Madrid, a 25 de
enero de 2.037
En
la vida, las cosas son distintas según llueva o no, y las personas también,
Alfonso siempre ha preferido la lluvia ya no sé si por gallego o por deformación
profesional.
Recuerdo
que ya te conté cómo nos conocimos, lo
que no te expliqué, me parece, fue cómo nos convertimos en socios.
Dicen
que tras la tempestad viene la calma y que no hay precipitación que dure cien
años (¡ah¡, ¡no!, es "mal" ¿no?), bueno lo mismo da, confío que me entiendas. Ahora
ya ha pasado el chaparrón, pero la calma la estoy buscando todavía. Los días se
me hacen muy largos y mi cabeza no para quieta.
Alfonso, como buen gallego, estaba acostumbrado a convivir con cúmulos, borrascas,
neblinas… en todos los aspectos de su vida. En la exposición “Calabobos” nos
presentó un amigo común. Ah! Espera esto te lo conté ya, ¿verdad? A veces pierdo la noción y es aquí, el tiempo
mide más.
Te
escribo esto y me digo ¡Cómo no me di cuenta de que con ese nombre ya barruntaba
tragedia! El caso es que congeniamos
enseguida y esa noche acabó con una lluvia de ideas de lo que sería nuestro futuro
negocio común: las apuestas.
Convertimos
un negocio tradicional y con mala prensa, en algo novedoso por arte de Alfonso
y patrocinio mío, y claro está en una manera excelente de ganar dinero en estos
tiempos tempestuosos. Y es que a pesar de que los chinos eran los reyes de las
apuestas deportivas, fuimos los primeros en copar el mercado con
apuestas atmosféricas. Sí, ¡cómo lo oyes! ya se, ¡una locura!, pero funcionó.
Bajo
el paraguas de una sociedad de apuestas inversora, intentamos capear el
temporal del desplome del parqué bursátil. Emitimos unos bonos (con cantidades
que iban de 50 euros hasta 50.000) que dejamos en la nube, ya sabes que desde
que se puso de moda en el 2015 su crecimiento fue brutal. A cada cliente le
dábamos un mapa con unas instrucciones sencillas, de cómo situar sobre el mismo
su inversión, a través de unas isobaras. De tan sencillo, parecía un juego de niños. Seguro que tú también
hubieras caído de haber estado aquí.
Apenas nos costó abrir mercado, el clima que se respiraba
hace una década, propició nuestro crecimiento y la novedad que ofrecíamos en un mercado con ansias de novedad, no se
hizo esperar. La construcción, como recordarás, cayó a la velocidad del rayo, fulminando
cualquier posibilidad de mejoría. Y la bolsa se ahogó en sus propios índices,
los bancos dejaron de ser garantía para los pequeños inversores… supongo que te
llegarían noticias de este panorama tan desolador.
A nuestra subida como un spunik contribuyó de manera especial
la publicidad del director que ganó el Goya en el 2025, ya no recuerdo su nombre,
la verdad, pero nos dio las gracias en
su discurso, por haber recuperado la totalidad de la inversión apostando con
nosotros. Publicidad en máxima audiencia. Eso fue un subidón estratosférico.
Durante cinco años no tuvimos problemas, la afluencia de
pequeños inversores era continúa. No teníamos problemas con la ley, no era una
actividad incluida en los controles anuales que la agencia tributaria hacía
como auditores. Ya sabes, que los casos de corrupción que se destaparon en el
verano del 2030 cambiaron nuestro panorama y yo no lo vi venir, te juro que no
lo vi, mi socio sí, tanto que desapareció, como un barco bajo la niebla. Me quedé paralizado, ¿te lo puedes creer, conociéndome
como me conoces?
Nos cortaron el grifo, la clientela se precipitó a recuperar
sus inversiones. Y ahí empezaron mis problemas. Con mi socio huido, yo sin
reflejos y sin fondos (Alfonso se había llevado el fondo de garantía mínima que
nos exigía la ley). La gota que colmó el vaso, fue su impunidad para
convertirme en autor intelectual y material de la idea; pasé de ser un brillante inversor a un estafador
y,para colmo, estafado. Convertido en hombre de paja, y a merced de las
inclemencias y trucos sucios del que fue mi socio…y en el preso más popular de
la cárcel de Soto del Real.
Desde aquí te escribo amigo y mientras lo hago, miro el
cielo, no he perdido todavía la costumbre de apostar cuando caerá la próxima
lluvia. A menudo sueño con tsunamis que arrasen todo y no dejo de oír el refrán que tanto le gustaba al gallego: "Mucho vuela el viento, pero más el pensamiento"
Oscar Lago.