sandia
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viernes, 15 de mayo de 2020

ELLA








   Unos amigos le habían hablado muy bien de ella, constantemente ponía excusas para conocerla, todavía se estaba lamiendo las heridas de su última relación. Al final y sólo por no oírlos, llamó. La charla fue agradable, enseguida se organizó el modo en que se conocerían, ella iría a su casa.

   De eso ya hacía un mes, nunca había sido ¡tan feliz! La convivencia fluía,  en ese tiempo jamás salió un no de su boca y siempre accedía a sus deseos. Quiso agradecerle tanta atención y preparó un picnic. 

   La primavera temprana había hecho su aparición y bajo la sombra de un par de árboles cercanos, extendió la manta y sobre ella la ensaladilla de cangrejo y la sandía troceada.  

   Parecía estar disfrutando de la sorpresa. A pesar de que sol no le sentaba nada bien, no dijo nada. El líquido de la sandía dio color a sus labios, semiabiertos y duros, una de las pepitas se quedó en su mejilla y él con sumo cuidado se la quito. 

    Después de comer, sacó el termo con café y brindaron en vasos de plástico, preámbulo de una siesta ardiente. Una a una le fue quitando las pepitas de sandía de la espalda, con algunas tuvo que aplicar energía extra, el sudor de la siesta las había solidificado. La desinfló, le pasó un paño borrando los restos de comida y fluidos; y la volvió a meter en la caja, hasta su próxima cita.
© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall