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jueves, 26 de abril de 2018

EVERYTHING NOW



   El martes asistí al concierto de Arcade Fire, fue alucinante sentir la energía que desprendían en cada una de las canciones. El juego de luces y el improvisado ring, donde se subieron y bajaron en más de una ocasión, hizo el resto.

   Y con la canción Everything Now tuve una epifanía (me encanta esta palabra). ¡Todo ahora mismo!  La palabra Now se quedó flotando a mi alrededor. Hay tantas circunstancias que sólo pueden ser AHORA en mi vida que me cuesta acostumbrarme a ellas. Cualquiera de las frases hechas que me digan me suenan vacías. 

jueves, 22 de mayo de 2014

BLABLACAR

He vuelto a las andadas. 




A mis experimentos.

A probar las cosas antes de que me las cuenten y me ha gustado, ¡sí!. Me ha gustado el rollo este de economía colaborativa (menudo palabro, eh?). 

En realidad es mucho más fácil decir compartir viaje, pero estamos en la época de nombrar a las cosas de otra manera, decir sin decir nada o muy poco, algo muy común entre los políticos últimamente (aunque esa es otra historia y otro experimento :-).

El caso es que he compartido mi viaje de ida y de vuelta al mar y la experiencia ha sido muy buena. Hasta mi bolsillo lo ha celebrado. :-)

lunes, 4 de junio de 2012

A DOS METROS BAJO TIERRA


Entró en la sala, los ojos tuvieron que acostumbrarse a la penumbra de la misma. Sobre la alfombra, una camilla baja, una lámpara de sal y música suave.

Le recibió con su uniforme y su sonrisa e invitó a tumbarse boca arriba en la camilla. Durante una hora  fue consciente de cada uno de sus huesos, de cada uno de sus músculos y de algunos órganos. Supo conectar con sus partes más íntimas, aprendió a escuchar su cuerpo. 

Otro regalo más que añadir a mi cumpleaños. Un masaje de shiatsu que me ha hecho recordar una de las series de televisión que más me han gustado...¡Sí! Lo has adivinado: es el título del post. La próxima semana más...

martes, 30 de noviembre de 2010

OJOS VERSUS OJOS

     Dicen que los ojos son el espejo del alma, o es ¿la cara?, en cualquier caso los ojos dan mucha información-.Como la historia que os cuento, basada en el momento en que Tristan Egolf, dio con la hija de un editor francés, gracias a la cual pudo publicar sus obras, después de ser rechazado 76 veces, para terminar suicidándose.



    Esta historia me ha hecho recordar el comentario de una amiga: -hija, porque sé que los suicidas no avisan, si no..¿tu te lo has mirao? -  Y es cierto, a menudo, acudo a este tipo de historias, con el único fin de comprender los porqués de tal acción y porque de las historias dramáticas se saca más partido literario.

    En cada rincón de esta ciudad busco sus ojos, su mirada lánguida, infantil, atrapada en un cuerpo enclenque. ¿Cuántas veces he soñado con esa mirada? Innumerables...descubriéndola al fin en un músico callejero, con la única misión de incomodar a los transeúntes en su rápido deambular con su arte y pedir explicaciones de soledad, con una gorra hambrienta de monedas.

   Ayer me fijé. Le he estado escuchando inconscientemente esta última semana y es que mi terapeuta ha cambiado de dirección, una molestia más, tengo que desplazarme a una zona de la ciudad que no conozco. Estos días tenía su guitarra metida en la cabeza, sin darme cuenta, repitiendo machaconamente sus acordes...y fue ayer cuando prometí dedicarme unos segundos a su figura: desaliñada con elegancia, de apariencia frágil y sin embargo con manos fuertes, asiendo su guitarra como un gran tesoro, marcando con sus pies descalzos el ritmo de la música, sin más ayuda que la resonancia producida por la esquina que ocupa entre dos árboles centenarios, también me fijé en su escaso botín.

    No era un músico cualquiera, había algo diferente o al menos eso me pareció, al comprobar que no mostraba ningún interés cuando algún curioso depositaba la moneda. No parecía compartir su m´sucia, no esperaba nada de nadie y sin embargo día tras días allí estaba, con sus ojos, su guitarra y sus pies desnudos sintiendo el frescor de la hierba húmeda.

   Me he prometido descifrar el enigma de los ojos del músico descalzo, tal y como lo llamo cuando hablo con mi terapeuta.

- "Marlene, no debes concederle tanta importancia, no es vital para ti, ten cuidado"- me dice cuando el cuento entusiasmada mi idea. "Ten mucho cuidado"-recalca ante mis ojos ilusionados. !Por fin! me digo, !Por fin vuelve el brillo a tus ojos muertos!. Íntimamente le doy gracias a Piere, por su acertado cambio de dirección.

   Mis ojos murieron el mismo día que lo hizo i madre, nunca sospeché lo unida que estaba; fue tal mi sorpresa, que no pude digerirlo y amablemente mi padre declinó su responsabilidad del consuelo en alguien verdaderamente preparado para hacerlo, Piere, mi paño de lágrimas durante cuatro años. El bastante tenía con imaginar historias paralelas a las que darle un título sugerente y ponerlas precio en el mercado editorial. Ni siquiera cuando recibió "el premio" de tanto renombre en su mundo, mis ojos pudieron brillar.

    Y un simple músico, con pies descalzaos y ojos lánguidos habían hecho renacer los míos. No fue locura, fue un plan elaborado. Al cabo de varias semanas, tras depositar una cuantiosa cantidad de monedas en su gorra, tuve el valor de decirle algo.- ¿Te gustaría tomar un café?- fueron exactamente las palabras. No emitió ningún ruido, suavemente recogió su gorra y su guitarra. Su cuerpo asintió. Me acompañó hasta el  café más próximo, ocupó el asiendo con desdén, el camarero impidió que le dijese que me había equivocado con mi invitación... El tomó la palabra y los demás sucedió de un modo tan imprevisible para mí, que aquella misa tarde: compartimos fantasmas, desempolvamos recuerdos, lloramos en silencio nuestros pérdidas, abriéndonos sin dificultad, atándonos por el hilo invisible de la desgracia, y esa misma tarde le perdí, en la génesis de mi deseo, ya estaba la tragedia.

   Fulminé la mirada que tanto había buscado, que tanto ansiaba...puse en sus manos el destello que da el poder de la creación a voces, se quemó con su luz cegadora. La editorial de mi padre publicó su primer libro. Fin de sus ojos.

   
    
   
© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall