Madrid
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martes, 16 de noviembre de 2010

LA LARGA ESPERA

El humor notarial no existe, puedo dar fe (ahora tendríais que oír las risas enlatadas). Ahí os dejo la prueba:





LA LARGA ESPERA

   -Macho, te has fijado en la cantidad de libros que tiene ese tío.
   - Joder, ¿se lo habrá leído todo?
   - Pues no se, pero fíjate las gafas de culo de botella que lleva
   - Déjate de tonterías y al lío, que aquí hay mucho que mover.
   - Buenos días, ¿Les han explicado las cosas que tienen que embalar?
   - Si, este despacho, y lo que hay en las dos salas, ¿no?
  - Si les parece podemos empezar por mi despacho y luego ya les voy indicando.
   - ¿Los muebles van también al mismo sitio?
   - Si, pero la mesita de caoba y el cuadro grande a mi domicilio, calle Serrano, 33, ático.
   - Si le parece, lo separamos antes de empezar, para que no haya problemas con la entrega.
   - Bueno, bueno, eso ya saben ustedes como tiene que hacer. Cuando acaben con el despacho me avisan.
   - De acuerdo

   - Venga tío, manos a la obra que hay mucho trabajo. Vamos a empezar por la librería grande y luego mesa, sillas ….
   - Antes un cigarro.
   - Cigarrito y a la marcha, que cuanto antes empecemos antes acabamos.
   - Joder tío, qué prisas ¡la leche!
   - Si es que siempre estás igual…hasta que arrancas
    - Relax colega, no me agobies

   El piso en pleno Barrio de Salamanca, era muy grande, incómodo para ser utilizado como despacho, el ascensor de servicio hacía que su distribución fuese circular, parecido a una rotonda pero en ver de transitar vehículos, lo hacían personas. Desde luego con la misma intensidad que cualquier carretera en hora punta. La decisión de poner fin a su negocio, fue que cumplió setenta años, este era uno de los privilegios que conllevaba su profesión: Notario. Le quedaban pocas semanas para acabar el año y no quería las prisas de última hora, dejaría la Notaría a la que tantas horas le había dedicado, y recogería todos los libros, muebles, fotos, y recuerdos que había ido acumulando desde que sacó plaza en Madrid, a la edad de treinta años. Habían cambiado mucho las cosas desde entonces, pero siempre se mantuvo al día de las novedades legislativas, incluso llegando a incorporar la informática más puntera para facilitarle el trabajo.
   Se detuvo en unas de las Salas, los de la mudanza andaban trasteando en su despacho. Era su sala preferida, en ella colgaban los cuadros de ese famoso pintor toledano que en los años ochenta había tenido tanta fama y que en agradecimiento al interés mostrado por su pintura, le regaló el mural que cubría gran parte de la pared. Tomó asiento en una de las sillas de madera, de estilo modernista, y dejó que su mente evocara todos los documentos en los que había dado fe: compraventas, préstamos, sociedades, testamentos…. Y la variedad de gente que había pasado por allí. Sin quererlo se emocionó.
   - Perdone, ya hemos acabado con su despacho, ¿por donde seguimos?.
   - Pues por aquí mismo. Tengan cuidado con las sillas, por favor.
   - Descuide jefe, las trataremos como al cristal de bohemia.
   - Gracias. Bajaré a tomarme un café, en veinte minutos estaré de vuelta ¿quieren que les suba algo?
   - No gracias.

  - Macho, te has fijao en el sillón, se parece sacado de un contenedor. Mucho Notario, pero ¡mira que son cutres!
   - Si es que no entiendes: eso no es cutre, eso es una antigüedad.
   - No me jodas, y échame una mano con la mesa, que no sé como coño se desmonta.
   - Tranqui y despacito, que no quiero líos con la factura, que luego ya se sabe: “que si me han rayado no sé que, que si esto ha llegado roto”. Me conozco a éstos, por no dar no dan ni los buenos días.
   - Es verdad, me acuerdo cuando firmamos la escritura de mi casa, el capullo que no venía y todos con una prisa, ¡Imagínate! Para luego llegar no decir ni mu y echar una firmita. ¡Hay que joderse!
   - Vamos a darnos prisa, que todavía nos queda la otra.

   La otra sala era más amplia, la utilizaba para las Juntas Generales de algunas sociedades que seguían sintiéndose importantes al convocar a sus socios en la Notaría. Ocupaba casi una cuarta parte, tenía dos entradas, una gran mesa, numerosas sillas, una librería a uno de los costados que rompía el equilibrio visual, formando un recoveco extraño, de tal modo que si alguien se sentaba en ese lugar, pasaba completamente inadvertido.
   Subió de tomar café, se dirigió hacia ella, quería despedirse. El olor a rancio, madera y libros saturó sus fosas nasales. Siempre había convivido con ese olor, pero esta vez le pilló de sorpresa, tanto que tuvo que sentarse. En esta sala la decoración era más funcional, quizá minimalista, siguiendo sin querer las últimas tendencias decorativas, aunque la dichosa librería acababa con al uniformidad del resto.
   - Ah, ¡Dios mío!, y pensar que la pusimos aquí en uno de los últimos cambios y la lleva más de quince años. El resto ha ido cambiando…
   - ¿Decía algo, jefe?- preguntó uno de los operarios
   -Nada, nada- ¿Tiene para mucho?- contestó el Notario, volviendo en sí.
   -Estamos terminando de embalar la última silla y nos venimos a ésta. Dé nos una hora y acabamos.
   - En ese caso, me voy a comer y las cuatro vengo. Ustedes.. ¿no comen?
   - Si, si, ahora iremos, estamos tan liaos. Venga mejor a las cinco.

   Habían traído unos bocatas, sabían que en la zona los menús eran caros y no estaban dispuestos a gastarse más de lo necesario; además llevaban también una nevera portátil, con cervezas bien frías.
   - bueno, ya va quedando menos de la sala grande. Tengo unas ganas de acabar, estoy baldao. 
   - La mitad de la sala y a casita ¿te apetece un café? He traído el termo.
   - Macho, no te privas de nada. Si, venga, me tomo uno.

   Les quedaba una hora para terminar con la mudanza, procuraron no entretenerse, tenían embalado gran parte de las sillas. Algo les llamó la atención, no sabían muy bien que podía significar, sin duda, alguna excentricidad del Notario. Estaban indecisos, ¿debían embalarlo o no?, decidieron dejarlo para el final y preguntar sobre ello. Terminaron de recoger el resto de enseres, a la espera de su llegada.
   - Buenas tardes, ¿Han terminado?
   - Si, sólo nos queda una cosa, no sabíamos que hacer ella.
   - Díganme de qué se trata.
   - Es el esqueleto
   - ¡Qué! ¡Qué dicen! ¿¡Un esqueleto¡?.¡ Me están tomando el pelo! Sin dejar de formular exclamaciones se dirigió a la sala, quería comprobarlo con sus propios ojos.
   Efectivamente allí estaba el esqueleto, oculto tras la librería, con un tweed de lana y gafas de carey, bien sentado, portando en una de sus manos un papel.
La cara del Notario reflejaba estupor, sorpresa, unas gotas de sudor resbalaban por ella, el corazón le latía cada vez más fuerte. Se acercó con reparo y lo que allí descubrió, cambió su vida para siempre.
   Lo primero en lo que se fijó fue en el papel que asía con una de sus manos, o más con las falanges, se trataba de un testamento -¡qué ironía!- Se permitió el lujo de pensar, en una situación tan comprometida.
   Como en los viejos fotomatones, recibió un fogonazo que le hizo ver todo claro: el esqueleto, según el testamento se llamaba Antonio Jiménez Sánchez, soltero, sin descendientes (nadie reclamó su desaparición), por la fecha del documento llevaba más de quince años en la Notaría.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LO ECOLÓGICO

   He encontrado a mi asesino. Ha sido este fin de semana, en Madrid, en medio de vampiros, diablos y brujas importadas con pelo acrílico. Después de compartir unos martínis practicando italiano con un senegalés; unas cañas a un ritmo frenético; tomar unas tapas como si nos fuera la vida en ello; asistir a una lucha dialéctica, por algo que pasó hace mucho tiempo y no merece la pena reincidir; hacer entrega de unos gatos a la gatita más mimosa; descubrir con placer la buena conversación de mi comensal de enfrente y después de recibir un piropo de mi hermana.
  Allí estaba, ante mis ojos, posando para mí, con la timidez propia del que se siente observado, con los anillos que han visto la sordidez de los puticlubs de una ciudad de provincias, con sus uñas perfectas y una ironía sutil, oliendo a Memphis por los cuatro costados.  Es él, mi asesino, pero sólo por hoy.



.

Os dejo su camisa, sus manos y su historia:

     - Sí, ahora que lo dices; sí, voy notando algo.......gracias....

Estas fueron sus últimas palabras, el crimen perfecto se había perpetrado. Nunca lo imaginé así, con esa ridícula simplicidad, a pesar de tener a priori todos los elementos que intervendrían en mi obra de arte controlados.

Señores, soy asesino por vocación; accedí a este oficio de manera intelectual, el gran Thomas de Quincey y su maravillosa obra “Del Asesinato considerado como una de las bellas artes”, han sido mis guías. Desde edad temprana leo con avidez la sección de sucesos buscando aquella acción que me traslade por su belleza a un plano superior. Además de estas lecturas, me he procurado una sólida formación en asuntos tales como medicina, química, criminología y psicología.... ciencias que me han permitido ahondar en el apasionante mundo de las pulsiones humanas llevadas a su máximo exponente: la muerte de un individuo ( en los animales no estoy interesado).

Tras años de estudio, he alcanzado la madurez necesaria para acercarme a este arte desde su práctica. He cruzado la frontera, y después de poner mis neuronas a funcionar, he hallado la solución o mejor dicho, el mayor placer para cualesquiera asesino que se precie: el crimen perfecto. No esos sujetos chapuceros que buscan notoriedad con sus malas actuaciones, carne de periódico y libros autobiográficos en los que buscan el perdón de la sociedad.

Yo no soy de ésos, yo busco la gloria en el anonimato. Saber que mi acción delictiva nunca podrá ser penada pues en su ejecución no existen pruebas de mi culpabilidad.

Cierto es que tardé años en dar con la solución a mi propósito, y gracias a mis estudios criminológicos, cayó la manzana, se encendió la bombilla y pasé a la acción.

Decidí que la víctima no debía tener ninguna relación conmigo, gracias a mi empatía no me costó ningún trabajo entablar contacto con ella; el paso siguiente era conseguir que ingiriese una solución química (cuya composición no desvelaré) con efectos vasodilatadores, relajantes y con resultado de muerte sin dejar huella en el organismo, consiguiendo que la víctima luzca un semblante de aparente felicidad y.... el toque final: de nuevo gracias a la química lo conseguía, sosa cáustica en una bañera y por arte de birli birloque, gracias a un proceso tan antiguo como la saponificación conseguiría mi éxito. La masa informe en la que se encontrarán el cuerpo dificultará enormemente su identificación y mucho más el análisis del mismo.

¿Cómo conseguir que alguien por su propio pie entre en una bañera? Mi fórmula por su efecto vasodilatador, en el corriente sanguíneo consigue aumentar la temperatura en el organismo, con el subsiguiente acaloramiento de la victima, de modo que desee fervientemente sumergirse en agua. Con el cuerpo en dicho elemento, se introduce en proporción de 4/5 partes del peso de la victima, sosa cáustica, dejándola macerar durante una semana, con una pizca de romero, (un capricho este último ingrediente y es que soy un sentimental).

Y el resultado final de mi asesinato, espectacular: la obtención de un maravilloso jabón hipoalergénico, con aroma de romero.

   Ahora ya puedo afirmar que no sólo soy un gran teórico de la muerte violenta sino que he contribuido con mi acción a figurar entre los grandes asesinos de la historia, por mi eficacia y por conseguir un resultado beneficioso para la industria cosmética, al crear el primer jabón sin principios alergénicos y con esencia de romero.

miércoles, 27 de octubre de 2010

MAS CHULA QUE UN OCHO

Soy más chula que un ocho, tanto como para atreverme a darle a una conocida escritora uno de mis escritos, concretamente el que a continuación os dejo. Lo escribí hace tiempo y la casualidad o la causalidad, ¿quien sabe? hizo que una compañera de trabajo me dijera que estaba en Valencia, presentando su último libro y que seguramente firmaría luego ejemplares. Allá que nos fuimos las dos.
La sala estaba llena de gente y hacía mucho calor, después de hablar de su proyecto literario y atender a la rueda de preguntas de los allí presentes, comenzó la firma de ejemplares. Se formó una fila anárquica, como siempre ocurre, y con paciencia y mucho calor allí estábamos, esperando nuestro turno.
Y llegó el momento en que nos vimos frente a frente, le pedí si podía hacerme una foto con ella, a lo que accedió y cuando iba a firmar mi ejemplar, le dije que me había tomado la libertad de entregarle algo que había escrito.
De nuevo la casualidad o causalidad, hizo que un desconocido me diese fuego, sin cruzar palabra, mientras trasteaba buscando el mechero en el bolso, con  el móvil en la oreja, para a continuación encontrarme con M. y unos amigos. Me sentí como Umbral: "He venido aqui a hablar de mi libro". La noche acabó con risas y cervezas.

Ahí os dejo, la foto y el escrito. Espero que lo disfrutéis tanto, como yo lo hice al escribirlo.


¿Qué pasaría si… al despertarme un día fuese Almudena Grandes?
 
Me daría un susto tremendo al mirarme al espejo, aunque me reconocería, estoy segura, mi pelo seguiría siendo moreno, más largo desde luego y mi cara tendría más arrugas de expresión; con seguridad diría:
-       ¡Coño!, Soy Almudena Grandes.
 
Y con este nuevo aspecto, metida en su piel, disfrutaría de sus ojos para ver historias en cualquier detalle, en cualquier persona y me lanzaría a las calles de Madrid: a empaparme de sus gentes; a pisar el suelo donde tantas cosas han pasado; a disfrutar de unas cañas y unas tapas, rememorando los tiempos en donde el viajero era agasajado con un trozo de queso para que no sufriese de los desmayos propios de la ingesta de alcohol en ayunas; a recorrer las estaciones de metro que sirvieron de refugio en la cercana guerra civil; a pasear entre los árboles centenarios del Retiro y buscar las pocas ardillas que quedan; a ver la Cibeles y Neptuno e imaginar unos esponsales que nunca llegan; a recorrer los muros de las Descalzas Reales imaginando amores imposibles; a mezclarme con las cientos de nacionalidades del barrio de Lavapies; a perseguir una imagen de San Miguel entre las almonedas calorras del Rastro; a criticar a Gallardón y su Madrid faraónico; a invocar a los muertos en el mágico templo de Debod; a sentarme en una de las terrazas de Pintor Rosales escuchando conversaciones ajenas y luego volver a casa andando, por esa ciudad caótica, dejando reposar los detalles, las sensaciones, el impulso de querer saber más…dejarlo macerar como unos buenos boquerones en vinagre y pasado tres días, enfrentarme al papel en blanco,  pidiendo ser usado…
    
     Poco a poco aparecen unas letras: redondas, claras, legibles al principio, a medida que avanzan por el inmaculado papel se convierten en garabatos picudos, esbozos de caligrafía, signos y abreviaturas ilegibles al profano; que van adquiriendo significado unos detrás de otros. Y tras el primer folio, un descanso, para tomar perspectiva, intentando saber si tengo una historia o solo un boceto más que guardar durante meses, para luego ser desterrado del cajón de las ideas y acabar en el contenedor de papel reciclado.
 
     A veces ocurre que al otear los folios escritos, mis líneas se convierten en olas arribando a una playa tranquila y desierta; movidas por una corriente suave. Y sólo entonces pienso que mi próxima historia está ahí, en ese mar de palabras donde los personajes ya se han bautizado y pasito a pasito comienzan a moverse con facilidad por el fluido lingüístico que les he creado y ellos, en compensación, me crean a mí, haciendo que me sumerja en lugares donde quizás no haya estado nunca, sienta emociones que todavía no me ha tocado vivir, sufra y disfrute con ellos, creciendo a su ritmo, unas veces con más acierto que otras; inundando de sustantivos, adjetivos y verbos, los folios en las semanas siguientes. Y volver a los autobuses atestados de gente, escuchar el silencio sonoro del jardín del Museo Sorolla, andar entre los sarcófagos en el Arqueológico, perderme en los paisajes surrealistas de los cuadros de Dalí, sólo por el puro placer de despistar a los personajes, de que crezcan en mi ausencia y maduren sin mi mano protectora… para encontrarlos ansiosos por mostrarme sus logros, por sorprenderme con sus andanzas… así hasta llegar al fin de sus días, cuando sus bocas no tengan nada que decir y no me necesiten. Cuando vivan y muera por mí, con la misma intensidad que yo lo hago con ellos.
 
     Y después sólo después… despertarme un día siendo Eva María Sánchez López.

martes, 26 de octubre de 2010

LOS PLACERES DE LA CARNE

     Este año le estoy dando a la aguja, !no penséis mal! acompañada de hilo y es que he recuperado una de esas cosas, que te enseñan de pequeña, que es coser. A mi madre le gustaba coser, vienen a mi memoria, vestidos infantiles en tres tallas diferentes, disfraces desde el traje de chulapa hasta de fresón, bolsos, mochilas... . En mi caso, mi aventura es mucho más humilde, son broches, sencillos y resultones.

     Quiero presentaros uno de ellos, que nació de los placeres de la carne, en este caso, de la carne a precio de mercado, con salidas y domicilio, con elegancia y discreción y descuentos los días del espectador... y no hablo del cine.



     Y me he acordado de Caye, la protagonista de una canción de Manu Chao y de la película de la que era su banda sonora. E inmediatamente ha venido a mi mente otra Caye, a la que no conocí, pero que en muchas ocasiones ví. Ahí os la dejo, deseándonos buenas noches.


CAYE

     Frente al espejo comenzó a arreglarse: sus ojos verdes acentuados con una sombra malva, sus pestañas rizadas hasta lo imposible y sus labios carnosos de carmín, resaltaban su piel morena. Se vistió despacio: una camisa entreabierta, unos pantalones que marcaban las caderas y unos zapatos de tacón, conformaban el conjunto. Sin desearlo, estaba guapa.
     Miró el reloj, tenía que pensar en irse, de lo contrario llegaría tarde a su cita. Durante el trayecto en el metro, recordaba su tierra y a sus padres, a los que tuvo que convencer con mil argumentos para que consintieran en dejarla cruzar el charco y venir a Madrid, a intentar cambiar su negro destino.
     Llegó a la estación: LAGO. Las copas de los árboles se mecían en el aire, era septiembre, la noche estaba tranquila y había poco tráfico. Se detuvo un coche, su ocupante hizo un guiño; ella sopesó la situación y tras un breve vistazo, se decidió y subió al coche.
     Sabía que lo que vendría después no duraría mucho; mientras su cuerpo trabajaba, sólo podía pensar en esa negrura que no la abandonada

viernes, 8 de octubre de 2010

MI ALTER EGO

   

Cuando me preguntan por mi alter ego (Tafim), suelo contestar que es un nombre inventado de la bailarina de danza oriental que durante una temporada quise ser...y en parte es así. Aunque la verdad verdadera (si es que existe), es que nació de un juego, tomando café en el Círculo de Bellas Artes, con un compañero de criminología que acabó siendo ex. El juego muy sencillo, sobre una servilleta escritas al azar: letras y vocales y una invitación: Elígete un nombre. Yo elegí TAFIM, una de las protagonista de la historia que os cuento a continuación.. y la historia apareció entre los vapores de los Baños Arabes,  cercanos a la Plaza Jacinto Benavente, de Madrid.

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

Tenía calor, mucho calor, su pelo empapado caía sobre sus mejillas causa de la humedad, el ambiente le calaba. Le gustaba esa sensación, quizás era que no había conocido otra cosa. Se crió en el harén, con el cometido exclusivo del hamman.
El olor a aceite, el ruido del agua y la luz tamizándose por las celosías formaban parte de su paisaje diario, a veces tenía la sensación de encontrarse en un gran decorado, descubriendo en cualquier momento su irrealidad, aunque también sabía que llevaba demasiados años para creerlo.
¿Cuántos años tenía? ¡Cómo saberlo ni si siquiera conocía la fecha de su nacimiento! ¿veinte? ¿diecisiete? Su pecho no desarrollado, apenas del tamaño de mandarinas, su pubis ligeramente velludo, no eran factores determinantes para asegurar con certeza su edad.
Pero ¡qué estoy pensado, con las cosas que tengo que hacer! Preparar los afeites, calentar la pileta del vapor, la túnica, los abalorios.... demasiadas cosas. ¡Despierta!

