martes, 4 de octubre de 2016
VACACIONES
¡Estoy aburrida de todos ellos! ¿Otra vez lo mismo?
¿No se cansan? Ni uno sólo me ha gustado en estos últimos dieciocho años ¡Miento!
Me fijé en uno que se quitaba la ropa lentamente y la doblaba con mucho mimo,
dibujando una montaña perfecta encima de la toalla, ¡nada que ver con su
acompañante!
Conozco esta playa desde que era pequeña y cada año
vuelvo, estoy segura de que mi instinto reproductor influye, pero después de
tantos años tiene que ver más con la parte emocional. Y ¡me tienen harta! Encima, este puñetero cambio climático que no ayuda nada. ¡No me aclaro, no sé si voy o
vuelvo!
Y allí están, en mi playa, exhibiendo sus cuerpos sin
pudor, la mayoría con tatuajes de mal gusto y esos piercings en sitios
imposibles. ¡Y yo quejándome de mi anilla!
Por las mañanas son pocos los que vienen, lo que me
permite disfrutarla prácticamente para mí sola: jugar con las olas,
pasear por la orilla, darme un chapuzón y comer algún pez. Las tardes, en cambio,
son un murmullo constante de gente, apenas se puede oír el mar.
Hace dos días pasó algo que me desconcertó, estaba tan
absorta viendo cómo aquel humano se quitaba la ropa que en cuanto se convirtió
en un cuerpo desnudo más le perdí de vista, pero no su ropa, que
aguardaba encima de la toalla. Ocurrió cuando los nudistas salían de su
último baño y recogían sus cosas, no dejé de mirar el montón de ropa
perfectamente doblada, quería deleitarme de nuevo con el modo de vestirse de su
propietario.
Y mientras la playa se vaciaba, su acompañante no
paraba de ir de un lado a otro de la cala, buscándole …. No apareció ese día pero volvió al día siguiente, acompañada por el socorrista y otros humanos. Tampoco
apareció y de nuevo al día siguiente, acompañada de la guardia costera, pero
sin éxito.
Y entonces me acordé de mi propia historia, de cómo
conseguí sobreponerme al suicidio de mi compañero y cómo hallé consuelo en el
macho más viejo. Intenté decírselo de muchos modos, pero no creo que me
entendiese.
No dejé de seguirla por la playa, de
hacerle dibujos con mis alas y de pisar varias veces la arena con la sola intención
de decirle: no te preocupes ¡los viudos son la solución!
jueves, 30 de junio de 2016
LOS MIL NOMBRES DE ROSALIA
Tengo tantos nombres que sólo recuerdo el primero: Rosalía Lombardo.
Soy de Palermo, con sólo dos años de edad he vivido mucho. Fui una niña
muy querida, mis abuelas prestaron sus nombres para hacer el mío. Rosa y Lía,
así se llamaban, las primeras que tuve.
Unas fiebres me arrebataron la vida y fui enterrada en el Monasterio de los
Capuchinos. Me acicalaron con mis mejores galas y así es como ven, todos los
días de nueve a trece y de quince a dieciséis horas, los turistas de las
catacumbas del Monasterio, célebres, entre otras cosas, por mi presencia.
En una pequeña oquedad me dejaron, en mi cochecito de paseo y con mi colcha
preferida, junto con otros cuerpos. ¡No sabía qué ocurría! Me sentía extraña,
alejada de mi habitación infantil y mis cuidados primorosos, por no hablar de
las deliciosas papillas que preparaba mamá. ¡Me sorprendía tanto no tener
hambre y mucho menos sueño! No podía comunicarme con mis compañeros más
cercanos. Tardé en descubrir que mi nuevo estado.
Tuve que esperar a que el abad, en una de sus visitas, descubriese que el
paso del tiempo no había perturbado la dulzura de mi gesto dormido y no había
rastro de descomposición en mi pequeño cuerpo. Se arrodilló y exclamó: ¡
Milagro, Señor, esto es un milagro! Tan altas eran sus plegarias que desperté
entendiendo lo que decía y comprendiéndolo también.
Y así fue como comencé a tener mil nombres. Pía me llamó mi segunda madre.
Durante meses escuché sus oraciones, sus deseos y su corazón y no me quedó otra
que tomar partido. Me convertí en un bebé abandonado en la puerta del
Monasterio, sólo visible para sus ojos. Durante dos años crecí, de nuevo,
rodeada de amor y cuidados, hasta que una caída precipitó mi nueva muerte.
Recuerdo también a Allegra, otra de mis madres, que eligió para mí el
nombre de Cinnia y que vino de muy lejos a buscarme. Se extendió la noticia de que
abandonaban bebés en las puertas del
Monasterio. En esa ocasión, mi muerte la produjo la caída al lago, cercano a
casa.
Se sucedieron otros nombres: Daniela, Alda, Bianca, Camelia, Sylvana,
Idara, Jianna, Chiara…; otras
madres: Mia, Filippa, Nydia, Emilia, Fabrizia, Gia, Albertina, Zía, …y otras
muertes: asfixia, gripe, enfriamiento nocturno, una subida de acetona…
Los tiempos han cambiado y ya no escucho tantas plegarias en el Monasterio,
mis días como hija deseada no son tan
recurrentes. ¡Pero sigo viva! A veces abro los ojos en las visitas de los
jueves, por pura diversión, para ver cómo caen desmayados, con el gesto asustado
y es que sigo siendo una niña a la espera de mi siguiente nombre.
jueves, 23 de junio de 2016
RITA Y ÉL.
-La ciudad ha muerto. ¡Viva el
fútbol! Y seguimos contándoles minuto a minuto el comienzo de esta final de
infarto- escuchó Manuel por los auriculares del móvil.
Rita y él habían quedado en la
puerta del estadio. A Rita, le importaba un carajo el deporte y mucho
menos el fútbol, pero Manuel había sido tan insistente y tan embaucador, que no
pudo resistirse. Además llevaban pocos meses saliendo y hasta ahora, habían
hecho prácticamente lo que ella quería. Pensó que era hora de compensarle. A
pesar de no soportar ir con un hombre, que estaba más pendiente de la radio que
de ella, ¿qué eran noventa minutos en su vida?
Manuel saludó a los amigos. Rita
estaba perpleja. ¡Todos eran iguales! Uniformados, se convertían en
clones unos de otros: camiseta de España, pantalón corto, zapatillas
deportivas, auriculares en la oreja derecha y una incipiente barriga. ¿De dónde
sale esta gente?¿dónde han quedado los trajes y sus deportivos? ¿Y a Manuel,
qué le ha pasado? si parece su padre, aparenta veinte años más. Rita está
arrepentida y no deja de repetir a modo de mantra «noventa minutos, sólo
noventa minutos»
Al otro lado del estadio Miguel
busca una entrada de última hora. Había venido a la ciudad para participar en
un programa de televisión con la
esperanza de encontrar a alguien del pasado.
Hasta el día siguiente, en que
acudía al plató, no tenía mejor plan que el de intentar asistir al partido del
año.
Uno de los amigos clonados de
Manuel dijo que estaría dispuesto a pagar unos diez mil euros por una entrada.
Rita no se lo pensó dos veces y le endosó la suya, mientras hacía carantoñas a
Manuel, diciéndole al oído: cariño, no
te preocupes, disfruta con tus amigos, que luego lo haremos tú y yo, como toca,
en el mejor hotel de la ciudad. Te esperaré por aquí, cielo., total, sólo son
noventa minutos.
Rita escapa de la bola humana que rodea el estadio y se da de bruces con un
bingo. Piensa que es un buen día para probar y entra. Le indican que no es
posible, no hay nadie para jugar, el partido les ha dejado de brazos cruzados.
De nuevo en la calle se dirige a unos grandes almacenes que estaban cerca,
aunque no eran sus preferidos haría el esfuerzo de gastar algo de dinero. ¡Fue
imposible! ¡No vio nada que le gustara! Así que optó por unirse al enemigo,
después de llamar al mejor hotel de la ciudad y reservar la suite, y ver el
resto del partido en un bar cercano.
Todos los bares de la zona están llenos, oía el avance del partido por los
goles que salían a gritos. Eligió uno, avanzó entre testosterona hasta el final
y se dedicó a observar. Una silueta le resultaba vagamente conocida, le hizo
recordar su Cuba adolescente.
Tan ensimismada estaba en sus pensamientos, que no le vio venir, no vio cómo se
abalanzaba hacía ella, diciendo su nombre: Rita, Rita, ¿verdad que eres tú?
¡Qué alegría! Ven, déjame verte. ¡Estás tremenda, mi amol! Un goolllll
interrumpió los abrazos y Rita reaccionó.
-
¿Miguel, eres tú, Miguel? ¡ No puede ser, cuánto tiempo ¡ Pero…
Y entre
goles, le contó que jamás pudo olvidarla, y al enterarse del programa de
televisión que ofrecía segundas oportunidades, no dudó en contar su historia y
encandilar a los productores, que le pagaron el viaje de La Habana a Madrid.
Mañana tenía que reunirse con ellos para la primera entrevista.
Miguel llamó a la redacción y les
contó lo sucedido. Le mandarían un chofer al Ritz, para llevarle a plató. Rita
le hizo prometer que jamás vería el fútbol, mientras estuviesen juntos. No
quería volver a enfrentarse a noventa minutos.
Desde la cama king size del hotel,
no deja repetir: noventa minutos, noventa minutos. Lo que dura un final.
Pobre Manuel.
jueves, 26 de mayo de 2016
¡ LÍNEA!
Pepita
solicitó mi compañía, para acudir al Foro de ciencias ocultas y espirituales que
anualmente se organiza en Madrid. A pesar de los buenos augurios que me había
pronosticado la santera cubana, salí de allí igual que entré: agnóstica
perdida.
-Se
presentará como una famosa vidente y te dará a conocer el nombre de tu amor
verdadero, ¿lo ves?, aquí lo pone, me dijo señalando una de las caracolas de
mar esparcidas por la mesa.
Tenía
guasa que a mis taitantos años (una mujer jamás revela su edad) me descubriese tal misterio.
¿Y si estaba muerto? ¡Menuda faena! peor, ¿estaba con alzhéimer y no se acordaba
de que yo era su verdadero amor?, ¿y si fuese una mujer y tuviese que salir del
armario? ¡Con la de artrosis que tengo! ¡Qué pereza!… Fui deslizando, con mucha
sorna, éstas y otras preguntas a mi Pepita querida, entre pastas y sorbos de té.
