticas” por “Amo a Jason Statham y sus películas”. Desechó la foto de cuando pesaba veinte kilos menos en su perfil de whastapp y la actualizó.

Después de ese ataque de sinceridad, tuvo otros, cómo cuando se encontró a la vecina del quinto y le dijo que su hija era fea como pie o en sus conversaciones de whastapp siendo honesto y abusando de emojis malsonantes lo que provocó airados comentarios entre los integrantes de los grupos a los que pertenecía..pero esa es otra historia.

Y por último en el Spotify, donde reclamó un lugar destacado para Rubén Blades por enseñarle a usar el camino de la verdad. 


El sonido del móvil acabó con sus sueños.

jueves, 16 de noviembre de 2017

RUMBA





   Todos los días muero un poco y no es merito mío, sólo se trata de una condición indispensable para cumplir la definición de "ser vivo". Y eso me iguala al resto.

   Lo que me diferencia y cada vez menos, es que me he convertido en un zombi. Ha ocurrido cómo suele verse en las películas de género, poco a poco, sin avisar, hasta convertirnos en legión. Empieza con una petición de firma en la calle contra los recortes y ¡Claro! lo haces. Luego sigue con una suscripción a una revista de tu interés, más tarde, con una radiografía de tu vida laboral en una red social para conseguir trabajo y poco después le das al placer de comprobar cuánto eres de atractiv@ en otra red... Y lo más novedoso, las apps del móvil, una puerta por la que mostrar tus más íntimos dígitos.

   Y cuando quieres darte cuenta ¡ZAS! tus datos personales se han convertido en tu zombi, que sin voluntad propia habita redes sociales, alimenta estadísticas de empresas que cotizan en bolsa, foros de opinión en países lejanos y mediante el rito de la robotización informática, me convierten en un muerto viviente.

   Y yo sólo sueño con ser rumbera y que me canten: no estaba muerta, no,no, no esta muerta, no,no, estaba de parranda...

jueves, 26 de octubre de 2017

LA TETERA DEL GENIO

LA TETERA DEL GENIO

Amanecí tarde. El baile de máscaras de Liceu y la compañía de Pere y Joan habían sido de una intensidad desacostumbrada. Padre llamó a la puerta y la Roser entró con el desayuno.
Soplé la taza y me emocioné al recordar las veces que pasé mis dedos por cada una de las filigranas de su inusual azul, mientras madre tostaba el pan que hundíamos en el chocolate de los domingos. Me incorporé y la bandeja con la porcelana acabó hecha añicos en un mar de azúcar. No pude apartar la vista de ellos. Tampoco dejé hacer nada a la Roser. Recogí los pedazos, los limpié de  té y mantequilla y los guardé con amor ¡Eran suyos! Pasé el resto del día sin comer y encerrado en mí estudio, mirando distraído el plano que debía presentar al día siguiente.
 -Qué mala cara traes, Antonio-me dijo Joan.
- ¡Tengo un disgusto! Ya te contaré luego, pero ahora vamos a convencer al cliente
Era nuestra primera colaboración de muchas que vendrían, se trataba del proyecto de reforma y construcción de una portería y unas caballerizas de una finca en Pedralbes. Y como buen herrero que era había diseñado un gran dragón, cuyas garras se podían articular, para la puerta principal. En alusión al poema que le habían dedicado al suegro de nuestro cliente. Un guiño más que evidente para congraciarnos con él y que nos adjudicase la ejecución de las obras.
-¡Cuánto ingenio han desplegado las alas de tu dragón!, amigo Joan, enhorabuena!. Ya lo has oído, en Abril empezamos.
Las obras avanzaban a buen ritmo y las partidas parecían ajustarse como guantes,  no entendía como mis colegas se quejaban tanto. Surcaba un mar de placidez y tranquilidad, hasta que Joan trajo la tempestad.
-¡cinco metros de puerta! Pensé que serían tres pero con el retranqueo de la  portería, se han convertido en ¡cinco metros! ¡No vamos a tener dinero para los remates!
        -No quiero sacrificarlos  Joan, eso es lo que le da personalidad al conjunto. Pensaré una solución…


La primera vez que lo usé causó horror en mi cuadrilla de albañiles y mucho sarcasmo entre mis colegas. Fue un gran reto para mí, buscar una alternativa vistosa y económica. 

Hay colores que se pegan a nuestra vida y nos persiguen. El azul de la porcelana de mi madre, fue el mío que elevé al cielo en cada uno de mis proyectos. ¡Sólo tenéis que mirar los tejados de mis obras en Barcelona!



miércoles, 18 de octubre de 2017

EL COMBATE


… 1.- ¡Qué asco! ¡Otra vez el regusto en la boca! 
...2.- ¡Levántate!
…3.- ¡Joder, no puedo ni moverme!
…4.- ¡Inténtalo, campeón!
...5.- Ostia tío, levanta ya
...6.- Serás gilipollas
...7.- Me estoy poniendo muy, muy nervioso
...8.- Joder, no veo
…9.- ¡Levántate, negro!
...10.- ¡Nooo, Réferi, cabrón! ¡No toques la campana!

En los dos últimos combates estabas bien, campeón. Tu juego de piernas rápido y tu izquierda un cañón, si no que se lo pregunten al último que chupó la lona. ¿En qué cojones estabas pensando tío? ¡Levántate ya! ¡Me has jodido campeón!  Lo aposté todo por ti, negro, hasta la indemnización del seguro de Pam.

 Y ¿qué coño es esa luz? ¡No, putos fotógrafos!. Ahora empiezan mis problemas, sabrán que mentí.

martes, 9 de mayo de 2017

FRANKENSTEIN

FRANKENSTEIN

    Una semana he tardado en armar la mesa, como si se tratase un mueble  del ikea, de impronunciable al que acompañan unas sencillas instrucciones, en teoría.
    Victor Grippo propone la suya. 

Resultado de imagen de victor grippo la mesa

   Y la mía, es un frankenstein de madera que cobra vida con los impulsos eléctricos de mis neuronas al recordar cada una de sus partes:
    -las peanas cuadradas y robustas de roble, donde jugaba a inventar un mundo diferente para las muñecas que bajo ellas escondía, en el piso de barrio; 
    -un tablero rectangular grande, de formica, que acogió el cuerpo de mi abuelo paterno en su velatorio, en la planta baja de la casa del pueblo; 
    -un tablero, esta vez circular, bajo cuyas faldas calentábamos pies y piernas la tardes de visita a mi abuela materna;
    - el mármol frío de la mesa de la terraza en la casa de veraneo, que invitaba a tomar helados y dejar las mejillas pegadas en las siestas calurosas mientras los demás dormían; 
    - el banco de cocina grande y espacioso, en el chalet, donde mi madre me enseñaba los efectos de la levadura sobre la harina; 
    - las sencillas borriquetas que sustentaban el cristal templado y se convertían en pieza de diseño cuando abandoné el nido familiar para crear el mio. 

    Y por último, la mesa sobre la que escribo, leo y como a diario, herencia familiar de estilo castellano, con sus bases en forma de lira y sujetas por un par de hierros que me recuerdan a las espadas que ocultaban bajo sus capas, los caballeros castellanos.

   En otras mesas más me he apoyado y otras muchas vendrán. ¡Frankestein seguirá.!

jueves, 26 de enero de 2017

NOSOTROS SOMOS EL JARDÍN





NOSOTROS SOMOS EL JARDÍN

Llegó puntual y con la parsimonia de los martes y jueves, se quitó la ropa con cuidado, doblándola y amontonándola en la pequeña taquilla que siempre encontraba libre. Se puso el bañador, deseando alcanzar el agua cuanto antes para que las costuras no le oprimiesen. A pesar de su cojera, tenía movimientos rápidos, con el gorro ya colocado y las gafas en la mano, se dirigía a la ducha más cercana y se zambullía. Entonces dejaba que el agua le cubriese por completo durante unos segundos, dando tiempo a sus oídos a descansar de su jornada al teléfono.

El primer largo siempre a crol, los pies sin parar de moverse, las piernas acompasadas con los brazos y el azul oscuro del azulejo en el suelo como guía. El segundo, a braza, intentando alcanzar con las manos las anillas de corcho que separan cada calle. Y con el tercero daba comienzo el verdadero viaje, de espaldas, con las gafas sobre el gorro, aleteando sin parar los pies, los brazos relajados, los oídos sumergidos escuchando el motor de la depuradora y los ojos disfrutando de esas pequeñas manchas de húmedas que largo tras largo se convertían en figuras conocidas primero y reconocidas después, en las que iba marcando el mapa de su vida.

Hasta el cuarto día no vio en la primera mancha una nube, como las de su país en los días de sol: grande y esponjosa. La montaña tardó más en aparecer, necesitó un par de semanas para verla, con tanta claridad, que casi se asustó.

La luz de los jueves era más tenue y bajo ella, las manchas le recordaban a la playa donde se crió. El color del techo, a la tierra de su prefectura, tras el accidente de la central.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

GRACIAS

1.- Mil gracias
2.- Marchando una de mandarinas chinas
3.- Graze mille, amore
4.- Los pimientos asados los pongo yo
5.- Te lo agradezco infinito
6.- Me has dejado sin palabras
7.- Jo! :-) 
8.- A lot of thanks!
9.- Спасибо 
10.-  Shukran

El resto.... a vuestra elección.

jueves, 20 de octubre de 2016

TE BUSCO


martes, 11 de octubre de 2016

POSTAL



martes, 4 de octubre de 2016

VACACIONES


¡Estoy aburrida de todos ellos! ¿Otra vez lo mismo? ¿No se cansan? Ni uno sólo me ha gustado en estos últimos dieciocho años ¡Miento! Me fijé en uno que se quitaba la ropa lentamente y la doblaba con mucho mimo, dibujando una montaña perfecta encima de la toalla, ¡nada que ver con su acompañante!
Conozco esta playa desde que era pequeña y cada año vuelvo, estoy segura de que mi instinto reproductor influye, pero después de tantos años tiene que ver más con la parte emocional. Y ¡me tienen harta! Encima, este puñetero cambio climático que no ayuda nada. ¡No me aclaro, no sé si voy o vuelvo!
Y allí están, en mi playa, exhibiendo sus cuerpos sin pudor, la mayoría con tatuajes de mal gusto y esos piercings en sitios imposibles. ¡Y yo quejándome de mi anilla!
Por las mañanas son pocos los que vienen, lo que me permite disfrutarla prácticamente para mí sola: jugar con las olas,  pasear por la orilla, darme un chapuzón y comer algún pez. Las tardes, en cambio, son un murmullo constante de gente, apenas se puede oír el mar.
Hace dos días pasó algo que me desconcertó, estaba tan absorta viendo cómo aquel humano se quitaba la ropa que en cuanto se convirtió en un cuerpo desnudo más  le perdí de vista, pero no su ropa, que aguardaba encima de la toalla.  Ocurrió cuando los nudistas salían de su último baño y recogían sus cosas, no dejé de mirar el montón de ropa perfectamente doblada, quería deleitarme de nuevo con el modo de vestirse de su propietario.
Y mientras la playa se vaciaba, su acompañante no paraba de ir de un lado a otro de la cala, buscándole …. No apareció ese día pero volvió al día siguiente, acompañada por el socorrista y otros humanos. Tampoco apareció y de nuevo al día siguiente, acompañada de la guardia costera, pero sin éxito.
Y entonces me acordé de mi propia historia, de cómo conseguí sobreponerme al suicidio de mi compañero y cómo hallé consuelo en el macho más viejo. Intenté decírselo de muchos modos, pero no creo que me entendiese.

No dejé de seguirla por la playa, de hacerle dibujos con mis alas y de pisar varias veces la arena con la sola intención de decirle: no te preocupes ¡los viudos son la solución!


jueves, 30 de junio de 2016

LOS MIL NOMBRES DE ROSALIA


Tengo tantos nombres que sólo recuerdo el primero: Rosalía Lombardo.  Soy de  Palermo, con sólo dos años de edad he vivido mucho. Fui una niña muy querida, mis abuelas prestaron sus nombres para hacer el mío. Rosa y Lía, así se llamaban, las primeras que tuve.

Unas fiebres me arrebataron la vida y fui enterrada en el Monasterio de los Capuchinos. Me acicalaron con mis mejores galas y así es como ven, todos los días de nueve a trece y de quince a dieciséis horas, los turistas de las catacumbas del Monasterio, célebres, entre otras cosas, por mi presencia.

