¿Qué ocurre cuando asistes, a una cena de amigos de la infancia, que acaban de salir de un partido de padel? Pues que las risas, el buen vino y una oda al colesterol están asegurados. Y hasta aquí, puedo escribir... que quiero seguir conociéndoles.
Y la señal fue una pregunta inocente sobre las marcas en la botella: ¿esto es así, no?. Me acordé de Dorita, la mujer hecha y derecha, la fiel sirvienta en época estival de la casa de los marqueses, la del pecho generoso, la melena pelirroja, la que enviudó joven... Ahí os dejo su sino:
LA SEÑAL.
Una gota de vino en la puerta, será la señal- me ha dicho. Toda la noche sin dormir, imaginando la dichosa mancha en la madera. !Cuántos veranos adivinando sus curvas bajo la bata!. Me pellizo. Tiene que se un sueño. !Seguro que lo es! ¿Cómo es posible que Dorita, haya accedido a mis propósitos?...
Le he dicho que si, no puedo dar marcha atrás. A sus veinticinco primaveras, me busca por toda la casa, en la cocina, cuando bajo a la despensa. Abrió la botella con cuiidado, olió el tapón cómo había visto hacer a los señores. Lo dejó caer en su copa, a la vez que dejaba caer su combinación. Recordó la señal. Respiró profundamente, bebió su segunda copa, abrió la puerta e hizo la señal. Era una locura, pero estaba decidida.
Le he dicho que si, no puedo dar marcha atrás. A sus veinticinco primaveras, me busca por toda la casa, en la cocina, cuando bajo a la despensa. Abrió la botella con cuiidado, olió el tapón cómo había visto hacer a los señores. Lo dejó caer en su copa, a la vez que dejaba caer su combinación. Recordó la señal. Respiró profundamente, bebió su segunda copa, abrió la puerta e hizo la señal. Era una locura, pero estaba decidida.
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