EL
CORONEL
La evidencia le despertó
de madrugada: - No tengo a nadie que me
cocine. Después de casi cuarenta años de matrimonio, había firmado esa
misma mañana la demanda judicial de divorcio. Su segundo pensamiento fue: ¿qué putas hierbas utiliza?, detalle
vital que no había sido tenido en cuenta en la citada demanda.
Ya no pegó ojo. Bien temprano se colocó su traje de pana blanco y su corbatín negro, se encaminó a
casa de los Virkestaff para buscar soluciones. Dan le recibió con el batín de seda todavía
puesto y confirmó su temor:- No hay nada
que hacer. Ya sabes que no se incluyó en la demanda. El secreto es de la
cocinera. Le dejó con la palabra en la boca.
Al llegar al restaurante que todavía permanecía a su nombre,
se fijó en ella, era menuda y más joven, respiró aliviado y se dijo: Ahí tengo lo que buscaba. Se llamaba
Claudia y era la ayudante de cocina. La
cortejó sin descanso hasta que finalmente contrajeron matrimonio enamorados
como adolescentes. El coronel sólo le puso una condición en el acuerdo prematrimonial:
ella le dictaría en la noche de bodas el nombre de cada una de las hierbas que
usaban para su empanar el pollo.
El coronel las anotó
cuidadosamente en un folio, puso la fecha y lo firmó para continuar jadeando y
sudando en su noche de bodas. Ese folio se convertiría en la receta secreta
original de un famoso pollo americano.
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