En una pequeña oquedad me dejaron, en mi cochecito de paseo y con mi colcha preferida, junto con otros cuerpos. ¡No sabía qué ocurría! Me sentía extraña, alejada de mi habitación infantil y mis cuidados primorosos, por no hablar de las deliciosas papillas que preparaba mamá. ¡Me sorprendía tanto no tener hambre y mucho menos sueño!  No podía comunicarme con mis compañeros más cercanos. Tardé en descubrir que mi nuevo estado.

Tuve que esperar a que el abad, en una de sus visitas, descubriese que el paso del tiempo no había perturbado la dulzura de mi gesto dormido y no había rastro de descomposición en mi pequeño cuerpo. Se arrodilló y exclamó: ¡ Milagro, Señor, esto es un milagro! Tan altas eran sus plegarias que desperté entendiendo lo que decía y comprendiéndolo también.

Y así fue como comencé a tener mil nombres. Pía me llamó mi segunda madre. Durante meses escuché sus oraciones, sus deseos y su corazón y no me quedó otra que  tomar partido. Me convertí en un bebé abandonado en la puerta del Monasterio, sólo visible para sus ojos. Durante dos años crecí, de nuevo, rodeada de amor y cuidados, hasta que una caída precipitó mi nueva muerte.

Recuerdo también a Allegra, otra de mis madres, que eligió para mí el nombre de Cinnia y que vino de muy lejos a buscarme. Se extendió la noticia de que abandonaban bebés en  las puertas del Monasterio. En esa ocasión, mi muerte la produjo la caída al lago, cercano a casa.

Se sucedieron otros nombres: Daniela, Alda, Bianca, Camelia, Sylvana, Idara,  Jianna, Chiara…;  otras madres: Mia, Filippa, Nydia, Emilia, Fabrizia, Gia, Albertina, Zía, …y otras muertes: asfixia, gripe, enfriamiento nocturno, una subida de acetona…

Los tiempos han cambiado y ya no escucho tantas plegarias en el Monasterio,  mis días como hija deseada no son tan recurrentes. ¡Pero sigo viva!  A veces abro los ojos en las visitas de los jueves, por pura diversión, para ver cómo caen desmayados, con el gesto asustado y es que sigo siendo una niña a la espera de mi siguiente nombre.




jueves, 23 de junio de 2016

RITA Y ÉL.



-La ciudad ha muerto. ¡Viva el fútbol! Y seguimos contándoles minuto a minuto el comienzo de esta final de infarto- escuchó Manuel por los auriculares del móvil.
Rita y él habían quedado en la puerta del estadio. A Rita,  le importaba un carajo el deporte y mucho menos el fútbol, pero Manuel había sido tan insistente y tan embaucador, que no pudo resistirse. Además llevaban pocos meses saliendo y hasta ahora, habían hecho prácticamente lo que ella quería. Pensó que era hora de compensarle. A pesar de no soportar ir con un hombre, que estaba más pendiente de la radio que de ella, ¿qué eran noventa minutos en su vida?
Manuel saludó a los amigos. Rita estaba perpleja. ¡Todos eran iguales! Uniformados, se convertían en clones unos de otros: camiseta de España, pantalón corto, zapatillas deportivas, auriculares en la oreja derecha y una incipiente barriga. ¿De dónde sale esta gente?¿dónde han quedado los trajes y sus deportivos? ¿Y a Manuel, qué le ha pasado? si parece su padre, aparenta veinte años más. Rita está arrepentida y no deja de repetir a modo de mantra «noventa minutos, sólo noventa minutos»

Al otro lado del estadio Miguel busca una entrada de última hora. Había venido a la ciudad para participar en un programa de  televisión con la esperanza de encontrar a alguien del pasado.
Hasta el día siguiente, en que acudía al plató, no tenía mejor plan que el de intentar asistir al partido del año.
Uno de los amigos clonados de Manuel dijo que estaría dispuesto a pagar unos diez mil euros por una entrada. Rita no se lo pensó dos veces y le endosó la suya, mientras hacía carantoñas a Manuel,  diciéndole al oído: cariño, no te preocupes, disfruta con tus amigos, que luego lo haremos tú y yo, como toca, en el mejor hotel de la ciudad. Te esperaré por aquí, cielo., total, sólo son noventa minutos.

