Como el conejo de Alicia, acudí corriendo reloj en mano a mi cita, con la hora pegada al culo, lancé besos a mis acompañantes y me dejé arrastrar hacia el interior de la sala.
Un olor intenso se apoderó de mi nariz y apartando telas a modo de laberinto accedí a una pequeña sala llena de cojines y cestos de naranjas. Así era el escenario de la obra de teatro, que ví ayer y de la que formé parte.
Por cada peladura de naranja, un pensamiento; por cada mondadura que se cosía una prenda. Y envueltas en suaves paños de algodón, pasamos a otra sala, más íntima, dispuestas a dejarnos mojar.
Veinticuatro mujeres sin apenas conexión con un hilo conductor: el agua sobre nuestra piel. Desnudamos nuestros cuerpos y algunos pensamientos. Cantamos y bailamos. Ya no cuento más ;-)
De nuevo atravesé el laberinto y salí pegada al teléfono, no sin antes decir al chico que estaba en la puerta:- ¡qué pena que seas hombre!.
Y esta frase seguro que la comparten las veinticuatro mujeres que por sesión, pueden disfrutar de esta obra de teatro.
P.D. Chicas, me gusta vuestro aire :-)