Vestido
de Armani azul oscuro, entró en el vestíbulo. Los nuevos clientes lo estaban
esperando, en la sala de reuniones. Escuchó sus propuestas, contestó sus dudas
y aceptó el trabajo. En los últimos meses, Benigno había dado un giro en su
profesión y no le iba nada mal. Prueba de ello era su nuevo uniforme, pasando
de un mono de loneta azul a un Armani del mismo color.
«Accidente doméstico» escribieron en el informe de ingreso en
urgencias, donde fue atendido el 22 de Febrero, festividad de Santa Leonor.
Nombre de su madre y agente en el episodio hospitalario. Tras una noche de observación le dieron el
alta sin más indicaciones que la de hacer vida normal, frase que dejaría de
tener sentido muy pronto.
Benigno acudió como cada lunes a comer a casa de su madre,
esta vez, además, para celebrar la onomástica de su progenitora. La señora,
algo obsesionada con la limpieza desde que su marido, con la excusa de irse a comprar
limpiacristales, desapareció. Pasaba el trapo cada veinte minutos,
aproximadamente, por el cristal de la mesa del comedor, con lo incómodo que
ello resultaba para familiares y extraños, sobre todo a la hora de comer. No
sólo limpiaba de manera compulsiva, sino que le gustaba preparar sus propias mezclas
para tal fin.
Al lado de su plato de albóndigas, descansaba la pistola, con
el que disparaba Doña Leonor, a diestro y siniestro, con tal mala fortuna, que
uno de sus disparos le dio de lleno a su hijo. Bajo una nube de amoniaco y
lejía, Benigno cayó desplomado. Los platos se quedaron a merced de los gérmenes,
si es que alguno se había atrevido a sobrevivir al despliegue armamentístico. Y
madre, hijo y ambulancia cruzaron la ciudad.
Benigno, de profesión fontanero, a la semana de dicho
episodio notó que los avisos de desatrancos los hacía en tiempo record, de
hecho la compañía aseguradora para la que prestaba sus servicios empezó a
recomendarle. Salvo el aumento de trabajo por este concepto, Benigno llevaba
una vida normal, seguía acudiendo a casa de su madre los lunes, los miércoles
echaba la partida de mus, en el bar de la esquina y los viernes se tomaba un
par de gin-tonics con compañeros del sector.
Acudió al reconocimiento médico anual, que la empresa ofrecía
a sus empleados. Sus análisis evidenciaron unos niveles de colesterol y azúcar
en sangre de libro. Sorprendido por los resultados, preguntó cuáles podían ser
las causas de su mejoría.
-Pudiera
ser el aumento de actividad en el trabajo, al que nos ha hecho usted referencia
y una dieta más equilibrada, ¿no le parece?
-No
lo sé, por eso se lo pregunto.
- No
le dé importancia y siga con su vida normal.
Y
Benigno siguió aumentando ingresos y bajando triglicéridos. En uno de los
siniestros a los que acudió, detectó al sustituir el plato de ducha del
asegurado, que lo que antes le costaba horas de cepillado, lijado, barrido y
repaso, ahora lo hacía de manera rápida y limpia. Pensó que tal vez se debía a que su madre le
había contagiado su obsesión por la limpieza, desechó la idea y continuó
trabajando. Pero había algo más, ¡algo extraordinario!, no se trataba de que
ahora todos sus trabajos fueran limpios y que las tuberías de cobre que
instalaba relucieran y las de PVC tuvieran un blanco nuclear, ni siquiera que
te vieses reflejado en las de acero inoxidable o incluso en las de acero
galvanizado (con lo difícil que eso es)…es que tubería que tocaba, tubería que
se convertía en transparente. ¡Extraordinario!
En los gin-tonics de los viernes, los del
sector lo bautizaron como: «Benigno,el cristalino».
Todos
los periódicos coincidieron en el titular de cabecera: «Fontanero ayuda a la
policía en el esclarecimiento del crimen del Marqués». Doña Leonor, leyó de principio a fin los
artículos, no podía estar más orgullosa de la actuación de su hijo, por otra
parte, circunstancial. Benigno había sido contratado por los hijos de Marqués,
para sanear por completo la instalación de la casa paterna, que contaban con
más años que Matusalén (casa y marqués). Quedó preciosa, le da un aire muy
moderno a la casa, casi de anuncio de programa de decoración, entre sus techos
altos con las vigas de madera a la vista y
las tuberías de calefacción y
agua, diáfanas y cristalinas
Gracias
a esa reciente instalación la policía, a denuncia de la enfermera de Marqués y
sin tiempo de llegar a ser su próxima esposa consiguió evidenciar la prueba de
que la comida ingerida por el anciano, contenía metales pesados, dando fe de
ello la policía científica y sus fotografías con el material adherido en las
conducciones transparentes.
Benigno
el cristalino mantuvo su colaboración con los agentes de orden y sobrellevó su
poder hasta el final de sus días, a pesar de los intentos de Doña Leonor, que
se acostumbró a rociarle con diferentes mezclas, en las comidas de los lunes,
con la esperanza de recuperar a su Benigno de mono azul.