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martes, 9 de mayo de 2017

FRANKENSTEIN

FRANKENSTEIN

    Una semana he tardado en armar la mesa, como si se tratase un mueble  del ikea, de impronunciable al que acompañan unas sencillas instrucciones, en teoría.
    Victor Grippo propone la suya. 

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   Y la mía, es un frankenstein de madera que cobra vida con los impulsos eléctricos de mis neuronas al recordar cada una de sus partes:
    -las peanas cuadradas y robustas de roble, donde jugaba a inventar un mundo diferente para las muñecas que bajo ellas escondía, en el piso de barrio; 
    -un tablero rectangular grande, de formica, que acogió el cuerpo de mi abuelo paterno en su velatorio, en la planta baja de la casa del pueblo; 
    -un tablero, esta vez circular, bajo cuyas faldas calentábamos pies y piernas la tardes de visita a mi abuela materna;
    - el mármol frío de la mesa de la terraza en la casa de veraneo, que invitaba a tomar helados y dejar las mejillas pegadas en las siestas calurosas mientras los demás dormían; 
    - el banco de cocina grande y espacioso, en el chalet, donde mi madre me enseñaba los efectos de la levadura sobre la harina; 
    - las sencillas borriquetas que sustentaban el cristal templado y se convertían en pieza de diseño cuando abandoné el nido familiar para crear el mio. 

    Y por último, la mesa sobre la que escribo, leo y como a diario, herencia familiar de estilo castellano, con sus bases en forma de lira y sujetas por un par de hierros que me recuerdan a las espadas que ocultaban bajo sus capas, los caballeros castellanos.

   En otras mesas más me he apoyado y otras muchas vendrán. ¡Frankestein seguirá.!

jueves, 25 de febrero de 2016

BENIGNO, EL CRISTALINO

Vestido de Armani azul oscuro, entró en el vestíbulo. Los nuevos clientes lo estaban esperando, en la sala de reuniones. Escuchó sus propuestas, contestó sus dudas y aceptó el trabajo. En los últimos meses, Benigno había dado un giro en su profesión y no le iba nada mal. Prueba de ello era su nuevo uniforme, pasando de un mono de loneta azul a un Armani del mismo color.
        «Accidente doméstico» escribieron en el informe de ingreso en urgencias, donde fue atendido el 22 de Febrero, festividad de Santa Leonor. Nombre de su madre y agente en el episodio hospitalario.  Tras una noche de observación le dieron el alta sin más indicaciones que la de hacer vida normal, frase que dejaría de tener sentido muy pronto.
        Benigno acudió como cada lunes a comer a casa de su madre, esta vez, además, para celebrar la onomástica de su progenitora. La señora, algo obsesionada con la limpieza desde que su marido,  con la excusa de irse a comprar limpiacristales, desapareció. Pasaba el trapo cada veinte minutos, aproximadamente, por el cristal de la mesa del comedor, con lo incómodo que ello resultaba para familiares y extraños, sobre todo a la hora de comer. No sólo limpiaba de manera compulsiva, sino que le gustaba preparar sus propias mezclas para tal fin.
        Al lado de su plato de albóndigas, descansaba la pistola, con el que disparaba Doña Leonor, a diestro y siniestro, con tal mala fortuna, que uno de sus disparos le dio de lleno a su hijo. Bajo una nube de amoniaco y lejía, Benigno cayó desplomado. Los platos se quedaron a merced de los gérmenes, si es que alguno se había atrevido a sobrevivir al despliegue armamentístico. Y madre, hijo y ambulancia cruzaron la ciudad.
        Benigno, de profesión fontanero, a la semana de dicho episodio notó que los avisos de desatrancos los hacía en tiempo record, de hecho la compañía aseguradora para la que prestaba sus servicios empezó a recomendarle. Salvo el aumento de trabajo por este concepto, Benigno llevaba una vida normal, seguía acudiendo a casa de su madre los lunes, los miércoles echaba la partida de mus, en el bar de la esquina y los viernes se tomaba un par de gin-tonics con compañeros del sector.
        Acudió al reconocimiento médico anual, que la empresa ofrecía a sus empleados. Sus análisis evidenciaron unos niveles de colesterol y azúcar en sangre de libro. Sorprendido por los resultados, preguntó cuáles podían ser las causas de su mejoría.
-Pudiera ser el aumento de actividad en el trabajo, al que nos ha hecho usted referencia y una dieta más equilibrada, ¿no le parece?
-No lo sé, por eso se lo pregunto.
- No le dé importancia y siga con su vida normal.
Y Benigno siguió aumentando ingresos y bajando triglicéridos. En uno de los siniestros a los que acudió, detectó al sustituir el plato de ducha del asegurado, que lo que antes le costaba horas de cepillado, lijado, barrido y repaso, ahora lo hacía de manera rápida y limpia.  Pensó que tal vez se debía a que su madre le había contagiado su obsesión por la limpieza, desechó la idea y continuó trabajando. Pero había algo más, ¡algo extraordinario!, no se trataba de que ahora todos sus trabajos fueran limpios y que las tuberías de cobre que instalaba relucieran y las de PVC tuvieran un blanco nuclear, ni siquiera que te vieses reflejado en las de acero inoxidable o incluso en las de acero galvanizado (con lo difícil que eso es)…es que tubería que tocaba, tubería que se convertía en transparente. ¡Extraordinario!
 En los gin-tonics de los viernes, los del sector lo bautizaron como: «Benigno,el cristalino».