Apareció desnuda dispuesta a dejarse hacer, acarició su cuerpo con el agua caliente, notó como sus poros se iban abriendo; era la parte que más le gustaba, sabía que ahora tendría que introducirse en la pileta de agua fría: su piel adormilada antes, ahora en tensión, sus músculos contraídos al máximo. De nuevo envuelta en el calor húmedo del vapor relaja todos sus sentidos y sueña...
Tafim se acerca suavemente, intenta no hacer mucho ruido, pone la mano sobre su hombro y le susurra que ya es la hora, debe acabar el baño. Unos ojos negros la miran fijamente y la siguen hasta el diván. Allí envuelta en los efluvios del aroma a  jazmín, encuentra unas manos que recorren la espalda, como un pequeño ejercito ocupando toda su superficie.
Los dedos fuertes, sabios buscando los rincones donde se hacen necesarios, útiles para el descanso y relajo de músculos, vértebras, nervios...A pesar de ser un recorrido de sobra conocido, siempre cambia, encontrando alguna sorpresa en su camino.

¡Cómo le gusta el tatuaje que porta! Esa media luna con el símbolo del sultán, del tamaño de un dátil, en el inicio de la nuca y cubierta por el nacimiento del pelo. Desea tanto tener uno así. No es el efecto arrebatador que produce lo que quiere, sino lo que significa: formar parte de ese grupo de mujeres a las que dedica toda su existencia.
Cuentan sus antecesoras como una de ellas consiguió llegar a ocupar el lugar más privilegiado: ser la favorita del sultán. Pero de eso hacía demasiados años, sólo una historia, nadie vivo que pudiera afirmarlo o desmentirlo. Quizás un sueño que había ido forjándose en real a largo de décadas.
La tensión de las muñecas la hizo volver en sí, llevaba demasiado tiempo dando el masaje, era hora de acabar. Con la suavidad del paño de algodón caliente arrastrando los restos de aceite finalizó. La ayudó a incorporarse y a cubrir su cuerpo con la túnica de seda verde esmeralda.

¡Alá, bendiga esos dedos! Una sola de sus caricias hace despertar en mi los más ardientes deseos. Si el sultán me tocara así, sería capaz de alcanzar la séptima puerta.
Siguió dejando trabajar esas manos, abandonándose al éxtasis que le producían. Notó el tejido del paño, sabía que todo había acabado, la parte que más le llenaba del día, terminaba. La miró agradeciéndole sin palabras todo su trabajo, unos ojos almendrados y una sonrisa picarona, dieron su aprobación.
El sonido del “almohacin” llamando a los fieles puso la nota final al baño. Con las manos extendidas hacia Tafim, deja que las dibuje con henna, decorándolas profusamente.

Es curioso que todo lo que ocurre en mi vida es fruto de mi pasividad, siempre dejo que me hagan: que me despierten, me bañen, me alimenten, me dominen en la cama....no soy dueña de mi destino, eso lo se; ni siquiera señora de lo más elemental. ¡Me gustaría tanto ser por un día, como ella!, sabiendo que una vez cumplidas las obligaciones puede elegir qué hacer.
Envuelta todavía en los vapores del agua, Tafim se afana en guardar de nuevo los utensilios. En su mente solo una imagen: el negro del tatuaje
¿Cómo corresponder a todos sus cuidados? Se debate entre el saber que forma parte de la manera en que se gana el sustento y la remota posibilidad de que disfrute mientras trabaja. Lo ha visto en sus ojos, a veces la sorprende sonriendo con tanta facilidad....
Piensa cuidadosamente la manera de responder a todas las atenciones recibidas hasta ahora  y sólo encuentra una solución: es su cuerpo, lo único que posee, el instrumento elegido.
El resto del día lo dedicó a idear la forma de llevar a cabo la ofrenda. Se preocupó de hacer una inspección en el ala reservada a las esclavas y como si de un general antes de un combate se tratase, examinó el terreno buscando los puntos a favor y en contra.
La estancia que ocupaba Tafim, estaba al final del largo pasillo, sin duda, facilitaba la intimidad y la huida rápida en caso necesario. La forma de penetrar en el recinto le preocupaba más, pasar sin levantar sospechas, de otro modo dificultaría su cometido. ¡Un disfraz!, es la clave. Se haría con una de esas túnicas oscuras en la hora del baño y uno de esos pañuelos de aspecto tosco para cubrir su larga caballera.
¡Estoy orgullosa¡ Por fin soy dueña de mis actos y de sus consecuencias. A decir verdad, soy una gran estratega, no he dejado ni una sola cosa al azar. De algo tienen que servirme las interminables partidas de ajedrez con mi señor. Se descubrió canturreando.

