¿Alguien se lee la letra pequeña? ....
METROPOLITAIN
-Disculpe,
¿está libre, verdad?- afirmó señalando la mochila infantil que ocupaba el
asiento
-Sí,
perdone-contestó colocándosela entre las piernas. ¡Pesan tanto las
condenadas!-añadió
-Lo
sé-sonrió con generosidad. La de mi hijo debe pesar unos diez kilos
-Ésta-
dijo señalando sus pies- debe andar por los cinco y ya me parece una barbaridad
La megafonía anunció la llegada a la estación de “Madelaine”
-Aquí
siempre sube mucha gente-continuó hablando. Seguramente tengamos que
apretarnos-le avisó moviendo la mochila hacia él.
-Ya
sabe, la hora del almuerzo. Además hasta Pigalle no la molestaré. Y le guiñó un
ojo.
-¡Anda!
Mi parada. A la sorpresa le acompaño una enorme sonrisa. Y ¿a qué colegio dice que va su hijo?
-
¿Mi hijo? Al Liceo Verné-y acercó su pierna hacia la mochila.
-
¡Ah! Pensé que estaría en el Sacre Cour, que viviría en el barrio ¡Suposiciones
que se hace una!
-
No soy del barrio, pero me gusta mucho venir en metro. Sobre todo sentarme en
este asiento ¿sabe a qué me refiero, verdad?- volvió a guiñarle el ojo.
Ahora
se tocaban los hombros y podían percibir sus perfumes.
-Es
un barrio muy animado, estamos encantados con el cambio...antes vivíamos más a
las afueras-No paraba de hablar, estaba nerviosa, no sabía interpretar el guiño
del viajero- ¿y dígame, por qué le gusta tanto Pigalle?
-¿Le
puedo hacer una pregunta?-le contestó acercándose a su oído. ¿sabe en qué
asiento está? ¿y lo que significa?- oía su respiración agitada
Apretando
la mochila entre sus piernas contestó- Ah pues no tengo ni idea, ¿se refiere a
la placa de asientos reservados?- que yo
sepa no está prohibido sentarse.
El
viajero se rió maliciosamente y volvió acercarse todavía más- ¿no ha leído la
letra pequeña?
-Pero
¿qué está diciendo?- La curiosidad la hizo reaccionar. Déjeme que vea lo que
pone.
Se
levantó del asiento, acercándose al cartel del vagón. Para cuando terminó de
leer la letra pequeña, la megafonía anunció la parada de Pigalle. Con la
mochila de su hijo entre las piernas y la mano del viajero en su cintura, supo
que sería la primera y única vez que tendría una aventura. También que jamás
volvería a subir en el último vagón de la línea 12.
-Entonces…
a su casa, ¿no?-afirmó por última vez el viajero, agarrando la mochila y
guiñándole el ojo, a la vez que el tren entraba en la estación.