viernes, 22 de mayo de 2020

EL CAZADOR


EL CAZADOR


   Habían sido muy persuasivos con sus argumentos y explícitos con las consecuencias. Una vez hecho, Jan recibiría su insignia.


   La insignia significaba una vida con sueños para su clan y no conseguirla suponía su eliminación.

   No era justo y no tenía opciones. Firmó los documentos, autorizando la intervención de su iris. Una cámara de visión nocturna ocuparía el sitio de su pupila, también podría hacer fotos, los mandos se insertarían bajo sus cejas. Su manejo era sencillo. Sólo debía tener cuidado y aplicar suero cada quince días para limpiar ojo y objetivo.


   El entrenamiento duró semanas, en las que le enseñaron a manejar el dispositivo, también las labores de identificación y localización de los sujetos más aptos a los que robar sus sueños. El nuevo gobierno estaba decidido a erradicarlos, el escuadrón de cazadores cada vez sumaba más integrantes, ninguno de ellos voluntarios.

   La exterminación de sueños empezó por los más pequeños, Jan durante el día localizaba a los infantes y por la noche esperaba a los pies de su cama hasta que entraban en fase rem. Era justo en ese momento, cuando su ojo biónico captaba y guardaba las ensoñaciones. A pesar de sus buenos resultados, la insignia nunca llegaba. Estaba harto. Jan sopesó las ventajas e inconvenientes y actuó con precisión quirúrgica, usó el aguijón metálico de uno de los guardianes abatidos y lo clavó en el tanque de sueños.

   Con la orden de busca y captura emitida, Jan abandonó el clan.


viernes, 15 de mayo de 2020

ELLA








   Unos amigos le habían hablado muy bien de ella, constantemente ponía excusas para conocerla, todavía se estaba lamiendo las heridas de su última relación. Al final y sólo por no oírlos, llamó. La charla fue agradable, enseguida se organizó el modo en que se conocerían, ella iría a su casa.

   De eso ya hacía un mes, nunca había sido ¡tan feliz! La convivencia fluía,  en ese tiempo jamás salió un no de su boca y siempre accedía a sus deseos. Quiso agradecerle tanta atención y preparó un picnic. 

   La primavera temprana había hecho su aparición y bajo la sombra de un par de árboles cercanos, extendió la manta y sobre ella la ensaladilla de cangrejo y la sandía troceada.  

   Parecía estar disfrutando de la sorpresa. A pesar de que sol no le sentaba nada bien, no dijo nada. El líquido de la sandía dio color a sus labios, semiabiertos y duros, una de las pepitas se quedó en su mejilla y él con sumo cuidado se la quito. 

    Después de comer, sacó el termo con café y brindaron en vasos de plástico, preámbulo de una siesta ardiente. Una a una le fue quitando las pepitas de sandía de la espalda, con algunas tuvo que aplicar energía extra, el sudor de la siesta las había solidificado. La desinfló, le pasó un paño borrando los restos de comida y fluidos; y la volvió a meter en la caja, hasta su próxima cita.

viernes, 8 de mayo de 2020

UN HOMBRE MORENO



   Esta semana, la propuesta consistía en escribir sobre un hombre moreno, uno pelirrojo y otro rubio,  casi como el color de pelo de cada una de nosotras, ergo, me ha tocado el moreno. 
   Y por arte de birliborque, apareció ante mi ese hombre: moreno, obvio, ojos color miel, raya pintada y melenon, todo ello acompañado de un cuerpo atlético, vestido con pantalones bombachos y casacas de pecho abierto. Pensé que tenía el personaje perfecto, un hombre guapísisimo al que le haría surcar los mares, para que su melena ondease,  también le convertiría en pirata pero de los buenos, de los que solo luchan contra los ingleses, y claro como todo buen pirata que inspire temor le daría un sobrenombre, uno bien potente, un "tigre", sí, sería El Tigre, pero... ¿dónde transcurría la historia? y usando la fórmula dedo en globo terráqueo y voilá apareció Malasia.
   Tan contenta estaba con mi personaje que me lo llevé a la cama...¡cuidao esos malos pensamientos, que lo hago con todos! sólo para imaginar las aventuras que le haría vivir y de repente me habló:
    - Hola guapa, hace mucho tiempo que no nos vemos, pero ya nos conocemos y no puedes escribirme porque ya existo. Lo se, una pena, que un cuerpo con este, con esta carita y estas aventuras, sólo quede para el recuerdo de jovenzuelas (ejem, ejem) escritoras.
     Me desperté asustada y cabreada, ¿qué significaba aquel carraspeo al referirse a mí? Respiré profundamente y entonces caí: ¿Os acordáis de Sandokan?




© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall