jueves, 24 de mayo de 2018

METROPOLITAIN

¿Alguien se lee la letra pequeña? ....



METROPOLITAIN
-Disculpe, ¿está libre, verdad?- afirmó señalando la mochila infantil que ocupaba el asiento
-Sí, perdone-contestó colocándosela entre las piernas. ¡Pesan tanto las condenadas!-añadió
-Lo sé-sonrió con generosidad. La de mi hijo debe pesar unos diez kilos
        -Ésta- dijo señalando sus pies- debe andar por los cinco y ya me parece una barbaridad
        La megafonía anunció la llegada a la estación de “Madelaine”
-Aquí siempre sube mucha gente-continuó hablando. Seguramente tengamos que apretarnos-le avisó moviendo la mochila hacia él.
-Ya sabe, la hora del almuerzo. Además hasta Pigalle no la molestaré. Y le guiñó un ojo.
-¡Anda! Mi parada. A la sorpresa le acompaño una enorme sonrisa.  Y ¿a qué colegio dice que va su hijo?
- ¿Mi hijo? Al Liceo Verné-y acercó su pierna hacia la mochila.
- ¡Ah! Pensé que estaría en el Sacre Cour, que viviría en el barrio ¡Suposiciones que se hace una!
- No soy del barrio, pero me gusta mucho venir en metro. Sobre todo sentarme en este asiento ¿sabe a qué me refiero, verdad?- volvió a guiñarle el ojo.
Ahora se tocaban los hombros y podían percibir sus perfumes.
-Es un barrio muy animado, estamos encantados con el cambio...antes vivíamos más a las afueras-No paraba de hablar, estaba nerviosa, no sabía interpretar el guiño del viajero- ¿y dígame, por qué le gusta tanto Pigalle?
-¿Le puedo hacer una pregunta?-le contestó acercándose a su oído. ¿sabe en qué asiento está? ¿y lo que significa?- oía su respiración agitada
Apretando la mochila entre sus piernas contestó- Ah pues no tengo ni idea, ¿se refiere a la placa de asientos reservados?-  que yo sepa no está prohibido sentarse.
El viajero se rió maliciosamente y volvió acercarse todavía más- ¿no ha leído la letra pequeña?
-Pero ¿qué está diciendo?- La curiosidad la hizo reaccionar. Déjeme que vea lo que pone.
Se levantó del asiento, acercándose al cartel del vagón. Para cuando terminó de leer la letra pequeña, la megafonía anunció la parada de Pigalle. Con la mochila de su hijo entre las piernas y la mano del viajero en su cintura, supo que sería la primera y única vez que tendría una aventura. También que jamás volvería a subir en el último vagón de la línea 12.
-Entonces… a su casa, ¿no?-afirmó por última vez el viajero, agarrando la mochila y guiñándole el ojo, a la vez que el tren entraba en la estación.







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