Ella, ¡tan crédula!, tan obediente con los dictados de sus santos preferidos y de
sus gurús en quiromancia. Se entregaba con igual pasión a ambos. Que había que
llevar huevos a Santa Clara, para que en la comunión del nieto de Piluqui no
lloviese, allí estaba ella. Que había que hacer cola en la Ermita de San Isidro
para recoger agua y evitar los males de garganta, madrugaba la que más. Que las
lámparas de sal eran buenas para quitar las jaquecas, ya se ocupaba de comprar
una para Cuchita. Que lo mejor para la protección del hogar era una ramita de
muérdago (regalada siempre) detrás de la puerta de la entrada pues nos
organizaba el juego del amigo invisible para que ninguna de nosotras se quedase
sin ella….. La lista era tan larga que nuestras meriendas, en el Bingo, se
convertían en clases magistrales de rezos y hechizos diversos.
¡Sí!
Eso era lo que nos unía: ¡el bingo! Allí
acudíamos cada tarde con las gafas bifocales bien limpias y con los bolígrafos pasados por el manto del
mismísimo San Judas Tadeo, detalle de nuestra Pepita querida. Dispuestas a
cantar unos cuantos, soñando convertir la pensión, por arte de línea y bingo,
en un gran viaje a Benidorm a cuerpo de reina.
Se
unían a nuestras tardes: Piluqui y Cuchita, devotas en su caso de El Corte
Inglés. No había nada en sus vidas que no hubiese salido de esos grandes
almacenes. ¡Cómo no han contado con nosotras para el anuncio del setenta y
cinco aniversario, pero si fuimos las primeras en tener su tarjeta, decían al
unísono.
El
azar se escapaba cada tarde entre cartones y copitas de Marie Brizard, hasta
que siguiendo las instrucciones del nuevo maestro de feng-shui de Pepita, nos
sentó como sigue: Piluqui al este, Cuchita al oeste, Pepita al sur y servidora
al norte. ¡Ese día cantamos dos líneas!¡Estábamos como locas de contento! Las
semanas siguientes mantuvimos las posiciones y al mes nos llegó el ¡Bingo!¡Qué
emoción! ¡Qué alegría!¡Menudo Bingo¡ ¡Tiembla Benidorm!
Y
entonces ocurrió. El camarero se acercó con cuatro copas de champán que no
habíamos pedido.
-De
parte de la mesa seis-nos dijo.
Las
cuatro miramos con sorpresa y curiosidad a sus ocupantes: tres jóvenes guapos a
rabiar, acompañaban a una mujer de
nuestra edad. Se habían levantando y avanzaban hacía nosotras.
-Queridas,
llevo semanas observando vuestra técnica, mi más sincera enhorabuena, soy
Divine, la famosa vidente de las madrugadas de la tele. Pepita me dio un codazo
en ese momento que todavía me duele.
Y
continuó:
- En
concreto a ti, Pitu.
¿Pero quién le había dicho mi nombre?, pensé.
Tengo un mensaje para ti. Tomó mi mano,
me miró a los ojos y sentenció:
-
¡Tu amor verdadero es….!
-¡BINGOOOO!-
gritaron en la mesa de al lado.
Así
supe que el bombo, los cartones, el ruido de la sala, mis amigas y sus copitas
a media tarde eran la causa de que mi
corazón palpitase cada día con más fuerza.
jueves, 5 de mayo de 2016
EL LEGADO DEL REY
No hay nada como saber, cuándo vas a morir, para ocuparte de los
asuntos más tediosos del reino, como comparecer en la rueda de prensa relacionada
con la noticia publicada en todos los medios: “Los hombres no tienen sangre”.
Mi nombre es Adán I y soy el príncipe de Liechtenland. La
mayoría de la gente ni siquiera es consciente de nuestra existencia no nos
prodigamos mucho en ferias de turismo y hemos hecho del secreto bancario
nuestra bandera.
De mi padre aprendí todo lo que soy como monarca. También que los
secretos no duran eternamente.
En un territorio como en el que reino, donde hay más empresas que
personas, me enfrenté por primera vez en nuestra historia, a un serio problema
de liquidez. Tanto nos habíamos preocupado de guardar los secretos de otros,
que cuando se destapó la trama de blanqueo de capitales, rápidamente nos
señalaron en el mapa. Y nuestros inversores, asustados ante la posibilidad de
que sus nombres se revelasen, decidieron retirar sus depósitos y extinguir sus
sociedades. Mi reino carecía de fuente alternativa al producto interior bruto
(PIB) y aunque seamos un país pequeño, apenas una extensión de ciento setenta
kilómetros cuadrados, tenemos grandes necesidades.
Tomé una decisión difícil, estrambótica quizás, pero absolutamente
necesaria. Acudí a las oficinas centrales de una conocida cadena de clínicas de
reproducción asistida, para ofrecer el semen de mi pueblo. Como les informé en
la reunión concertada, mis conciudadanos están acostumbrados a practicar esquí,
cuentan con una buena alimentación gracias al ganado vacuno que pasta en
nuestras montañas y son una población joven, con lo que les garantizaba una
extracción de calidad y numerosa. Con su pago haríamos frente a las necesidades
más urgentes que mi pueblo requería. Sabía de la provisionalidad de la medida
pero confiaba en la buena calidad del fluido, en la repetición de las
extracciones y por qué no decirlo, en extender nuestros genes por el resto
del continente.
Mi pueblo participó con gran alegría en tan peculiar convocatoria.
Tuvimos un revés, las primeras muestras analizadas por la compañía, no fueron muy satisfactorias. En nuestra
íntima cosecha había cantidad pero la calidad no era buena. Argumentaron que a
pesar de ser una población joven, durante años, no nos habíamos mezclado con
otros individuos, que teníamos antecesores comunes y eso era causa de la baja
calidad.
De nuevo me devané los sesos para conseguir la liquidez que tanta
falta nos hacía. Promulgué un Decreto convocando a todos los varones, mayores
de edad y de más de cincuenta kilos de peso, a donar su sangre. El total de las
extracciones iría a parar a un hospital cuyo nombre mantendré en secreto (hay
costumbres que no se olvidan).
Sé que moriré dentro de una semana y la rueda de prensa ya ha tenido
lugar. El tiempo apremia, he procurado que mi hijo, Adán II, tenga los
recursos necesarios para continuar reinando. El contrato con el hospital, tiene
una duración de diez años; tiempo más que suficiente para buscar otras
alternativas al mantenimiento de nuestro PIB. Mientras mis conciudadanos
tendrán que seguir dejándose la sangre por su país.
jueves, 28 de abril de 2016
AMOR DE PRIMAVERA
¡Tenía
tantas ganas de él! Hacía tiempo que no se veían y justo hoy volvían a coincidir.
Le
recordaba igual de tierno y con ese olor tan penetrante que provocaba en ella una
explosión termonuclear: la energía que se liberaba con sólo respirar su aroma
era de tal intensidad que sus poros se abrían y sus vasos sanguíneos lo
celebraban, otorgándole un bonito rubor en las mejillas y una coloración en los
pezones, esto último él no podría verlo.
Él
estaba caliente, era su estado natural. Todas sus citas ocurrían en el
restaurante, pocas veces en casa. ¡Gozaba de un éxito arrollador! Sólo tenía
que dejarse hacer, era ella la que le buscaba con su boca, la que apreciaba
cada minuto que pasaba con él y la que daba sentido a su existencia.
Más
que un amor de primavera era un rollito de primavera.
jueves, 21 de abril de 2016
LA CONFESIÓN
Próxima estación Principio Pío,
correspondencia con líneas seis, diez y Ramal Opera.
Sus neuronas procesaron sin error: «es
la tercera vez que oímos el servicio de megafonía del metro». Una sinapsis más
y añadieron: «llevamos cuarenta y cinco minutos parados en la misma estación.
¡Dioss!»
Ajeno a éstas, Don Gabriel se miraba
las uñas, sorprendido del color azul que habían adquirido. Cuidadosamente se
dedicó a limpiarlas, una a una, con un trozo de papel que enrolló a modo de
bastoncillo, para acceder a todos sus rincones.
Pidió voluntariamente el traslado
desde Plasencia, de eso hace seis meses. No podía soportar más la tensión de
las últimas semanas en la Congregación. Ahora está en una pequeña parroquia de
Carabanchel, Santa María Micaela se llama pertenece a un colegio. Don Gabriel sonríe
de nuevo, los niños siempre le han gustado mucho.
El barrio también le agrada, hay
mucho trajín a diario y eso le distrae. Se incorporó además, como profesor de religión
en el instituto cercano y como son pocos los estudiantes que la eligen, no le quita
demasiado tiempo.
Madrid en ocasiones le agobia:
demasiado grande, demasiada gente, demasiados pecados … y en otras es capaz de
disfrutarla, paseando por el domesticado Manzanares, los jardines del Moro o tomando algo en el
Café de Oriente, donde puede estar horas sentado en sus cómodas butacas y
repasar sus escritos.
El único consuelo que tiene después
de sentir que abandonaba a sus fieles con su marcha tan precipitada, es la
escritura. Ha retomado sus clases. Asiste a un taller y redacta historias de
niños felices.
La rutina de los días se impone y
amortigua su secreto. Los lunes, visita a los enfermos y ancianos; los martes
catequesis; los miércoles, un par de horas de clases de religión y descanso;
los jueves después de orar en la cripta de la Catedral, acude al taller literario; y los viernes,
sábados y domingos con las misas de mañana y tarde, acaba su jornada laboral.
Carabanchel es grande y las distancias entre sus feligreses se hacen largas
para ir a pie. Al acabar el día está tan cansado que sólo puede dormir ¡cómo lo
agradece! El resto de las horas no deja de recordar todo.
Cuando decidió ser cura lo hizo con
la idea romántica de ser pastor y guiar al pueblo dándole a conocer la palabra
de Jesús, al que cariñosamente llama EL JEFE. Lo que no sabía es que EL JEFE se
lo iba a poner tan difícil. Pensaba que el cambio de destino le ayudaría, no
viendo las caras de esos días conseguiría olvidarlas.
¿Por qué tuvo que ofrecerse
voluntario al Obispo aquella mañana? ¿Por qué no se ocupó de dar consuelo a
Doña María como todos los días? ¿Por qué no pidió silencio cuando contaba los
detalles? ¿Por qué tuve que ser él? ¿Por qué tuvo que perdonarle? Cada vez que
lo recuerda, aparece un dolor agudo en la boca del estómago, necesita vomitarlo.
Lleva varios días hablando con EL
JEFE. No consigue acallar su conciencia.
Ha intentado distraerla. No hay manera, no puede. ÉL sólo le ofrece consuelo y perdón, pero no
es suficiente para Don Gabriel.
Hoy ha tenido la última conversación
con EL JEFE. Después de plantearle todas sus dudas y esperar una respuesta que
no llegaba, se ha despedido de ÉL.
Próxima estación Pan Bendito.
Busca en el andén el letrero de la
comisaría. Se dirige a ella para
denunciar a su anterior compañero, que en confesión y abusando del sigilo
sacramental le contó con todo lujo de detalles los abusos, a los que sometió, a
dos niños del grupo de catequesis. En cuanto la firme, ya no será nunca más Don
Gabriel, convencido de que así servirá mejor al JEFE.
jueves, 14 de abril de 2016
LA VIUDA
-¿Quién
anda ahí?- pregunta Larissa, mientras abraza a su Ibrahim con fuerza. Lleva
tres noches en el campamento y todavía no se acostumbra.
De
día las cosas se ven mejor: su hijo juega con otros niños, ella intenta dormir algo para estar de nuevo
alerta por la noche, se pega tanto a su cuerpo la tiara de boda que le hace
daño. No para de hablar de su marido en presente, así evita moscones y
problemas.
-¿Quién
anda ahí?- Y esta vez es el sonido del aire, golpeando en la tienda de campaña
que le han asignado el que contesta.
jueves, 7 de abril de 2016
SUITE NUPCIAL
Mi éxito con las mujeres siempre fue relativo, en realidad nulo, mis amigos me apodaron "el penas". Pero eso acabó el día que fui al médico y no porque hubiese cura para lo mío, sino porque me pidió un análisis de sangre, padezco de exceso de hierro en sangre. Y conocí a Celia, la enfermera encargada de la extracción. Todo mi mundo cambió.
¡Era tan muy especial! Con su mirada penetrante te escaneaba y te hacía sentir la única
persona del universo. Me solía decir con su voz susurrante: «Amor, sin ti yo
muero» y
nunca la creía. Pensaba que
eran frases hechas de enamorados.
Sentía
algo eléctrico cuando estaba cerca. Mi cuerpo respondía sin control a sus
caricias. Su voz poseía un timbre íntimo, envolvente, metálico en ocasiones,
que todavía recuerdo por las noches. Aprendí cada uno de sus recovecos, dibujé
el mapa de sus lunares y lamí el único lunar que encontré en su anatomía. Era capaz de oler mi deseo,
aunque estuviéramos separados.
Celia
me comprendía como nunca lo había hecho otra mujer, me convirtió en el centro
de su existencia, en su dios y señor. Y con mi falta de experiencia con las mujeres, sólo se me ocurrió pedirle matrimonio y prometerle que siempre contaría con mi sangre. Detalle que atribuí a su profesión. La ceremonia fue preciosa según me dijeron. A Celia la recuerdo radiante. Al besarla me dio un chispazo y no dudé en que eso era lo que llamaban la chispa del amor ¡Estaba tan feliz!
Ya
en nuestra suite nupcial, con su voz susurrante y algo metálica me dijo al
oído: «¡Amor, mira». Lentamente fue quitándose el vestido, hasta quedarse tan sólo en ropa interior. Se dio la vuelta para mostrarme su espalda perfecta y señalando el único lunar, que yo había lamido tantas veces, se lo tocó. Oí un chasquido y su voz: ¡Esta soy yo amor! Celia fue retirando su piel para mostrarme las partes de su endoesqueleto.
Era mi mujer ¿qué otra cosa podía hacer? Eso
ocurrió el siete de agosto, en nuestra noche de boda, en plena celebración.
jueves, 31 de marzo de 2016
YIN Y YANG
Oí la frase: "He estado en las dos partes de la historia" y automáticamente quise saber más. Coloqué el merengue en la esquina, para tener que obligarme a una postura nada natural, pero que me permitía oír mejor a los dos hombres chinos que estaban en la mesa contigua.
Mi escorzo en la silla era de chiste, mantenía el libro en una mano, en la que hacía tiempo que no pasaba ninguna hoja y mi cabeza, se inclinaba sobre el espacio aéreo de la mesa vecina, con la excusa de no mancharme con el merengue de moda del nuevo gastrobar de la ciudad.
El resultado no podía ser más cómico, pero mereció la pena. Supe que mis vecinos hablaban de cuernos y que se dan en todas las lenguas :-).
jueves, 24 de marzo de 2016
EL CONEJO DE PASCUA
Cuenta la leyenda que el conejo entrega huevos de colores a los niños,(de chocolate claro), el Domingo de Pascua. El origen de la misma, no es otro, que celebrar la llegada de la primavera y siendo el conejo un símbolo de fertilidad (ya se sabe los prolíficos que son) y en consecuencia de renovación, su leyenda subió como la espuma, apropiándose de ella también los cristianos, que le otorgaron la misión de salir cada Domingo de Pascua y dejar huevos de colores en todas las casas, para recordarnos que Jesús había resucitado y que había que vivir alegres.
Este conejo es maño, no sé si canta jotas, de eso no hablamos cuando nos conocimos. Me dijo que estaba cansado de su trabajo, que prefería volver a sus orígenes, dónde sólo se celebraba la renovación de la tierra y el ciclo de la vida. Incluso fue más allá, me comentó que le encantaría cambiarle el trabajo a la cigüeña y ser él quien llevase en un hatillo a los recién nacidos. Olisqueando el horizonte, le dejé preparando su candidatura.
Este conejo es maño, no sé si canta jotas, de eso no hablamos cuando nos conocimos. Me dijo que estaba cansado de su trabajo, que prefería volver a sus orígenes, dónde sólo se celebraba la renovación de la tierra y el ciclo de la vida. Incluso fue más allá, me comentó que le encantaría cambiarle el trabajo a la cigüeña y ser él quien llevase en un hatillo a los recién nacidos. Olisqueando el horizonte, le dejé preparando su candidatura.
jueves, 10 de marzo de 2016
FLY ME TO THE MOON
La noche anterior Neil había escrito su testamento, así lo había acordado con sus compañeros, como integrantes de la tripulación, sabían el peligro de su cometido. Apenas durmió.
El 16 de Julio de 1969 se levantó sin ganas de desayunar. Una furgoneta le esperaba para llevarle a la base. Recordó la pregunta de su hijo al leerle cómo Julio Verne imaginó el viaje a la luna:
- Papá, ¿te van a meter en un cañón?
- Algo parecido cariño. Lo verás todo mañana en la tele y ahora a dormir.
El Apolo 11 estaba preparado en Cabo Cañaveral, Aldrín y Collins también. De acuerdo con el protocolo establecido, se despidieron de sus parientes y pasaron a la sala de ionización, antes de colocarse los trajes espaciales. Subieron a la nave, comprobaron los paneles de lanzamiento y aterrizaje, chequeando cada uno de los parámetros y los canales de comunicación. La aventura estaba lista para comenzar.Todos los televisores del mundo lo retransmitieron.
¿Por qué no se hicieron más viajes? Siempre supe que no nos habían contado la verdad. En el informe que entregaron «los héroes de la luna», como les conocían en América, presentaban una realidad distinta de la versión oficial. Hoy he tenido acceso a él, después de que la C.I.A. decidiera desclasificar parte de los expedientes celosamente guardados durante estos años.
¿Por qué no se hicieron más viajes? Siempre supe que no nos habían contado la verdad. En el informe que entregaron «los héroes de la luna», como les conocían en América, presentaban una realidad distinta de la versión oficial. Hoy he tenido acceso a él, después de que la C.I.A. decidiera desclasificar parte de los expedientes celosamente guardados durante estos años.
En concreto, al informe Neil Amstrong que redactó con motivo del aniversario de alunizaje. Se puede leer un extracto del mismo: "... Aterrizamos en el mar de la tranquilidad comprobando las coordenadas establecidas en el manual. Fue un aterrizaje exitoso. Cumplimos con el protocolo establecido, colocando nuestros trajes de exterior y chequeando los niveles de los tanques de oxigeno. A continuación comprobamos el anclaje de la escalera que nos daría acceso a la superficie lunar. En ese momento gritados: «God save the americans» (una licencia sobre lo establecido, que espero no se nos tenga en cuenta), y abrimos la escotilla. Collins se quedó orbitando. Aldín y yo, bajamos con cuidado, adaptándonos a la gravedad de la luna, menos que la de la tierra (como ya expresamos en el informe anterior). Fui el primero en poder pisarla. Al menos eso creímos durante algún tiempo. Pronto descubrimos que era mentira
¡ Ya había huellas allí! Aldrin se dio cuenta también y me miró asustado. Desde luego no éramos los primeros en llegar. Cumplimos la misión, izamos la bandera y volvimos a casa con honores. Hicimos creer al mundo que habíamos sido los primeros, ni tan siquiera se lo dijimos a Collins. Aldrín en conversaciones posteriores me expresó de nuevo su perplejidad por las huellas que allí vimos. No supimos darle explicación. Y decidimos ponernos a investigar.
Estos últimos meses no he podido pensar en otra cosa. Me atrevo a decir que Luciano de Samosata tenía razón, la luna estaba habitada ya. He leído infinidad de veces sus Relatos Verídicos, Aldrin también. Cada vez estamos más seguros de su veracidad. Por eso sólo vimos las huellas y no encontramos ningún cuerpo, puesto que los selenitas una vez que morían se convertían en humo, disolviéndose y transformándose en aire. El análisis de las muestras minerales que recogimos, dieron como resultando sustancias orgánicas de composición similar a la miel y a la leche...alimentos que se recogen en los escritos antes mencionados.
Aunque la historia diga que fuimos los primeros en pisar la luna, no sería honesto por nuestra parte ocultar esta información, de ahí mi ruego a la comisión de que tengan en cuenta el presente informe...."
¡ Ya había huellas allí! Aldrin se dio cuenta también y me miró asustado. Desde luego no éramos los primeros en llegar. Cumplimos la misión, izamos la bandera y volvimos a casa con honores. Hicimos creer al mundo que habíamos sido los primeros, ni tan siquiera se lo dijimos a Collins. Aldrín en conversaciones posteriores me expresó de nuevo su perplejidad por las huellas que allí vimos. No supimos darle explicación. Y decidimos ponernos a investigar.
Estos últimos meses no he podido pensar en otra cosa. Me atrevo a decir que Luciano de Samosata tenía razón, la luna estaba habitada ya. He leído infinidad de veces sus Relatos Verídicos, Aldrin también. Cada vez estamos más seguros de su veracidad. Por eso sólo vimos las huellas y no encontramos ningún cuerpo, puesto que los selenitas una vez que morían se convertían en humo, disolviéndose y transformándose en aire. El análisis de las muestras minerales que recogimos, dieron como resultando sustancias orgánicas de composición similar a la miel y a la leche...alimentos que se recogen en los escritos antes mencionados.
Aunque la historia diga que fuimos los primeros en pisar la luna, no sería honesto por nuestra parte ocultar esta información, de ahí mi ruego a la comisión de que tengan en cuenta el presente informe...."
jueves, 3 de marzo de 2016
LA MASIA
Sábanas
al sol los viernes, todos los viernes. Tendidas, se antojaban velas a punto de zarpar
entre los naranjos que rodeaban la casa. Y las ventanas abiertas de par en par,
respirando aire limpio para soltarlo por la noche entre jadeos.
Peluquería
los sábados, allí mismo, en casa. Los días claros, la mayoría, en el porche
trasero y cuando la lluvia les saludaba, dentro. Y visita al mercado, ¡claro! Cada
semana le tocaba a una bajar. Además de frutas y verduras, traían
trapos, ropa interior y los encargos personales.
El
fin de semana se llenaba de gente. No daban a basto para reponer toda la
mercancía. Había mucho que hacer.
No
estaba cerca de ningún sitio, pero todos sabían cómo llegar a la finca. En la entrada
principal, habían dispuesto una zona de aparcamiento, muy rústica. Todavía
conservaba intactas la rejería de los balcones de la fachada y las baldosas decoradas, el resto se había ido modificando. Una sucesión de pasillos lo
habitaban.
Los
lunes se colgaba el cartel de «Cerrado por descanso del personal». Entonces se
podía oír el rumor del agua en la acequia cercana, algún tractor, el murmullo de las chicas hablando por sus móviles o jugando al sambori en el
porche trasero.
Los
martes, la casa empezaba de nuevo a recibir visitas. Los miércoles se conocían
como «noche oriental» porque la mayoría
eran chinos. Y desde que alguien inventó los juernes, era el día de más afluencia,
incluso superaba la del fin de semana.
Y en esa sucesión de días, la masía seguía acogiendo y soportando cuerpos en busca de sexo y de vidas nuevas, según el lado de la cama que ocupasen.
jueves, 25 de febrero de 2016
BENIGNO, EL CRISTALINO
Vestido
de Armani azul oscuro, entró en el vestíbulo. Los nuevos clientes lo estaban
esperando, en la sala de reuniones. Escuchó sus propuestas, contestó sus dudas
y aceptó el trabajo. En los últimos meses, Benigno había dado un giro en su
profesión y no le iba nada mal. Prueba de ello era su nuevo uniforme, pasando
de un mono de loneta azul a un Armani del mismo color.
«Accidente doméstico» escribieron en el informe de ingreso en
urgencias, donde fue atendido el 22 de Febrero, festividad de Santa Leonor.
Nombre de su madre y agente en el episodio hospitalario. Tras una noche de observación le dieron el
alta sin más indicaciones que la de hacer vida normal, frase que dejaría de
tener sentido muy pronto.
Benigno acudió como cada lunes a comer a casa de su madre,
esta vez, además, para celebrar la onomástica de su progenitora. La señora,
algo obsesionada con la limpieza desde que su marido, con la excusa de irse a comprar
limpiacristales, desapareció. Pasaba el trapo cada veinte minutos,
aproximadamente, por el cristal de la mesa del comedor, con lo incómodo que
ello resultaba para familiares y extraños, sobre todo a la hora de comer. No
sólo limpiaba de manera compulsiva, sino que le gustaba preparar sus propias mezclas
para tal fin.
Al lado de su plato de albóndigas, descansaba la pistola, con
el que disparaba Doña Leonor, a diestro y siniestro, con tal mala fortuna, que
uno de sus disparos le dio de lleno a su hijo. Bajo una nube de amoniaco y
lejía, Benigno cayó desplomado. Los platos se quedaron a merced de los gérmenes,
si es que alguno se había atrevido a sobrevivir al despliegue armamentístico. Y
madre, hijo y ambulancia cruzaron la ciudad.
Benigno, de profesión fontanero, a la semana de dicho
episodio notó que los avisos de desatrancos los hacía en tiempo record, de
hecho la compañía aseguradora para la que prestaba sus servicios empezó a
recomendarle. Salvo el aumento de trabajo por este concepto, Benigno llevaba
una vida normal, seguía acudiendo a casa de su madre los lunes, los miércoles
echaba la partida de mus, en el bar de la esquina y los viernes se tomaba un
par de gin-tonics con compañeros del sector.
Acudió al reconocimiento médico anual, que la empresa ofrecía
a sus empleados. Sus análisis evidenciaron unos niveles de colesterol y azúcar
en sangre de libro. Sorprendido por los resultados, preguntó cuáles podían ser
las causas de su mejoría.
-Pudiera
ser el aumento de actividad en el trabajo, al que nos ha hecho usted referencia
y una dieta más equilibrada, ¿no le parece?
-No
lo sé, por eso se lo pregunto.
- No
le dé importancia y siga con su vida normal.
Y
Benigno siguió aumentando ingresos y bajando triglicéridos. En uno de los
siniestros a los que acudió, detectó al sustituir el plato de ducha del
asegurado, que lo que antes le costaba horas de cepillado, lijado, barrido y
repaso, ahora lo hacía de manera rápida y limpia. Pensó que tal vez se debía a que su madre le
había contagiado su obsesión por la limpieza, desechó la idea y continuó
trabajando. Pero había algo más, ¡algo extraordinario!, no se trataba de que
ahora todos sus trabajos fueran limpios y que las tuberías de cobre que
instalaba relucieran y las de PVC tuvieran un blanco nuclear, ni siquiera que
te vieses reflejado en las de acero inoxidable o incluso en las de acero
galvanizado (con lo difícil que eso es)…es que tubería que tocaba, tubería que
se convertía en transparente. ¡Extraordinario!
En los gin-tonics de los viernes, los del
sector lo bautizaron como: «Benigno,el cristalino».
Todos
los periódicos coincidieron en el titular de cabecera: «Fontanero ayuda a la
policía en el esclarecimiento del crimen del Marqués». Doña Leonor, leyó de principio a fin los
artículos, no podía estar más orgullosa de la actuación de su hijo, por otra
parte, circunstancial. Benigno había sido contratado por los hijos de Marqués,
para sanear por completo la instalación de la casa paterna, que contaban con
más años que Matusalén (casa y marqués). Quedó preciosa, le da un aire muy
moderno a la casa, casi de anuncio de programa de decoración, entre sus techos
altos con las vigas de madera a la vista y
las tuberías de calefacción y
agua, diáfanas y cristalinas
Gracias
a esa reciente instalación la policía, a denuncia de la enfermera de Marqués y
sin tiempo de llegar a ser su próxima esposa consiguió evidenciar la prueba de
que la comida ingerida por el anciano, contenía metales pesados, dando fe de
ello la policía científica y sus fotografías con el material adherido en las
conducciones transparentes.
Benigno
el cristalino mantuvo su colaboración con los agentes de orden y sobrellevó su
poder hasta el final de sus días, a pesar de los intentos de Doña Leonor, que
se acostumbró a rociarle con diferentes mezclas, en las comidas de los lunes,
con la esperanza de recuperar a su Benigno de mono azul.
jueves, 18 de febrero de 2016
GOTA A GOTA
Madrid, a 25 de
enero de 2.037
En
la vida, las cosas son distintas según llueva o no, y las personas también,
Alfonso siempre ha preferido la lluvia ya no sé si por gallego o por deformación
profesional.
Recuerdo
que ya te conté cómo nos conocimos, lo
que no te expliqué, me parece, fue cómo nos convertimos en socios.
Dicen
que tras la tempestad viene la calma y que no hay precipitación que dure cien
años (¡ah¡, ¡no!, es "mal" ¿no?), bueno lo mismo da, confío que me entiendas. Ahora
ya ha pasado el chaparrón, pero la calma la estoy buscando todavía. Los días se
me hacen muy largos y mi cabeza no para quieta.
Alfonso, como buen gallego, estaba acostumbrado a convivir con cúmulos, borrascas,
neblinas… en todos los aspectos de su vida. En la exposición “Calabobos” nos
presentó un amigo común. Ah! Espera esto te lo conté ya, ¿verdad? A veces pierdo la noción y es aquí, el tiempo
mide más.
Te
escribo esto y me digo ¡Cómo no me di cuenta de que con ese nombre ya barruntaba
tragedia! El caso es que congeniamos
enseguida y esa noche acabó con una lluvia de ideas de lo que sería nuestro futuro
negocio común: las apuestas.
Convertimos
un negocio tradicional y con mala prensa, en algo novedoso por arte de Alfonso
y patrocinio mío, y claro está en una manera excelente de ganar dinero en estos
tiempos tempestuosos. Y es que a pesar de que los chinos eran los reyes de las
apuestas deportivas, fuimos los primeros en copar el mercado con
apuestas atmosféricas. Sí, ¡cómo lo oyes! ya se, ¡una locura!, pero funcionó.
Bajo
el paraguas de una sociedad de apuestas inversora, intentamos capear el
temporal del desplome del parqué bursátil. Emitimos unos bonos (con cantidades
que iban de 50 euros hasta 50.000) que dejamos en la nube, ya sabes que desde
que se puso de moda en el 2015 su crecimiento fue brutal. A cada cliente le
dábamos un mapa con unas instrucciones sencillas, de cómo situar sobre el mismo
su inversión, a través de unas isobaras. De tan sencillo, parecía un juego de niños. Seguro que tú también
hubieras caído de haber estado aquí.
Apenas nos costó abrir mercado, el clima que se respiraba
hace una década, propició nuestro crecimiento y la novedad que ofrecíamos en un mercado con ansias de novedad, no se
hizo esperar. La construcción, como recordarás, cayó a la velocidad del rayo, fulminando
cualquier posibilidad de mejoría. Y la bolsa se ahogó en sus propios índices,
los bancos dejaron de ser garantía para los pequeños inversores… supongo que te
llegarían noticias de este panorama tan desolador.
A nuestra subida como un spunik contribuyó de manera especial
la publicidad del director que ganó el Goya en el 2025, ya no recuerdo su nombre,
la verdad, pero nos dio las gracias en
su discurso, por haber recuperado la totalidad de la inversión apostando con
nosotros. Publicidad en máxima audiencia. Eso fue un subidón estratosférico.
Durante cinco años no tuvimos problemas, la afluencia de
pequeños inversores era continúa. No teníamos problemas con la ley, no era una
actividad incluida en los controles anuales que la agencia tributaria hacía
como auditores. Ya sabes, que los casos de corrupción que se destaparon en el
verano del 2030 cambiaron nuestro panorama y yo no lo vi venir, te juro que no
lo vi, mi socio sí, tanto que desapareció, como un barco bajo la niebla. Me quedé paralizado, ¿te lo puedes creer, conociéndome
como me conoces?
Nos cortaron el grifo, la clientela se precipitó a recuperar
sus inversiones. Y ahí empezaron mis problemas. Con mi socio huido, yo sin
reflejos y sin fondos (Alfonso se había llevado el fondo de garantía mínima que
nos exigía la ley). La gota que colmó el vaso, fue su impunidad para
convertirme en autor intelectual y material de la idea; pasé de ser un brillante inversor a un estafador
y,para colmo, estafado. Convertido en hombre de paja, y a merced de las
inclemencias y trucos sucios del que fue mi socio…y en el preso más popular de
la cárcel de Soto del Real.
Desde aquí te escribo amigo y mientras lo hago, miro el
cielo, no he perdido todavía la costumbre de apostar cuando caerá la próxima
lluvia. A menudo sueño con tsunamis que arrasen todo y no dejo de oír el refrán que tanto le gustaba al gallego: "Mucho vuela el viento, pero más el pensamiento"
Oscar Lago.
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