Pepita
solicitó mi compañía, para acudir al Foro de ciencias ocultas y espirituales que
anualmente se organiza en Madrid. A pesar de los buenos augurios que me había
pronosticado la santera cubana, salí de allí igual que entré: agnóstica
perdida.
-Se
presentará como una famosa vidente y te dará a conocer el nombre de tu amor
verdadero, ¿lo ves?, aquí lo pone, me dijo señalando una de las caracolas de
mar esparcidas por la mesa.
Tenía
guasa que a mis taitantos años (una mujer jamás revela su edad) me descubriese tal misterio.
¿Y si estaba muerto? ¡Menuda faena! peor, ¿estaba con alzhéimer y no se acordaba
de que yo era su verdadero amor?, ¿y si fuese una mujer y tuviese que salir del
armario? ¡Con la de artrosis que tengo! ¡Qué pereza!… Fui deslizando, con mucha
sorna, éstas y otras preguntas a mi Pepita querida, entre pastas y sorbos de té.
Ella, ¡tan crédula!, tan obediente con los dictados de sus santos preferidos y de
sus gurús en quiromancia. Se entregaba con igual pasión a ambos. Que había que
llevar huevos a Santa Clara, para que en la comunión del nieto de Piluqui no
lloviese, allí estaba ella. Que había que hacer cola en la Ermita de San Isidro
para recoger agua y evitar los males de garganta, madrugaba la que más. Que las
lámparas de sal eran buenas para quitar las jaquecas, ya se ocupaba de comprar
una para Cuchita. Que lo mejor para la protección del hogar era una ramita de
muérdago (regalada siempre) detrás de la puerta de la entrada pues nos
organizaba el juego del amigo invisible para que ninguna de nosotras se quedase
sin ella….. La lista era tan larga que nuestras meriendas, en el Bingo, se
convertían en clases magistrales de rezos y hechizos diversos.
¡Sí!
Eso era lo que nos unía: ¡el bingo! Allí
acudíamos cada tarde con las gafas bifocales bien limpias y con los bolígrafos pasados por el manto del
mismísimo San Judas Tadeo, detalle de nuestra Pepita querida. Dispuestas a
cantar unos cuantos, soñando convertir la pensión, por arte de línea y bingo,
en un gran viaje a Benidorm a cuerpo de reina.
Se
unían a nuestras tardes: Piluqui y Cuchita, devotas en su caso de El Corte
Inglés. No había nada en sus vidas que no hubiese salido de esos grandes
almacenes. ¡Cómo no han contado con nosotras para el anuncio del setenta y
cinco aniversario, pero si fuimos las primeras en tener su tarjeta, decían al
unísono.
El
azar se escapaba cada tarde entre cartones y copitas de Marie Brizard, hasta
que siguiendo las instrucciones del nuevo maestro de feng-shui de Pepita, nos
sentó como sigue: Piluqui al este, Cuchita al oeste, Pepita al sur y servidora
al norte. ¡Ese día cantamos dos líneas!¡Estábamos como locas de contento! Las
semanas siguientes mantuvimos las posiciones y al mes nos llegó el ¡Bingo!¡Qué
emoción! ¡Qué alegría!¡Menudo Bingo¡ ¡Tiembla Benidorm!
Y
entonces ocurrió. El camarero se acercó con cuatro copas de champán que no
habíamos pedido.
-De
parte de la mesa seis-nos dijo.
Las
cuatro miramos con sorpresa y curiosidad a sus ocupantes: tres jóvenes guapos a
rabiar, acompañaban a una mujer de
nuestra edad. Se habían levantando y avanzaban hacía nosotras.
-Queridas,
llevo semanas observando vuestra técnica, mi más sincera enhorabuena, soy
Divine, la famosa vidente de las madrugadas de la tele. Pepita me dio un codazo
en ese momento que todavía me duele.
Y
continuó:
- En
concreto a ti, Pitu.
¿Pero quién le había dicho mi nombre?, pensé.
Tengo un mensaje para ti. Tomó mi mano,
me miró a los ojos y sentenció:
-
¡Tu amor verdadero es….!
-¡BINGOOOO!-
gritaron en la mesa de al lado.
Así
supe que el bombo, los cartones, el ruido de la sala, mis amigas y sus copitas
a media tarde eran la causa de que mi
corazón palpitase cada día con más fuerza.
No hay comentarios
Publicar un comentario