jueves, 10 de febrero de 2011

OJOS VERDES

Esta historia la escribí hace tiempo y vuelvo a ella por que me cuesta respirar, me cuesta  entender, me cuesta andar.... Ahí va:
   Sonó el despertador, me levanté con dificultad como todos los días, desayuné y me duché pensando con quién había pasado la noche, me arreglé y salí de casa dispuesta como dicen los anuncios de cereales, a  "empezar el día con energía"; procedí a bajar los tres escalones que separan mi casa de la realidad y justo en el momento en que ponía el pie en el último escalón, ocurrió la metamorfosis: el suelo pasó a  ser una superficie gelatinosa y mis pies mantequilla tratando de mantener el equilibrio, mis neuronas locas, procurando razonar el sin sentido de aquello que mis ojos y mi tacto daban fe.
   Avancé con sumo cuidado por la superficie, estudiando el modo de llegar hasta la puerta de acceso que permitía mi salida de aquel lugar a pocos metros; el pie izquierdo se hundió un par de centímetros más, resquebrajando por completo mi equilibro. Caí al suelo, hundiéndome en aquella masa viscosa, no había nada a mi alrededor donde agarrarme a modo de palanca y recobrar mi postura.
   Desde mi posición supina solo podía observar en lo alto de las escaleras a mi parteneir nocturno, un saltamontes enorme, con pocas ganas de saltar, por lo que intuí de avanzada edad, mirándome desde su atalaya, cuestionándose mi presencia en aquel lugar.
   Intenté buscar una respuesta en sus ojos, él hacía lo mismo conmigo, fue en vano. Así estuvimos largo tiempo o quizás un par de minutos pero intensos, mirándonos sin saber muy bien que queríamos encontrar: yo desde el suelo pataleando y retorciéndome cual insecto atrapado en tela de araña y él desde su privilegiada posición.
   Ninguno cambiamos de postura, en su caso, mucho más cómoda que la mía, sin duda. Después de varios minutos comprendí la mirada del saltamontes, de alguna manera yo había sido atrapada por una sustancia gelatinosa, como le sucedió a él en mi dormitorio, bajo los efectos de un aromático aceite de rosas en el quemador, consiguiendo su pérdida de equilibrio y sucumbiendo de igual forma en un espacio sin consistencia; eso era lo que trataba de decirme mi compañero nocturno con sus ojos grandes y verdes.
   Tuvimos un momento de comprensión mutua, como si la comunicación hombre-animal no encontrase obstáculos... y todo ello a pesar de lo incómodo de mi posición.
   Una sonrisa invadió mi cara y unas patitas se frotaron con fruición en su caso. Nuestras miradas fluyeron al unisono....
   Algo me perturba, ¿quien me está agarrando por el brazo? ¿quien pronuncia mi nombre a voces? ¿por qué no me dejan en paz?
   Dirijo la mirada a mi compañero, el también parece sobresaltado, no comprende qué es lo que ocurre. Ahora me vuelvo hacia mi brazo ¿de quién es esa mano peluda? Subo la vista y me encuentro a mi otro compañero nocturno, agitándome con fuerza, diciéndome entre susurros: tranquila, amor, todo ha sido un sueño, ya ha pasado, no te preocupes. Algo molesta por la interrupción, pienso: ¿pero quién estaba preocupada? !Joder! es que una no puede ni soñar en paz.
   Y dándome media vuelta volví a coger la postura para perderme en los enormes ojos de mi saltamontes.

2 comentarios

  1. Los sueños indican un camino.....lo que sucede es que muchas veces el camino se bifurca....y cual elegir?

    CON

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  2. A veces los sueños son bonitos...otras veces no... lo importante es no dejar nunca de soñar... ya lo sabes...

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