noche oriental
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jueves, 3 de marzo de 2016

LA MASIA


Sábanas al sol los viernes, todos los viernes. Tendidas, se antojaban velas a punto de zarpar entre los naranjos que rodeaban la casa. Y las ventanas abiertas de par en par, respirando aire limpio para soltarlo por la noche entre jadeos. 

Peluquería los sábados, allí mismo, en casa. Los días claros, la mayoría, en el porche trasero y cuando la lluvia les saludaba, dentro. Y visita al mercado, ¡claro! Cada semana le tocaba a una bajar. Además de frutas y verduras, traían trapos, ropa interior y los encargos personales.

El fin de semana se llenaba de gente. No daban a basto para reponer toda la mercancía. Había mucho que hacer.

No estaba cerca de ningún sitio, pero todos sabían cómo llegar a la finca. En la entrada principal, habían dispuesto una zona de aparcamiento, muy rústica. Todavía conservaba intactas la rejería de los balcones de la fachada y las baldosas decoradas, el resto se había ido modificando. Una sucesión de pasillos lo habitaban.

Los lunes se colgaba el cartel de «Cerrado por descanso del personal». Entonces se podía oír el rumor del agua en la acequia cercana, algún tractor, el murmullo de las chicas hablando por sus móviles o jugando al sambori  en el porche trasero.

Los martes, la casa empezaba de nuevo a recibir visitas. Los miércoles se conocían como «noche oriental»  porque la mayoría eran chinos. Y desde que alguien inventó los juernes, era el día de más afluencia, incluso superaba la del fin de semana. 

       Y en esa sucesión de días, la masía seguía acogiendo y soportando cuerpos en busca de sexo y de vidas nuevas, según el lado de la cama que ocupasen.



© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall