miércoles, 3 de agosto de 2011

EL BASURERO

Recupero una de mis historias de hace tiempo, en concreto, la seleccionada en el último maratón literario al que asistí....a  long time ago.. que dirían los ingleses.La frase en negrita era la que nos daban escrita, el resto cosecha propia, of course.

  Qué algunos de vosotros, so pasmados, lo registren! ¡ Y los demás subid a por el… bote de vaselina!” . Todavía retumbada en su cabeza la frase, quince años después de la noche en que cambió su vida.
Ahora tenía una vida tranquila, sin sobresaltos, de vez en cuando alguna pesadilla le hacía volver a los pasillos largos, las noches frías, el olor del colchón, la suciedad del pijama…
   Se levantó con dolor de cabeza, la noche anterior le había tocado soñar o mejor dicho revivir de nuevo su ingreso. Tenía un nudo en el estómago, se tomó un almax intentando que el protector estomacal se extendiese por el resto de su organismo hasta llegar a su alma. No ocurrió.
   Con la mala noche que pasó, no descansó y a pesar de no tener que trabajar se levantó temprano, se encontraba nervioso, intranquilo, sintiendo que tenía que hacer algo sin vislumbrar lo que podía ser…y allí estaba el portátil invitándole a conectarse con el mundo exterior. Navegó durante horas por la red, dejándose embaucar por los links más llamativos, apenas comió, pendiente de la búsqueda de antiguos alumnos de su instituto.
   No supo explicarse el impulso que lo llevó a hacerlo, simplemente esperaba ansioso el resultado. Aparecieron gran número de páginas que contenían la información, respiró con satisfacción, se quedó mirando la pantalla idiotizado.
Decidió iniciar una nueva búsqueda, tecleó las primeras letras, dudó entre dar al SUP o al ENTER, optó por esta última. No había marcha atrás. Lo vio, fueron segundos más que suficientes para comprobar que su bestia negra seguía existiendo. No tuvo más valor, apagó el ordenador con rabia.
   El resto de la tarde la pasó vegetando, sus neuronas se negaban a guardar en el cajón de los recuerdos lo que sus pupilas habían visto. Sabía que tendría que volver a leer ese nombre.
   Acordó que una copa podría ser una excelente compañera de viaje, luego pensó que una era impar y al menos cuatro era un buen número, además su número de la suerte.
   Los hielos apenas mantenían su forma, la boca algo adormilada eran síntomas claros de que había llegado la hora. Volvió a encender el ordenador e iniciar la búsqueda, esta vez sin dudarlo hizo doble click. Quince años después veía de nuevo el decorado de sus pesadillas ¡Tan nítido! ¡tan real!... Existía de eso no había duda. La maleza había acabado con el que en otros tiempos fuese un jardín exuberante, el camino de baldosas se había desdibujado y la escalera principal no lucía tan majestuosa. El tiempo había castigado su estructura como había hecho con su personal.
   Una extraña sensación de paz le invadió, aquello que durante tantos años había odiado y le había atormentado, haciendo olvidarse de lo que era, de su vida, teniendo que escapar de su patria, ahora lo tenía atrapado sin hacer otra cosas que mirar fijamente la pantalla, consiguiendo hacer llegar a sus pupilar a la dilatación.
   Allí estaba el Hospital Psiquiátrico infantil, en su país, Argentina, conocido como “El Basurero”, bonito nombre, pensaba con amargura, teniendo en cuenta que se trataba de una institución benéfica para que chicos problemáticos fuesen reinsertados en la sociedad productiva.
   ¡Menuda reinserción habían hecho con él! Cuántos malos tratos! ¡Cuántas noches en vela, esperando que el celador de turno, no se acordase de su existencia! ¡Cuánta rabia contenida! ¡Cuánto dolor!... la listas de “cuántos” era interminable.
   La Caja de Pandora se abrió y desató la tormenta en su interior, volviendo a revivir su estancia en “El Basurero”, durante tres años. Tres años en los que un joven con problemas de socialización, fue ingresado por unos padres preocupados, recibiendo un hijo convertido en un despojo, al que tuvieron que repudiar y enviar a España.
   -Allí lo acogerán, ellos comprenderán la vergüenza- se decían los padres intentando exculparse.
   Así fue, Federico, un chico algo tímido y reservado convertido en alguien irreconocible, un subproducto social.
   La bestia negra seguía en la pantalla del portátil cuando se oyó el disparo.

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