viernes, 3 de diciembre de 2010

LA BURBUJA INMOBILIARIA

   Una versión renovada de un cuento de los de toda la vida, algo así con la versión pop de una canción de la Jurado.



Erase una vez que se era...
Una fantástica casa con vistas al mar, en primera línea de playa. A pesar de encontrarse en pésimas condiciones, mantenía la belleza de antaño, con su refinada reja en el balcón y el acceso de cantos rodados hasta el porche. Su construcción era de inspiración colonial y formaba parte del patrimonio familiar desde hacía más de cincuenta años.

Leoncia nació en esa casa, en ella parió a sus hijos, guardo luto por sus padres, lloró la muerte de los dos pequeños, mimó a su única hija Luisa y enviudó de su Manuel. Cada una de las habitaciones mantiene vivos sus recuerdos, a pesar de que éstos en ocasiones, se escapan bajo las baldosas rotas, los interruptores encasquillados y las malas hierbas del jardín.

-Es mucho trabajo para una vieja, esto- dice señalando las macetas del jardín- esto necesita manos fuertes y las mías, ya ves hija cómo son...
-Tranqui, abu, esto nos ponemos un día y pim-pam pim-pam lo dejamos niquelao.
-Ay, hija! Ese día no estaré aquí para verlo.
-No digas tonterías, abu. Tu hazme caso a mí y solo a mí, ¿vale?


Luisa se casó joven y sin recursos, instalándose en la casa familiar; desde la noche de bodas, sus ojos se tornaron acuosos. Su marido no era capaz de convivir con Leoncia- no puedo con tu madre, cielo, de verdad no puedo- la misma frase día tras día. ¿Cómo no darle la razón? Si ella también lo siente. Su madre, controla cada uno de sus pasos y ella no puede más... la solución tardó tanto en llegar como su única hija. El día que le dijo a su marido que estaba embarazada, se mudaron a las afueras, lejos de la casa de la playa y de su única habitante.

Leoncia, no le perdonó nunca a su yerno la huida, su única venganza ponerle el nombre de Amapola a su nieta, sin autorización alguna de sus progenitores-por dejarme sola- decía a modo de justificación.


Las relaciones no han sido muy fluidas entre madre e hija, después de veinticinco años de casada, no sabe cómo hacerle entender a su madre que su marido no es malo, que cuida de ella, que la quiere a su manera, que si no le deja tomar ninguna decisión es porque no quiere que sufra, por hacerle la vida cómoda...- ¡Tan cómoda que pareces una vegetal, hija!- le dije su madre. Amapola, finge no darse cuenta, adoptando un aire ausente cuando se abren paso los reproches, los trapos sucios y los recuerdos...aunque hace tiempo que ha tomado partido por su abuela.

Las visitas a la casa de la playa, se convierten en algo mágico para ella, la voz de su abuela contando historias y sus paredes rezumando confidencias, se convierten en un libro abierto donde leerse y conocerse. Desde que descubrió a su madre hablando en voz baja sobre el futuro de la casa, se siente en la extraña obligación de proteger a su abuela.

-Abu, llaman a la puerta, ¿abro?
-Si, será el Sr. Lobo, anda abre, a ver qué me ofrece hoy.
Tras la verja apareció una sombra negra que contenía un hombre joven, guapo y de ojos oscuros.
-Pasa y sígueme- le dijo Amapola, mirándole de arriba abajo con desdén.


Armando Lobo López llevaba más de dos meses visitando aquella casa, conocía perfectamente el camino. Se jactaba de saber todo acerca de “Audi” (apelativo de Doña Leoncia en la Inmobiliaria, pues la comisión de la venta  se convertiría automáticamente en un seis cilindros de tecnología alemana) por eso la presencia de Amapola lo desanimó.
-Buenas tardes, Doña Leoncia
-Adelante Sr. Lobo, ¿ya conoce a mi nieta?-Amapola te presento a Armando, es un joven incansable.
-Encantado-dijo Armando extendiéndole la mano, que ella con un gesto mohín rechazó. Mal empezamos- pensó.
-Sr. Lobo, cuente a mi nieta la última oferta que me ha hecho, mientras preparo la merienda.


Se despidió dando las gracias por el café y la charla, prometiendo volver con una nueva oferta –esta no la podrás rechazar- le dijo con un entusiasmo infantil, al despedirle en la verja.

-¿Te lo puedes creer? Menuda cara, abu, no va el tío y me dice que no podré rechazar su oferta.....Es subnormal! ..Pero ¿cómo lo dejas entrar abu? Y luego mis amigos son los pintas...hay que joderse.
-¿Qué voy a hacer? Todos los días lo tengo en la puerta, hablando de millones con toda la naturalidad del mundo... y tu madre diciéndome que venda...
-Ni caso, eh? A mi vieja, ni caso.
-A veces pienso que tu madre tiene razón...
-¡Por favor! Gilipolleces las justas... y a ese tipo, ni caso, abuela,  que sólo quiere llevarse la comisión, y además ¿te has informado? ¿Sabes a cuánto están vendiendo?- pues eso lo primero- sentenció dejando a su abuela con la palabra en la boca.


El Sr. Lobo López sube al coche enfadado, está molesto con la actitud tan agresiva que ha mostrado, no le gusta que sus artimañas sean tan evidentes.-Ahora ya no tiene solución, tengo que apretarla más y cerrar el trato cuanto antes- le dice a su secretaria por el móvil. Aprovecharé mañana que no está la nietita.


Los ojos de Luisa están húmedos, oye a su hija revolver en la habitación, la conoce tanto que sabe que cumplirá su promesa.
-Me voy con a la abuela, no aguanto tanto hipocresía. Mira que querer vender la casa!...y con ella? Con ella que ibas a hacer? ¿venderla también?-y deja de llorar...
Después del portazo, la casa queda en silencio. Luisa no se atreve ni a llorar. No ha podido explicarle que con la idea de la venta, está pensando que su madre es mayor y que no podrá arreglárselas sola en esa casa tan vieja.


Empuja la puerta de la verja, avanza por el camino de cantos rodados y entra en la casa. –¿Abu?,¿Abuela? Soy yo, ¿dónde estás?- nadie contesta. Sube con la mochila hasta la habitación que más le gusta. Le parece oír a su abuela trastear en la cocina, baja. Descubre al Sr. Lobo rebuscando en los cajones de la cocina.
-¿Pero..tío.. de qué vas?- ¿qué coño haces ahí? ¿por dónde has entrado?... Y  ¿mi abuela?

Armando Lobo López, se siente acorralado, los cilindros del Audi retumban en su cabeza, solo quiere conseguir la firma de Doña Leoncia, la casa la conoce como la palma de su mano, muchas tardes, demasiadas oyendo las mismas historias, se lo debe, ella tiene que firmar. Desde luego no se esperaba encontrar a su nieta- piensa rápido-venta, piensa- repite en su interior.

-No es lo que parece, verás, había quedado con tu abuela y como otras tardes he preferido esperarla dentro de la casa y ahora...estaba buscando...algo que llevarme a la boca, así de sencillo.
-Pero tío, eres la ostia, eres basura, lo sabes ¿no?. Venga, largate si no quieres que llame a la policía.
-Tranquilita eh!, que tu abuela me dijo donde escondía las llaves.
-Venga, largo, me da igual, mira que llamo a unos colegas y que te lo dejen clarito ....

Armando se pone nervioso, en su cabeza vuelven a sonar los cilindros, run, run, y se descubre amenazándola con un cuchillo.
-Ya está bien niñata, esta casa en mía, así que tranquilita, sólo quiero que tu abuela firme el contrato y no me vuelves a ver.
-¡Vas listo!, lo tienes claro, ni de coña va a firmar, ya te lo digo yo-le espeta.
-Eso habrá que verlo. Venga sube a la habitación.

Allí, Armando la ata y amordaza.
-Y ahora calladita-le dice. Tengo que cerrar una venta.
El Sr. Lobo se recompone y baja de nuevo a la cocina. Oye el chirriar de la verja, adopta una postura serena y acude al encuentro de Doña Leoncia, con el esquema mental de ser firme y no dejar que tome la palabra en ningún momento, esa será su baza.

-Buenas tardes Doña Leoncia ¿Qué tal todo? Perdone el atrevimiento, pero como usted me dijo que si necesitaba alguna cosa, no tenía nada más que entrar y cogerla...pues me he tomado la libertad de abusar de su confianza y me he tomado una cerveza y unas aceitunas...pero ¿qué guapa está usted hoy? ¿alguna cita?...No me diga nada, que con solo verle la cara de felicidad no se necesita explicación, usted ha...

Siguió hablando de trivialidades hasta conseguir sentar a Doña Leoncia en el porche. Palabras y palabras salían del Sr. Lobo con la intención de hincar el diente en la voluntad de la abuela, la victima se mostraba confiada, nada le hacía presagiar sus intenciones.
Armando sonreía hipnóticamente, le falta muy poco para conseguir su contrato estrella -después de todo ha merecido la pena pasar tantas tardes aguantado a la vieja-pensaba. Y cuando estaba a punto de morder el anzuelo ocurrió algo imprevisible.
Ante ellos se presentó un hombre de edad madura, que se identificó como Don Antonio Cazador de Lobos-Martín, amigo de la familia en primer lugar y en segundo término como Notario. Su presencia se debía al Requerimiento que le había efectuado la propia Doña Leoncia, unos días antes, citándole a esa hora y en ese lugar para proceder a la firma de unos documentos de vital importancia. Armando Lobo López estaba atónito. -¡qué mujer, mira que dudar de ella!-pensaba, mientras el ruido de sus seis cilindros no le dejaba escuchar el resto de la explicación del Notario.



No puede moverse, le duele todo el cuerpo, intenta salir del coche, consiguiéndolo con dificultad. Busca el móvil y marca el 112...
-Emergencias, ¿dígame?
-Si, verá, soy el Sr. Lobo López, me encuentro en la carretera de la Playa, he sido victima de una paliza y tengo el coche destrozado...
-Un segundo, por favor, y enseguida le mandamos un equipo de emergencia.
Armando Lobo López recuerda vagamente lo ocurrido: la llegada el Notario, la firma de la escritura de donación de la abuela a favor de la nieta, Amapola apareciendo por las escaleras con la mirada amenazante y teléfono en mano, su despedida, el grupo de moteros cortándole el paso....

Y colorin, colorado esta burbuja se ha acabado.

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