EL
CAZADOR
Habían sido muy
persuasivos con sus argumentos y explícitos con las consecuencias. Una vez
hecho, Jan recibiría su insignia.
La insignia significaba
una vida con sueños para su clan y no conseguirla suponía su eliminación.
No era justo y no tenía
opciones. Firmó los documentos, autorizando la intervención de su iris. Una
cámara de visión nocturna ocuparía el sitio de su pupila, también podría hacer
fotos, los mandos se insertarían bajo sus cejas. Su manejo era sencillo. Sólo
debía tener cuidado y aplicar suero cada quince días para limpiar ojo y objetivo.
El entrenamiento duró semanas,
en las que le enseñaron a manejar el dispositivo, también las labores de
identificación y localización de los sujetos más aptos a los que robar sus
sueños. El nuevo gobierno estaba decidido a erradicarlos, el
escuadrón de cazadores cada vez sumaba más integrantes, ninguno de ellos
voluntarios.
La exterminación de
sueños empezó por los más pequeños, Jan durante el día localizaba a los
infantes y por la noche esperaba a los pies de su cama hasta que entraban en
fase rem. Era justo en ese momento, cuando su ojo biónico captaba y guardaba las
ensoñaciones. A pesar de sus buenos resultados, la insignia nunca llegaba.
Estaba harto. Jan sopesó las ventajas e inconvenientes y actuó con precisión quirúrgica,
usó el aguijón metálico de uno de los guardianes abatidos y lo clavó en el
tanque de sueños.
Con la orden de busca y
captura emitida, Jan abandonó el clan.
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