En el bazar no cabía ni un alfiler, sorteando a unos y a otros, alcanzó al vendedor ambulante.
   - ¡Alá te proteja¡ Tafim
   - A ti y a los tuyos, Melthiab.
   - ¿Con que esencia de mi humilde comercio vas a sorprender a la sultana?
   - Es increíble, siempre adivinas mis pensamientos. Quisiera una esencia tan dulce, como la vainilla, pero más sorprendente.
   - Tengo lo que buscas y a un módico precio.
   - Hoy no tengo tiempo de regatear, lo que me digas, te pagaré.
   - Esta bien. Has de saber que me dejas sin unas de las tareas más placenteras de mi humilde labor.
Gracias por comprenderlo.
   De camino, iba oliendo el perfume que Melthiab le había dado. Unas notas de canela, clavo y una pizca de hierbabuena componían tal sugerente esencia. Imagina la aprobación de la sultana al dejar empapar sus cabellos con ella.
   Tumbada en la cama intenta conciliar el sueño, en su cabeza solo hay espacio para el aroma de la esencia adquirida. No puedo resistirse a probarla en su propio cuerpo. Se desnuda lentamente y comienza a empapar sus cabellos, sus axilas y su pubis con tan ansiado líquido. Se encuentra distinta, inmensamente más bella. Por un momento ocupa el lugar de la sultana e imagina.

   El pasillo no lo recordaba tan largo y oscuro, hasta ahora tiene suerte, ni un solo ruido ni una sola presencia han salido a su encuentro. Al alcance de su mano, tiene la puerta.... ¿Y si está despierta? ¿Y si la asustó y grita? .No puedo abandonar, es algo que desea hacer. Se anima.
    Deja deslizar suavemente la bisagra y penetra en la alcoba. Un olor intenso y desconocido satura sus fosas nasales. Ella duerme.
   Me acercaré con cuidado, no quiero despertarla, todavía no. El aire está impregnado de ese aroma que no la deja pensar con claridad, va hacia ella, escucha su respiración, observa su cuerpo desnudo descansando, decide acostarse a su lado, quiere sentirla cerca, roza su pelo con las yemas de los dedos. No quiere ser descubierta.
    Tafim no advierte su presencia, se hace fuerte. Todavía con las yemas de los dedos recorre su espalda, sus glúteos, sus piernas. Quiere más. La induce a cambiar de postura, lo consigue, la visión es espectacular, necesita estar más cerca, las yemas no le sirven, con el dorso de las manos realiza la expedición: los brazos, clavícula, senos, vientre, pubis, piernas.... se abandona a sus sentidos. De pronto se detiene, nota su respiración más agitada, no quiere que la encuentre allí. Continúa, no puede controlarse, ahora recorre su cara redonda, su frente pequeña, sus ojos, sus infinitas pestañas, sus labios carnosos...... ¡Cómo no probarlos! Se aproxima, los lame, los mordisquea y ellos aceptan la ofrenda entregándose con pasión.
   Los cuerpos se entrelazan, los brazos y piernas se enmarañan, los poros de su piel expelen sudor y satisfacción. Ambas han alcanzado la séptima puerta.
  


jueves, 7 de octubre de 2010

BUSCO A NACHO




   Os presento a Nacho. Nacho, lleva conmigo desde el 2005,  lo parí en Madrid,  mas bien Getafe, cuando iba al Centro de Poesía José Hierro las tardes de los miércoles. Ya os dije, que la Caja de Pandora se había abierto.... y ahí está, el primero que quiere salir, que lleva ya mucho tiempo en el armario.

   Nacho, me gusta mucho. Tanto, que creo que el origen de Regala Historias (https://www.regalahistorias.com/) está en él, en su carta.  Hechas las presentaciones oficiales, ahí dejo su historia y mi deseo: encontrar otros Nachos.

NACHO

 "Mi amor, hoy es la primera vez que utilizo este viejo sistema de comunicación, la primera y última. Acierto pensando que conoces mis motivos, pues en ti encuentran su origen, adivino tu cara en estos momentos con tan solo leer las primeras líneas, por favor, regálame un poco de tu tiempo y tu paciencia, amiga, al menos tu paciencia....No es fácil ¿sabes? Sentirse atrapada en el cuerpo de una mujer cuando ansías ser hombre. Quizás no lo comprendas, pero has sido tú, María, sin duda el origen de  la gota que ha colmado mi vaso para darme cuenta, para sentir realmente lo que soy: un hombre. Y desde esa nueva perspectiva te escribo, te nombro, te sueño, te deseo y te olvido.
   Todo te lo debo a ti...Y adivino en tu cara un gesto de desdén,, por favor no seas sarcástica,  y sigue leyendo.. No te voy a recordar ahora cuando tiempo hace que formas parte de mi mundo, aunque si te diré como tu  amistad acabó dando paso al deseo y posterior amor. Hasta para eso soy hombre, primero apareció la impaciencia de sentir tu cuerpo contra el mío, buscándote en despistes ocasionales, palpándote en probadores minúsculos...luego mucho más tarde el corazón, desbocándose sin control cuando te veía a lo lejos, anticipándote, celebrándote con ansía....
   Hasta el final de mi camino, hoy, a pocas horas de mi ingreso en el Hospital, en cuyo  veré la luz ququirófanoe me rescate del túnel en el que he vivido durante estos años. Un poquito, apenas un foco, ni siquiera pido un cañón como esos de los espectáculos. Un poquito para vivir con un cuerpo nuevo que la naturaleza me negó, para consentir ser uno en cuerpo y mente, para llegar a tu puerta y poder decir bis a bis y si tú me lo permites lo que te quiero y deseo.
   Hasta pronto,
               Hombre"

María dejó caer la carta entre sus piernas, los mocos y lágrimas apenas le dejaban respirar, no estaba segura de lo que había leído. Tenía que serenarse. Necesito una copa-pensó, y cuando se me pase el sofoco volverla a leer.  Fueron cesando los hipos y nublándosele la vista por el alcohol hasta perder el control. Nunca volvió a leer la carta.

Llegó a la hora convenida, de su mochila salieron con prisa: pedazos de acero, plástico y papel, convirtiéndose en una práctica mesa con silla incorporada y su identificación sobre ella. Le gustaba que su lugar de trabajo estuviese en orden y a punto. Allí estaba, en uno de los paseos más concurridos de El Retiro, al pie del cañón,  a pesar de ser uno de los inviernos más fríos que se recordaban; dispuesta a encontrar un cliente o que éste la encontrase, como siempre sucedía.

 Clara, se limitó a ver los cambios en su “oficina”, el frío había dejado su huella, helando todo a su paso. A lo lejos se acercaba un grupo de jóvenes, sabía que pronto tendría guasa. Se limitó a pasar inadvertida. Alguien se acercó, tomando asiento.
-         Buenas tardes
-         Buenas, ¿qué desea?
-         Umm.... una carta ¿no?

    Advirtió la sutil ironía, tomando la decisión de ser hiriente en sus preguntas a modo de venganza. Comenzó la batería de preguntas necesarias para hacerse una idea del tipo de cliente y carta que debía redactar. Bastaron un par de ellas para que su intención inicial desapareciera. Utilizó la técnica de la empatía que tan buenos resultados le daba y comenzó a escribir de manera automática. Apenas levantaba la vista del papel para ver como unas pestañas interminables preguntaban con urgencia: ¿puedo leer ya?

    Tardó unos segundos más en levantar la vista, esta vez de manera definitiva. Nacho tomó entre sus dedos la carta y comenzó a leer: “Mi amor, hoy es la primera vez que utilizo.....”

© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall