Mañana es un día importante para mí y tengo miedo. De camino a
casa, me he acordado de ella, de cómo la conocí y cómo en tan poco tiempo pude
aprender tanto de la vida. He recordado sus pestañas, sus ojos grandes, su
acento extranjero y su palmera, esa que tampoco está, aunque si su recuerdo.
Comparto su dedicatoria en las últimas navidades juntas y mi pequeño
homenaje.
GUION DE UN CAFÉ.
Cámara fija en la barra de una cafetería de barrio
medio, con decoración profusa, mesitas que invitan al almuerzo y a la charla de
grupos de mujeres a la salida del gimnasio o de la compra,
sorprendentemente limpio.
Dos hombres hablan en una cafetería de la salud del
ausente, sintiéndose aliviados de no ser ellos quienes sufran su dolencia,
dando gracias a no se sabe qué por no haber sido elegidos por la enfermedad,
celebrando entre vinos su buena salud y repitiéndose: "...si es que no
somos nadie, !joder!, nos puede pasar a todos, tenemos que disfrutar el
momento..."Frases vacías de tanto repetirlas.
Un cliente los observa curioso, hace amago de
intervenir en la conversación, duda, carraspea para aclarar la voz, pero se
repliega, fundiéndose nuevamente en la lectura del libro. Ya no puede
prestarles atención, su cabeza se dispara y se ve acosada por recuerdos
recientes. Hace ya dos meses que conoce la fatal noticia, lo ha asimilado con
normalidad, sus compañeros de trabajo se sorprenden y hacen aspavientos. Para
ella, sólo es una vuelta más de tuerca, volver al mismo camino que había dejado
hace dos años. Nos hacemos tan cómodos, piensa ¿cómo
imaginar que podía volver a suceder, con los buenos resultados de los últimos
análisis?
Su enfermedad, mejor dicho “su dolencia”, como le
gusta decir, produce extraños efectos a su alrededor. No saben cómo tratarla:
se debaten entre el excesivo cariño y la indiferencia. A veces tiene la
impresión de ser invisible, que huyen de su lado para evitar saber lo que su
cuerpo sufre, tener que ser testigo de su decadencia progresiva... ¡qué bien se
vive en la ignorancia!
Se lamenta por saber demasiado, no quiere conocer cada una de las
fases por las que tendrá que pasar de nuevo, no desea recordar los temblores,
el dolor de riñones, los vómitos incontrolados, su cuerpo tensionado al máximo.
¡Basta!, ¡Basta ya! Repite. Su monólogo interior se
hace insoportable.
Vuelve al libro; el párrafo que comienza a leer la sumerge en otra
realidad mucho más llevadera. Está intrigada con la historia de amor, que tan
bien sabe narrar su escritora favorita, Almudena Grandes. Y nuevamente pierde
el interés, comienza a pensar en las diferentes formas de amar que ha conocido
por ella y lo extraño que a veces resulta el sentimiento del amor...
Se remueve en la silla, buscando de nuevo la concentración para
llenarse de los aires y playas de Cádiz. “Los aires difíciles”, así se titula
el libro. Personajes alejados de sus ciudades de origen, buscando respuestas a
sus vidas...como ella.
Cierra el libro, con un gesto llama al camarero, le pide la
cuenta; Se levanta, paga su café y le regala una sonrisa. Sale a la calle con
un único pensamiento: Un día más está en el mundo de los vivos.
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