-Nosotros
que somos criaturas de frontera tenemos un compromiso ético y moral con
nuestras pacientes. Respetamos en gran medida la frontera visual para conseguir
un tratamiento efectivo que alivie el insomnio, la pesadez abdominal, los espasmos
musculares, la irritabilidad e incluso
la pérdida de apetito que muchas sufren. Nos preocupamos de su
comodidad durante el tratamiento, desarrollando aparatos que contribuyan a
ello. Déjenme que les muestre tras esta breve presentación, nuestra última
innovación.
Esa
noche en el club de caballeros de Londres, el silencio era un asistente más a
la reunión anual del colegio de médicos. La convocatoria había tenido gran
éxito, el orden del día presentaba los últimos avances en el tratamiento de la
gota y la disertación con demostración incluida,
del joven Dr. Mortimer sobre histeria femenina.
Al
acabar su ponencia descorrió las cortinas, dejando a la vista de todos un diván
tapizado en rojo carmín y sobre él, una especie de teatrillo de guiñol, con las
cortinas a juego.
En
el silencio de la sala, las palabras del Dr. Mortimer retumbaron.
-Y ahora tal y como les expliqué, trataremos a una de
nuestras pacientes ante ustedes, que estará cubierta con una máscara, para preservar
su intimidad y a la que llamaré Molly. Se giró hacia atrás- añadiendo: - Molly
cuando quiera, estamos esperándola.
Las carcajadas se oyeron en todo Londres, la paciente portaba
una máscara de la reina Victoria, extremo que recogerían todos los periódicos
de la ciudad y pondría en un aprieto al joven doctor, pero esa es otra
historia.
Una Molly desorientada tropezó con el diván, provocando
todavía más hilaridad.
-Tranquila querida, en
unos minutos estará de lo más relajada, ya lo sabe- le dijo en voz baja a la
paciente, mientras colocaba de nuevo entre el diván y la paciente, el pequeño
cortinaje extra.
-Caballeros,
modérense- pidió Mr. Mortimer en sucesivas ocasiones hasta que las risas se
fueron apagando. Con el silencio de nuevo presente, el doctor continuó sus
explicaciones.
-
Déjenme decir que con nuestra invención, ya no es necesario el uso de aceites
ni la manipulación manual, y ahora si me lo permiten pediré al personal de este
solemne club que encienda las velas que se encuentran en sus mesas, para poder
dar a esta prueba empírica la intimidad necesaria.
Esperó
a que la sala quedará en penumbras para añadir: En unos minutos comenzará el
tratamiento, ruego guarden silencio para que pueda escuchar las indicaciones
que me de Molly o las que le dé yo.
-Querida
respire hondo, notará como sitúo la bola en la zona a tratar- dijo en voz baja
a la paciente, para añadir en voz alta: -Estimado colegas, procedo a colocar el
lollipop en la zona problemática de la paciente, en unos minutos empezará a
notar un ligero cosquilleo, y a medida que vaya presionando uno de los botones
del mecanismo, que con gusto, les mostraré a cada uno de ustedes a la
finalización, la paciente irá transitando por diferentes estados hasta alcanzar
lo que denominamos paroxismo histérico.
Molly
recostada en el diván, se acomodó el cojín en la parte baja de la espalda. Y
enseguida notó el frescor entre sus piernas y las abrió un poco más para
facilitar al doctor su intervención. En la consulta apenas había durado unos
minutos, pero con tanto público no sabía cómo respondería. Se tranquilizó
pensando que no conocerían jamás su rostro.
-Y
ahora señores comenzaré con una suave vibración que iré intensificando a señal
de la paciente, hemos acordado que la mano derecha será más intensidad y la izquierda
menos.
En
un instante Molly sintió como el cosquilleo entre las piernas iba en aumento,
alzó la mano derecha, suspiró profundamente y se hizo audible, volvió a levantar
la mano esta vez jadeó, repitió la operación y con voz entrecortada se oyó: Oh
my god! Come on, come on, more doctor.
Su cuerpo empezó a temblar, elevó sus nalgas y nuevamente la mano y un sonoro
yes llenó el club, apenas habían pasado trece minutos.
Los
aplausos de los asistentes se unieron al paroxismo histérico de Molly en un
final inaudito en un club de Londres.
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