Escorial
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sábado, 25 de enero de 2020

AMADEO GYM




   Es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno y tan sólo hace un mes que ya no voy al gimnasio. Me había sucedido otras veces, la vacaciones suponen un parón en mi rutina deportiva y retomarla cuesta...aunque esta vez es diferente. ¡No soy el mismo!

   Como todos los años, después de comprobar mi cuadrante: soy bombero, solicité mis moscosos para hacer lo que más me gusta: correr triatlones. Y para poder hacerlo, me sacaba un sobresueldo como comprador misterioso (así nos llaman) de artículos deportivos de una conocida marca,  que luego testaba. Así podía pagarme los desplazamientos de las competiciones.


    Mi primera compra fue una bicicleta de fibra de carbono, famosa por su poco peso. Cuando sales del agua con los músculos en tensión y tienes que subirte a la bici, interesa que sea lo más ligera posible y a la vez con la suficiente fortaleza para tirarla al llegar a meta y ponerte a correr como un loco, sin que la bici sufra desperfectos. 

   La compra ocurrió sin incidentes, no tuve ninguna queja en el trato y el dependiente fue amable, respondió a todas mi preguntas e incluso me aconsejó sobre un modelo superior y por ende más caro (en mi informe se vería reflejado expresamente).

   Al llegar a casa envié el informe y preparé la ruta para el día siguiente. Consulté la aplicación más descargaba entre deportistas y no tanto... para ver la duración y exigencia de la ruta. Elegí el Puerto de los Leones ¡un clásico!

   No me acordaba de que se hubiera convertido en un circuito para vehículos de gran cilindrada, de empresas que se dedican a alquilárselos a los infelices que no podíamos tener un Ferrari y Maserati.

   En las primas curvas noté que la bici se agarraba bien al asfalto (eso siempre da buena puntuación) y apenas sentía la vibración de los lamborghinis, porsches y otros italianos. Fue en la bajada hacía El Escorial donde tuve el accidente ¡Qué rápido ocurrió todo! No sé si fue la luz que se reflejaba en la cúpula del Monasterio a esa hora o el alerón del Maserati que me rozó o el fulgor de la aparición de la Virgen en su prado, el caso es que acabé con la fibra de carbono metida en las costillas y con mi carrera deportiva y profesional.

   El resultado fue mortal. Tuve que cambiar toda mi existencia.

   Ahora tengo otro trabajo que me permite seguir en forma, aunque con menos intensidad, no me quejo. Los fines de semana me los paso en la bajada del Escorial, con mi traje de ciclista, haciendo parar a los vehículos de gran cilindrada, a las furgonetas de monjes y todos los que llevan la pegatina de la Virgen. Con la excusa de necesitar rueda nueva, me bajan hasta el pueblo.... tiempo más que necesario para explicarles los peligros de la velocidad, la importancia de la prudencia en las curvas y de cómo se puede acabar siendo un fantasma bombero.

© Historias de Eva, S.L.
Maira Gall