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lunes, 16 de abril de 2012

MADE IN CHINA





    Yin sólo tenía tres días para elegir destino.  Andaba nervioso de un lado para otro, sin saber a dónde ir, ni por cuánto tiempo, solamente tenía claro quien le acompañaría. 
   Se presentó sin demasiadas perspectivas, sólo porque Yang le animó. Las bases de la beca especificaban que se premiaría a quien presentase el patrón más novedoso. En el taller se ocupaba de las cremalleras, kilómetros de ellas llevaba cosidos, le gustaba imaginar que podía dar la vuelta al mundo sumando sus pespuntes.
 Lo del diseño, lo dejaba para sus ratos de ocio, cuando garabateaba inconscientemente sobre cualquier superficie sus bolsos, maletas y bandoleras, de aspecto robusto. Yang al ver uno de ellos, dijo:
- O lo haces tu o lo hago yo, elige.
- Pero si ni siquiera estoy en el departamento de diseño.
- O tu o yo- repitió Yang.
- Tu- sentenció Yin

   Así fue como Yin ganó la beca para viajar a Europa y Yang le acompañó. Ambos se quedaron perplejos al ver su diseño en el escaparate y no supieron hacer otra cosa que acuclillarse frente a él, esperando que respondiese todas las preguntas que les asaltaban...

jueves, 18 de noviembre de 2010

RASO

Cada cual que elija su color:



RASO
-Deja que tome distancia para verte....Estás preciosa-le dijo.
-Gracias...solo me he limitado a dejarme hacer-replicó ella, mostrando su cuerpo hábilmente cubierto por unas largas cintas de raso negro, en mitad del salón. Soy tu obra.
Se revolvió en la silla, aquellas frases y la entonación que usaba, le volvían loco.
Ella lo percibe, apenas le conoce pero sabe qué resortes tocar para mantener su pasión, la tensión de sus músculos y el brillo en sus ojos.
Semanalmente dejaban sus vidas, sus nombres y sus ropas en el vestíbulo de la calle Cruz, número 7, apartamento B.
Ambos admitían aquel juego inocente, que les permitía mostrarse con total libertad, no sólo con sus cuerpos sino con sus más íntimos deseos, un juego sin reglas, sin vencedores y vencidos.
 -Ven, acércate-dijo él.
-No, no iré. Todavía no.- Y mientras da vueltas a su alrededor, le dice en voz baja: Obsérvame, mírame, deséame, libérame de tu obra y seré tuya.
Comienza el juego. Él con sumo cuidado le atrae hacia si, buscando uno de los extremos de la cinta, que encuentra en el pie derecho. Lentamente va deshaciendo el camino, descubriendo con extrema lentitud su piel blanca. Se detiene, disfruta viendo el contraste del color en su cuerpo. Ahora busca en su pie izquierdo el otro extremo, avanza nuevamente hasta su cintura donde convergen las cintas. Se levanta de la silla y continúa explorando cada centímetro de la piel descubierta, alcanza sus pechos, se recrea en ellos,  les rinde tributo con su lengua,  sube por su cuello para deshacer con la boca el nudo de la nuca, los brazos quedan descubiertos al instante, el raso serpenteante cual confeti, cae a ambos lados. Ella todavía sigue inmóvil, sumida en un placer nuevo, el de la espera; mientras él recoge con devoción las cintas de raso.
        Ambos conocen de antemano el final...
-Deja que tome distancia para verte...Estás preciosa- le dijo.






jueves, 11 de noviembre de 2010

DEDICATORIAS

   He vuelto a recuperar las fotos que hice de las miles de dedicatorias plasmadas en los libros que me han regalado, vale,vale sólo son cientos, ¡qué le vamos a hacer!. Y entre ellas, una de hace tiempo, que me sorprendió, por no recordarla y es que la poesía nunca ha sido lo mio. El libro, un clásico entre los clásicos: Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

   Y ahí va mi historia, para ti R., aunque no haya leído el libro.

EL AMANTE 

     -¿Qué pasaria si pogueres reescriure la teua uida?- Le dijo en su lengua aprendida de niño, acariciando cada una de las palabras y dejando que se enredasen en su cuerpo.
     No supo que decir. El solo hecho de pensar en sus consecuencias, la paralizó. Ella se quedó naufragando en la atmósfera del café. No podía articular palabra.
     Se limitó a ofrecer sus ojos permitiéndole entrar en los lugares donde sólo viven las sombras para que él pudiera contestar la pregunta, mientras el eco de la misma subía sigilosa por su pierna.

© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall