sábado, 25 de abril de 2020

DIA DEL LIBRO

     Con motivo del día del libro, una amiga nos ha propuesto un ejercicio, que me ha gustado mucho, elegir tres libros y luego escribir algo relacionado con ellos. En mi caso mi elección fue: Los aires difíciles (Almudena Grandes), Permafrost (Eva Baltasar) y La novia gitana (Carmen Mola) y ahí va el resultado.


23 DE ABRIL


     Enorme se veía la playa sin gente, las olas tenían una belleza que fascinaba, probablemente porque ningún bañista impedía su recorrido. A las doce de la mañana, andar por una en la costa gaditana, era un buen motivo para que la policía llegase. Necesita pisar la arena, sentir el calor acumulado en los primeros días de la primavera para alejarse el permafrost en el que vivía. La situación era cada vez más complicada. 

   La convivencia era fría, apenas se dirigían la palabra, lo que antes eran insultos y gritos había pasado a silencios densos y esto todavía le daba más miedo. Se sentía pisando una fría capa de hielo, que cualquier día cedería bajo sus pies y acabaría con ella en el hospital otra vez. En la lucha se manejaba bien, solía pagar con la misma moneda al capullo que su padre eligió como marido. Le humillaba en cada comentario mientras él usaba la mano. Las fuerzas no estaban igualadas, a ellas le duraban las marcas varios días y él, él se hacía cada vez más pequeño y cuando ocurría se permitía el lujo de sonreír, para dentro, aunque a veces se asomaba a la comisura de los labios y entonces inventaba excusas para salir de la casa y hacerlo sin miedo.

    El silencio era nuevo para ella. Un alto el fuego, para seguir recibiendo un plato caliente todos los días y no preocuparse de salir a la calle, que fuera ella la que se ocupara de traer la comida, de respirar el aire de otros.

    Cuando entró en casa volvió a sentir el frío bajo sus pies, ¿cuanto duraría así? De camino a la cocina, vio en la mesa del comedor fotos de su boda. Ni se inmutó. Sacó de la bolsa, las cosas que le habían dado en la parroquia y se entretuvo desinfectándolas. 

    Notó su aliento. El olor a anís la hizo apartarse. 
    -Mira qué felices estamos. Ven ¡dame un beso!
    -Déjame, o hoy no comes papas
    Siente cómo aprieta su brazo y la desplaza hacía él. 
   -¡Mira!, ¡mírate!, ¡la novia gitana más guapa!  

   No soporta el olor, le tiene tan cerca que apenas puede respirar y es en ese momento cuando sonríe frente a él, sonora y exageradamente, mientras le clava el cuchillo en el abdomen. Una vez y no pasa nada, una segunda y entonces sí, la sangre del que había sido su marido le calienta el cuerpo, cae desplomado y mira hipnotizada como el charco de sangre se va haciendo más grande, deshaciendo la fina capa de hielo que durante más de diez años ha ido creciendo bajo sus pies.

    Enorme se veía la playa sin gente, las olas tenían una belleza que fascinaba, probablemente porque ningún bañista impedía su recorrido. A las doce de la mañana, andar por una en la costa gaditana era un buen motivo para que la policía llegase. Esperó sonriendo.

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