Todos los periódicos coincidieron en el titular de cabecera: «Fontanero ayuda a la policía en el esclarecimiento del crimen del Marqués».  Doña Leonor, leyó de principio a fin los artículos, no podía estar más orgullosa de la actuación de su hijo, por otra parte, circunstancial. Benigno había sido contratado por los hijos de Marqués, para sanear por completo la instalación de la casa paterna, que contaban con más años que Matusalén (casa y marqués). Quedó preciosa, le da un aire muy moderno a la casa, casi de anuncio de programa de decoración, entre sus techos altos con las vigas de madera a la vista y  las tuberías de calefacción y  agua, diáfanas y cristalinas

Gracias a esa reciente instalación la policía, a denuncia de la enfermera de Marqués y sin tiempo de llegar a ser su próxima esposa consiguió evidenciar la prueba de que la comida ingerida por el anciano, contenía metales pesados, dando fe de ello la policía científica y sus fotografías con el material adherido en las conducciones transparentes.

Benigno el cristalino mantuvo su colaboración con los agentes de orden y sobrellevó su poder hasta el final de sus días, a pesar de los intentos de Doña Leonor, que se acostumbró a rociarle con diferentes mezclas, en las comidas de los lunes, con la esperanza de recuperar a su Benigno de mono azul.

domingo, 21 de noviembre de 2010

IN MEMORIAM


LA PROMESA

    Cuando ví el color de la nubes supe que no tardaría en morirme, no era adivina simplemente mi cuerpo se encontraba al límite de su resistencia y tan sólo había una razón para que se impusiera la vida en mi drogado organismo. La morfína corría por mis venas con demasiada frecuencia manteniendo mi dolor a raya. Los días para mi superaban las veinticuatro horas. el insomnio era mi compañero de cama y la habitación mi reino... y a pesar de todo quería vivir, una semana, tan sólo una semana. No necesitaba más tiempo.
    Las cosas no suelen ser agradables en estas circunstancias... y como dije al ver los destellos blancos que surgían de las nubes sabía que llegaba la hora de dejaba vencer.

    Quedaban menos de tres días para que mi hija, la pequeña, cumpliese la mayoría de edad !la niña de mis ojos!, cómo solía decir a todo el mundo y con mayor frecuencia desde que tuve noticia de mi enfermedad.
    La niña que quisé con toda mi alma que fuese un chico, idea que desapareció en cuanto me la entregaron, morenita, con mucho pelo y sonriendo, la niña de los ojos color avellana con los que desarmaba a cualquiera, mi niña, mi pequeña,  mi R, la más cariñosa, la más lista.

    !Cómo no asistir a tan importante evento! aunque estuviera sujeta a la tiranía del dolor, tan sólo apaciguado por el efecto de la morfina, no podía por menos que sacar fuerzas de flaqueza y morirme con la tranquilidad de haber sido testigo de esta fecha, liberándome además de la responsabilidad de no dejar ningún menor a cargo del que pronto sería mi viudo.

    No me gusta compadecerme de mi misma y siempre tuve presente lo que estaba viviendo, no fui engañada ni por médicos ni familiares, algo que agradecí, tomando conciencia de mi situación y pudiendo planear y casi convencer al resto, para mi despedida.

    Durante esa semana recuerdo la tibieza del sol invernal colándose por las rendijas de las persianas, olvidándome al despertar de la cuenta atrás y experimentado una leve mejoría, sin duda por el efecto de la luz. Me encontraba de humor, comía sin esfuerzo, mantenía ocupadas mis manos con labores de ganchillo y recibía con alborozo las visitas que seguían siendo innumerables.

    Procuraba mantenerme en el mundo de los vivos, prestando atención a lo que contaban mi hijas y de manera especial a la pequeña, sin duda la rutina de las clases en la Universidad les vino bien.

    Y qué decir de mi marido, siempre atento, pendiente de mi de manera casi obsesiva...recuerdo claramente nuestras manos, lo importante que era sentirlas. !Dios mio! ¿cómo pueden transmitir tanto? y los ojos !qué cantidad de cosas nos decíamos con mirarnos!.

    A nadie le gusta morir, sin duda por la educación que recibimos, nos preparan solamente para la vida. Nunca me planteé si había algo más después de la muerte, salvo la metamorfosis biológica y química del cuerpo; sin embargo, hoy puedo decir con certeza que sí hay algo más: estoy viva, gracias a la autora hace que me sigan recordando aquellos que me conocieron y aquellos a los que nunca conoceré.

    Diré para terminar que conseguí llegar a mi cita, la promesa se cumplió.






© Historias de Eva, S.L.
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