        Rita escapa de la bola humana que rodea el estadio y se da de bruces con un bingo. Piensa que es un buen día para probar y entra. Le indican que no es posible, no hay nadie para jugar, el partido les ha dejado de brazos cruzados. De nuevo en la calle se dirige a unos grandes almacenes que estaban cerca, aunque no eran sus preferidos haría el esfuerzo de gastar algo de dinero. ¡Fue imposible! ¡No vio nada que le gustara! Así que optó por unirse al enemigo, después de llamar al mejor hotel de la ciudad y reservar la suite, y ver el resto del partido en un bar cercano.
        Todos los bares de la zona están llenos, oía el avance del partido por los goles que salían a gritos. Eligió uno, avanzó entre testosterona hasta el final y se dedicó a observar. Una silueta le resultaba vagamente conocida, le hizo recordar su Cuba adolescente.
        Tan ensimismada estaba en sus pensamientos, que no le vio venir, no vio cómo se abalanzaba hacía ella, diciendo su nombre: Rita, Rita, ¿verdad que eres tú? ¡Qué alegría! Ven, déjame verte. ¡Estás tremenda, mi amol! Un goolllll interrumpió los abrazos y Rita reaccionó.
       - ¿Miguel, eres tú, Miguel? ¡ No puede ser, cuánto tiempo ¡ Pero…
Y entre goles, le contó que jamás pudo olvidarla, y al enterarse del programa de televisión que ofrecía segundas oportunidades, no dudó en contar su historia y encandilar a los productores, que le pagaron el viaje de La Habana a Madrid. Mañana tenía que reunirse con ellos para la primera entrevista.
Miguel llamó a la redacción y les contó lo sucedido. Le mandarían un chofer al Ritz, para llevarle a plató. Rita le hizo prometer que jamás vería el fútbol, mientras estuviesen juntos. No quería volver a enfrentarse a noventa minutos.
Desde la cama king size del hotel, no deja repetir: noventa minutos, noventa minutos.  Lo que dura un final. Pobre Manuel.



jueves, 26 de mayo de 2016

¡ LÍNEA!

Pepita solicitó mi compañía, para acudir al Foro de ciencias ocultas y espirituales que anualmente se organiza en Madrid. A pesar de los buenos augurios que me había pronosticado la santera cubana, salí de allí igual que entré: agnóstica perdida.
-Se presentará como una famosa vidente y te dará a conocer el nombre de tu amor verdadero, ¿lo ves?, aquí lo pone, me dijo señalando una de las caracolas de mar esparcidas por la mesa.
Tenía guasa que a mis taitantos años (una mujer jamás revela su edad) me descubriese  tal misterio.  ¿Y si estaba muerto? ¡Menuda faena! peor, ¿estaba con alzhéimer y no se acordaba de que yo era su verdadero amor?, ¿y si fuese una mujer y tuviese que salir del armario? ¡Con la de artrosis que tengo! ¡Qué pereza!… Fui deslizando, con mucha sorna, éstas y otras preguntas a mi Pepita querida, entre pastas y sorbos de té.
Ella, ¡tan crédula!, tan obediente con los dictados de sus santos preferidos y de sus gurús en quiromancia. Se entregaba con igual pasión a ambos. Que había que llevar huevos a Santa Clara, para que en la comunión del nieto de Piluqui no lloviese, allí estaba ella. Que había que hacer cola en la Ermita de San Isidro para recoger agua y evitar los males de garganta, madrugaba la que más. Que las lámparas de sal eran buenas para quitar las jaquecas, ya se ocupaba de comprar una para Cuchita. Que lo mejor para la protección del hogar era una ramita de muérdago (regalada siempre) detrás de la puerta de la entrada pues nos organizaba el juego del amigo invisible para que ninguna de nosotras se quedase sin ella….. La lista era tan larga que nuestras meriendas, en el Bingo, se convertían en clases magistrales de rezos y hechizos diversos.
¡Sí! Eso era lo que nos unía: ¡el bingo!  Allí acudíamos cada tarde con las gafas bifocales bien limpias  y con los bolígrafos pasados por el manto del mismísimo San Judas Tadeo, detalle de nuestra Pepita querida. Dispuestas a cantar unos cuantos, soñando convertir la pensión, por arte de línea y bingo, en un gran viaje a Benidorm a cuerpo de reina.

Se unían a nuestras tardes: Piluqui y Cuchita, devotas en su caso de El Corte Inglés. No había nada en sus vidas que no hubiese salido de esos grandes almacenes. ¡Cómo no han contado con nosotras para el anuncio del setenta y cinco aniversario, pero si fuimos las primeras en tener su tarjeta, decían al unísono.
El azar se escapaba cada tarde entre cartones y copitas de Marie Brizard, hasta que siguiendo las instrucciones del nuevo maestro de feng-shui de Pepita, nos sentó como sigue: Piluqui al este, Cuchita al oeste, Pepita al sur y servidora al norte. ¡Ese día cantamos dos líneas!¡Estábamos como locas de contento! Las semanas siguientes mantuvimos las posiciones y al mes nos llegó el ¡Bingo!¡Qué emoción! ¡Qué alegría!¡Menudo Bingo¡ ¡Tiembla Benidorm!
Y entonces ocurrió. El camarero se acercó con cuatro copas de champán que no habíamos pedido.
-De parte de la mesa seis-nos dijo.
Las cuatro miramos con sorpresa y curiosidad a sus ocupantes: tres jóvenes guapos a rabiar,  acompañaban a una mujer de nuestra edad. Se habían levantando y avanzaban hacía nosotras.
-Queridas, llevo semanas observando vuestra técnica, mi más sincera enhorabuena, soy Divine, la famosa vidente de las madrugadas de la tele. Pepita me dio un codazo en ese momento que todavía me duele.
Y continuó:
- En concreto a ti, Pitu.
¿Pero quién le había dicho mi nombre?, pensé.  Tengo un mensaje para ti. Tomó mi mano, me miró a los ojos y sentenció:
- ¡Tu amor verdadero es….!
-¡BINGOOOO!- gritaron en la mesa de al lado.
Así supe que el bombo, los cartones, el ruido de la sala, mis amigas y sus copitas a media tarde eran  la causa de que mi corazón palpitase cada día con más fuerza.



jueves, 5 de mayo de 2016

EL LEGADO DEL REY


No hay nada como saber, cuándo vas a morir, para ocuparte de los asuntos más tediosos del reino, como comparecer en la rueda de prensa relacionada con la noticia publicada en todos los medios: “Los hombres no tienen sangre”.
Mi nombre es Adán I y soy el príncipe de Liechtenland.  La mayoría de la gente ni siquiera es consciente de nuestra existencia no nos prodigamos mucho en ferias de turismo y hemos hecho del secreto bancario nuestra bandera.
De mi padre aprendí todo lo que soy como monarca. También que los secretos no duran eternamente. 
En un territorio como en el que reino, donde hay más empresas que personas, me enfrenté por primera vez en nuestra historia, a un serio problema de liquidez. Tanto nos habíamos preocupado de guardar los secretos de otros, que cuando se destapó la trama de blanqueo de capitales, rápidamente nos señalaron en el mapa. Y nuestros inversores, asustados ante la posibilidad de que sus nombres se revelasen, decidieron retirar sus depósitos y extinguir sus sociedades. Mi reino carecía de fuente alternativa al producto interior bruto (PIB) y aunque seamos un país pequeño, apenas una extensión de ciento setenta kilómetros cuadrados, tenemos grandes necesidades.
Tomé una decisión difícil, estrambótica quizás, pero absolutamente necesaria. Acudí a las oficinas centrales de una conocida cadena de clínicas de reproducción asistida, para ofrecer el semen de mi pueblo. Como les informé en la reunión concertada, mis conciudadanos están acostumbrados a practicar esquí, cuentan con una buena alimentación gracias al ganado vacuno que pasta en nuestras montañas y son una población joven, con lo que les garantizaba una extracción de calidad y numerosa. Con su pago haríamos frente a las necesidades más urgentes que mi pueblo requería. Sabía de la provisionalidad de la medida pero confiaba en la buena calidad del fluido, en la repetición de las extracciones y por qué no decirlo, en extender nuestros genes por el resto del continente.
Mi pueblo participó con gran alegría en tan peculiar convocatoria. Tuvimos un revés, las primeras muestras analizadas por la compañía,  no fueron muy satisfactorias. En nuestra íntima cosecha había cantidad pero la calidad no era buena. Argumentaron que a pesar de ser una población joven, durante años, no nos habíamos mezclado con otros individuos, que teníamos antecesores comunes y eso era causa de la baja calidad.
De nuevo me devané los sesos para conseguir la liquidez que tanta falta nos hacía. Promulgué un Decreto convocando a todos los varones, mayores de edad y de más de cincuenta kilos de peso, a donar su sangre. El total de las extracciones iría a parar a un hospital cuyo nombre mantendré en secreto (hay costumbres que no se olvidan).
Sé que moriré dentro de una semana y la rueda de prensa ya ha tenido lugar. El tiempo apremia, he procurado que mi hijo, Adán II, tenga los recursos necesarios para continuar reinando. El contrato con el hospital, tiene una duración de diez años; tiempo más que suficiente para buscar otras alternativas al mantenimiento de nuestro PIB. Mientras mis conciudadanos tendrán que seguir dejándose la sangre por su país.


jueves, 28 de abril de 2016

AMOR DE PRIMAVERA


¡Tenía tantas ganas de él! Hacía tiempo que no se veían y justo hoy volvían a coincidir.

Le recordaba igual de tierno y con ese olor tan penetrante que provocaba en ella una explosión termonuclear: la energía que se liberaba con sólo respirar su aroma era de tal intensidad que sus poros se abrían y sus vasos sanguíneos lo celebraban, otorgándole un bonito rubor en las mejillas y una coloración en los pezones, esto último él no podría verlo.

Él estaba caliente, era su estado natural. Todas sus citas ocurrían en el restaurante, pocas veces en casa. ¡Gozaba de un éxito arrollador! Sólo tenía que dejarse hacer, era ella la que le buscaba con su boca, la que apreciaba cada minuto que pasaba con él y la que daba sentido a su existencia.


Más que un amor de primavera era un rollito de primavera. 






jueves, 21 de abril de 2016

LA CONFESIÓN




Próxima estación Principio Pío, correspondencia con líneas seis, diez y Ramal Opera.

Sus neuronas procesaron sin error: «es la tercera vez que oímos el servicio de megafonía del metro». Una sinapsis más y añadieron: «llevamos cuarenta y cinco minutos parados en la misma estación. ¡Dioss!»

Ajeno a éstas, Don Gabriel se miraba las uñas, sorprendido del color azul que habían adquirido. Cuidadosamente se dedicó a limpiarlas, una a una, con un trozo de papel que enrolló a modo de bastoncillo, para acceder a todos sus rincones.

Pidió voluntariamente el traslado desde Plasencia, de eso hace seis meses. No podía soportar más la tensión de las últimas semanas en la Congregación. Ahora está en una pequeña parroquia de Carabanchel, Santa María Micaela se llama pertenece a un colegio. Don Gabriel sonríe de nuevo, los niños siempre le han gustado mucho.
El barrio también le agrada, hay mucho trajín a diario y eso le distrae. Se incorporó además, como profesor de religión en el instituto cercano y como son pocos los estudiantes que la eligen, no le quita demasiado tiempo.

Madrid en ocasiones le agobia: demasiado grande, demasiada gente, demasiados pecados … y en otras es capaz de disfrutarla, paseando por el domesticado Manzanares,  los jardines del Moro o tomando algo en el Café de Oriente, donde puede estar horas sentado en sus cómodas butacas y repasar sus escritos.

El único consuelo que tiene después de sentir que abandonaba a sus fieles con su marcha tan precipitada, es la escritura. Ha retomado sus clases. Asiste a un taller y redacta historias de niños felices.

La rutina de los días se impone y amortigua su secreto. Los lunes, visita a los enfermos y ancianos; los martes catequesis; los miércoles, un par de horas de clases de religión y descanso; los jueves después de orar en la cripta de la Catedral,  acude al taller literario; y los viernes, sábados y domingos con las misas de mañana y tarde, acaba su jornada laboral. Carabanchel es grande y las distancias entre sus feligreses se hacen largas para ir a pie. Al acabar el día está tan cansado que sólo puede dormir ¡cómo lo agradece! El resto de las horas no deja de recordar todo.


Cuando decidió ser cura lo hizo con la idea romántica de ser pastor y guiar al pueblo dándole a conocer la palabra de Jesús, al que cariñosamente llama EL JEFE. Lo que no sabía es que EL JEFE se lo iba a poner tan difícil. Pensaba que el cambio de destino le ayudaría, no viendo las caras de esos días conseguiría olvidarlas.

¿Por qué tuvo que ofrecerse voluntario al Obispo aquella mañana? ¿Por qué no se ocupó de dar consuelo a Doña María como todos los días? ¿Por qué no pidió silencio cuando contaba los detalles? ¿Por qué tuve que ser él? ¿Por qué tuvo que perdonarle? Cada vez que lo recuerda, aparece un dolor agudo en la boca del estómago, necesita vomitarlo.


Lleva varios días hablando con EL JEFE. No consigue  acallar su conciencia. Ha intentado distraerla. No hay manera, no puede.  ÉL sólo le ofrece consuelo y perdón, pero no es suficiente para Don Gabriel.

Hoy ha tenido la última conversación con EL JEFE. Después de plantearle todas sus dudas y esperar una respuesta que no llegaba, se ha despedido de ÉL.

Próxima estación Pan Bendito.

Busca en el andén el letrero de la comisaría.  Se dirige a ella para denunciar a su anterior compañero, que en confesión y abusando del sigilo sacramental le contó con todo lujo de detalles los abusos, a los que sometió, a dos niños del grupo de catequesis. En cuanto la firme, ya no será nunca más Don Gabriel, convencido de que así servirá mejor al JEFE.


jueves, 14 de abril de 2016

LA VIUDA





-¿Quién anda ahí?- pregunta Larissa, mientras abraza a su Ibrahim con fuerza. Lleva tres noches en el campamento y todavía no se acostumbra.
De día las cosas se ven mejor: su hijo juega con otros niños,  ella intenta dormir algo para estar de nuevo alerta por la noche, se pega tanto a su cuerpo la tiara de boda que le hace daño. No para de hablar de su marido en presente, así evita moscones y problemas.

-¿Quién anda ahí?- Y esta vez es el sonido del aire, golpeando en la tienda de campaña que le han asignado el que contesta. 

jueves, 7 de abril de 2016

SUITE NUPCIAL



Mi éxito con las mujeres siempre fue relativo, en realidad nulo, mis amigos me apodaron "el penas". Pero eso acabó el día que fui al médico y no porque hubiese cura para lo mío, sino porque me pidió un análisis de sangre, padezco de exceso de hierro en sangre. Y conocí a Celia, la enfermera encargada de la extracción. Todo mi mundo cambió.

¡Era tan muy especial! Con su mirada penetrante te escaneaba y te hacía sentir la única persona del universo. Me solía decir con su voz susurrante: «Amor, sin ti yo muero» y nunca la creía. Pensaba que eran frases hechas de enamorados.

Sentía algo eléctrico cuando estaba cerca. Mi cuerpo respondía sin control a sus caricias. Su voz poseía un timbre íntimo, envolvente, metálico en ocasiones, que todavía recuerdo por las noches. Aprendí cada uno de sus recovecos, dibujé el mapa de sus lunares y lamí el único lunar que encontré en su anatomía. Era capaz de oler mi deseo, aunque estuviéramos separados.


Celia me comprendía como nunca lo había hecho otra mujer, me convirtió en el centro de su existencia, en su dios y señor. Y con mi falta de experiencia con las mujeres, sólo se me ocurrió pedirle matrimonio y prometerle que siempre contaría con mi sangre. Detalle que atribuí a su profesión. La ceremonia fue preciosa según me dijeron. A Celia la recuerdo radiante. Al besarla me dio un chispazo y no dudé en que eso era lo que llamaban la chispa del amor ¡Estaba tan feliz!


Ya en nuestra suite nupcial, con su voz susurrante y algo metálica me dijo al oído: «¡Amor, mira».  Lentamente fue quitándose el vestido, hasta quedarse tan sólo en ropa interior. Se dio la vuelta para mostrarme su espalda perfecta y señalando el único lunar, que yo había lamido tantas veces, se lo tocó. Oí un chasquido y su voz: ¡Esta soy yo amor! Celia fue retirando su piel para mostrarme las partes de su endoesqueleto. 

Era mi mujer ¿qué otra cosa podía hacer? Eso ocurrió el siete de agosto, en nuestra noche de boda, en plena celebración.


© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall